jueves, 11 de diciembre de 2014

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO 2014


III DOMINGO DE ADVIENTO -C-



PRIMERA LECTURA

El Señor se alegra con júbilo en ti

Lectura de la profecía de Sofonías 3,14-18


Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: "No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. El se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta."

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Salmo responsorial 

Is. 12,2-3. 4bcd. 5-6



R/ Gritad jubilosos: "Que grande es en medio de ti el santo de Israel."

El Señor es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
"Que grande es en medio de ti el Santo de Israel."


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SEGUNDA LECTURA

El Señor está cerca

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 4,4-7
Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

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Aleluya

El Espíritu del Señor está sobre mí,
me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres.

Evangelio


Qué hacemos nosotros?

Lectura del santo Evangelio según San Lucas. 3,10-18

En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan: "¿Entonces qué hacemos?" El contestó: "El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo."

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: "¿Maestro, qué hacemos nosotros?" El les contestó: "No exijáis mas de lo establecido." Unos militares le preguntaron: "¿Qué hacemos nosotros?" El les contestó: "No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga."

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dejo a todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga." Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.


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Comentario las lecturas


"¿Entonces qué hacemos?" Esta es la hermosa pregunta que le hacen a Juan Bautista. Hermosa porque denota que ya se ha visto el problema y se quiere trabajar para resolverlo. Juan les ha convencido de que tienen pecado y el corazón se ha abierto a la conversión como preparación a la venida del Mesías.

"¿Entonces qué hacemos?" Son palabras que demuestran interés por resolver un problema y confianza para dejarse guiar.

"¿Entonces qué hacemos?" Denota la actitud de un corazón bien dispuesto también hoy para preparase a recibir al Señor. Es un despertar de la frialdad y la indiferencia de un mundo que ya no espera a Dios.

¿Que has hecho hasta ahora para prepararte a la Navidad? ¿De que ha servido el adviento?

Aun puedes recapacitar. No es suficiente algunos cambios superficiales. Hace falta escuchar otra vez a Juan Bautista y comprender que nuestra vida se ha enredado en la cultura del mundo. Dios quiere irrumpir en nuestras vidas, que le dejemos actuar libremente.

No podemos servir a dos maestros. Si somos cristianos sabemos que nuestra visión y nuestro comportamiento no concuerdan con la cultura prevalente. No nos vale justificarnos: "todo el mundo lo hace" porque no seguimos a todo el mundo, seguimos a Jesucristo. Sabemos que no nos van a comprender. Vamos a tener conflictos en el trabajo y en todas partes porque actuamos en la luz y no cedemos a las tinieblas.

¿De veras quieres ser cristiano?

Lutero, nos exhorta a reconocer lo que significa querer: Me dices que sí, que quieres. —Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer?

—¿No? —Entonces no quieres.

"¿Entonces qué hacemos?" Requiere una respuesta concreta. Un serio examen. Una buena confesión. Les exhorto a que se confiesen antes de Navidad. Entonces, un firme propósito de enmienda con decisiones concretas por las cuales voy a luchar hasta que se hagan habituales.

Creo que en específico debemos renovar:

1: Nuestro compromiso de oración diaria. Visitas a Jesús Sacramentado

2: Confesión frecuente

3: Renovar los lazos familiares. Orar juntos, compartir.

4: Participar mas en la vida de la comunidad cristiana que es la parroquia, compartiendo mis talentos y aprendiendo.

5: Renunciar a todo lo que ofende al Señor

Cuando preguntaron a Juan: "¿Entonces qué hacemos?", es porque creían en el. Su testimonio de vida respaldaba su palabras. Entonces el poder de Dios tocaba los corazones. Ellos confiaban que Juan les podía enseñar como recibir al Mesías de Dios.

Hoy día ¡Cuanta necesidad hay de cristianos que vivan su fe con la convicción de Juan Bautista! Tu también has sido llamado por Dios desde tu bautismo para evangelizar. La gente de tu trabajo, de tu casa, quizás se burlen de ti por tu fe. Pero en el fondo ellos te están observando y poniendo a prueba. Si tu vida da buenos frutos, si a pesar de todo los tratas con amor y hay en ti el gozo del que San Pablo escribió a los filipenses (segunda lectura), ellos van a querer lo que tu tienes. Estate preparado para las oportunidades en que puedas tu también responder a la pregunta: "¿Entonces qué hacemos?" y como Juan, llevarles a Cristo.

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COMENTARIOS AL CÁNTICO
 DE ISAÍAS
Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6



1.
• La salvación, una fuente inagotable.
El nombre de Isaías («Dios-salva») simboliza y localiza la fuente salvadora de Israel. Salvación que si en el pasado fue liberación de Egipto, en el presente es confianza sin temor. En uno y otro caso es lícito celebrar a Dios como fortaleza, poder y salvación.

La iniquidad de Israel consistió en haber abandonado a Dios, fuente inagotable de agua viva, salvadora, y haber excavado cisternas agrietadas que no pueden retener el agua.

A pesar de todo, el mensaje de Isaías se abre hacia el futuro al invitar a los sedientos a beber gratuitamente. Quien sienta sed está predispuesto a adherirse a Jesús, la roca de la que mana el agua, nuevo Templo y fuente abierta en Jerusalén. Quien bebe en el costado del Traspasado recibe el Espíritu de la nueva Creación. Es un hombre nacido de nuevo y de arriba; goza de la vida que caracteriza a la creación terminada. Este hombre nuevo forma parte de la comitiva del Exodo iniciado por Jesús,

• El testimonio, respuesta de la comunidad.
La comunidad posexílica puede proclamar ante el mundo cuanto Dios hizo por ella en el pasado. Corresponde a la comunidad restaurada celebrar jubilosamente las proezas de Dios, contar sus hazañas, proclamar la grandeza del "Santo de Israel", dar gracias a Dios salvador.

Es la misma misión confiada a la Iglesia: primero vive la salvación que brota de sus fuentes y después la difunde por el mundo entero. Ser testigos del Resucitado en Jerusalén, en Judea y Samaria y hasta los confines de la Tierra es el programa misionero de la Iglesia.

La finalidad del testimonio es llevar a otros hombres a la fe, a la adhesión personal a Jesús Mesías. Quienes aceptan el testimonio eclesial poseen en sí mismos el testimonio de Jesús, que es la Profecía de los tiempos nuevos. La sangre del Cordero y la Palabra del Testimonio son armas eficaces para vencer los poderes de la Bestia. Ser testigos de Jesús es gritar la grandeza del Santo de Israel.

Dios Padre Santo, nuestros padres nos han hablado de tu grandeza para con ellos: nos enseñaron a darte gracias, a invocar tu nombre, a contar a los pueblos tus hazañas; concédenos ser un vivo testimonio del Resucitado, para que todos los pueblos griten jubilosos que sólo Tú eres grande por los siglos de los siglos.


2.

El júbilo del pueblo redimido


1. El himno que se acaba de proclamar entra como canto de alegría en la Liturgia de las Laudes. Constituye una especie de culminación de algunas páginas del libro de Isaías que se han hecho  célebres por su lectura mesiánica. Se trata de los capítulos 6-12, que se suelen denominar "el libro del Emmanuel". En efecto, en el centro de esos oráculos proféticos resalta la figura de un soberano que, aun formando parte de la histórica dinastía davídica, tiene perfiles transfigurados y recibe títulos gloriosos:  "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz" (Is 9, 5).

La figura concreta del rey de Judá que Isaías promete como hijo y sucesor de Ajaz, el soberano de entonces, que estaba muy lejos de los ideales davídicos, es el signo de una promesa más elevada:  la del rey Mesías que realizará en plenitud el nombre de "Emmanuel", es decir, "Dios con nosotros", convirtiéndose en la perfecta presencia divina en la historia humana. Así pues, es fácilmente comprensible que el Nuevo Testamento y el cristianismo hayan intuido en esa figura regia la fisonomía de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre solidario con nosotros.

2. Los estudiosos consideran que el himno al que nos estamos refiriendo (cf. Is 12, 1-6), tanto por su calidad literaria como por su tono general, es una composición posterior al profeta Isaías, que vivió en el siglo VIII antes de Cristo. Casi es una cita, un texto de estilo sálmico, tal vez para uso litúrgico, que se incrusta en este punto para servir de conclusión del "libro del Emmanuel". En efecto, evoca algunos temas referentes a él:  la salvación, la confianza, la alegría, la acción divina, la presencia entre el pueblo del "Santo de Israel", expresión que indica tanto la trascendente "santidad" de Dios como su cercanía amorosa y activa, con la que el pueblo de Israel puede contar.

El cantor es una persona que ha vivido una experiencia amarga, sentida como un acto del juicio divino. Pero ahora la prueba ha pasado, la purificación ya se ha producido; la cólera del Señor ha dado paso a la sonrisa y a la disponibilidad para salvar y consolar.

3. Las dos estrofas del himno marcan casi dos momentos. En el primero (cf. vv. 1-3), que comienza con la invitación a orar:  "Dirás aquel día", domina la palabra "salvación", repetida tres veces y aplicada al Señor:  "Dios es mi salvación... Él fue mi salvación... las fuentes de la salvación". Recordemos, por lo demás, que el nombre de Isaías -como el de Jesús- contiene la raíz del verbo hebreo ylsa", que alude a la "salvación". Por eso, nuestro orante tiene la certeza inquebrantable de que en la raíz de la liberación y de la esperanza está la gracia divina.

Es significativo notar que hace referencia implícita al gran acontecimiento salvífico del éxodo de la esclavitud de Egipto, porque cita las palabras del canto de liberación entonado por Moisés:  "Mi fuerza y mi canto es el Señor" (Ex 15, 2).

4. La salvación dada por Dios, capaz de suscitar la alegría y la confianza incluso en el día oscuro de la prueba, se presenta con la imagen, clásica en la Biblia, del agua:  "Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12, 3). El pensamiento se dirige idealmente a la escena de la mujer samaritana, cuando Jesús  le ofrece  la  posibilidad  de  tener  en  ella  misma una  "fuente  de agua  que salta para la vida eterna" (Jn 4, 14).

Al respecto, san Cirilo de Alejandría comenta de modo sugestivo:  "Jesús llama agua viva al don vivificante del Espíritu, por medio del cual sólo la humanidad, aunque abandonada completamente, como los troncos en los montes, y seca, y privada por las insidias del diablo de toda especie de virtud, es restituida a la antigua belleza de la naturaleza... El Salvador llama agua a la gracia del Espíritu Santo, y si uno participa de él, tendrá en sí mismo la fuente de las enseñanzas divinas, de forma que ya no tendrá necesidad de consejos de los demás, y podrá exhortar a quienes tengan sed de la palabra de Dios. Eso es lo que eran, mientras se encontraban en esta vida y en la tierra, los santos profetas y los Apóstoles y sus sucesores en su ministerio. De ellos está escrito: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación" (Comentario al Evangelio de san Juan II, 4, Lutero, pp. 272. 75).

Por desgracia, la humanidad con frecuencia abandona esta fuente que sacia a todo el ser de la persona, como afirma con amargura el profeta Jeremías:  "Me abandonaron a mí, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua" (Jr 2, 13). También Isaías, pocas páginas antes, había exaltado "las aguas de Siloé, que corren mansamente", símbolo del Señor presente en Sión, y había amenazado el castigo de la inundación de "las aguas del río -es decir, el Éufrates- impetuosas y copiosas" (Is 8, 6-7), símbolo del poder militar y económico, así como de la idolatría, aguas que fascinaban entonces a Judá, pero que la anegarían.

5. La segunda estrofa (cf. Is 12, 4-6) comienza con otra invitación -"Aquel día diréis"-, que es una llamada continua a la alabanza gozosa en honor del Señor. Se multiplican los imperativos para cantar:  "dad gracias, invocad, contad, proclamad, tañed, anunciad, gritad".

En el centro de la alabanza hay una única profesión de fe en Dios salvador, que actúa en la historia y está al lado de su criatura, compartiendo sus vicisitudes:  "El Señor hizo proezas... ¡Qué grande es en medio de ti  el Santo de Israel!" (vv. 5-6). Esta profesión de fe tiene también una función misionera:  "Contad a los pueblos sus hazañas... Anunciadlas a toda la tierra" (vv. 4-5). La salvación obtenida debe ser testimoniada al mundo, de forma que la humanidad entera acuda a esas fuentes de paz, de alegría y de libertad.


SOLI DEO GLORIA
Rev. Ruben Daza



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