martes, 23 de octubre de 2012

LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS




Capítulo XXIV

 

LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE
Y LA VIDA ETERNA

 

El cristiano mira hacia adelante y recibe, a pesar de su muerte, el testimonio del Espíritu Santo y de la Santa Cena, testimonio que se refiere a la resurrección de Jesucristo y así también a la propia perfección de la vida del hombre. Su fe en ésta se funda en que por haberse podido poner el hombre, en Jesucristo, en lugar de Dios, le ha sido concedida la participación incondicional en la gloria de Dios.

 

En la introducción al capítulo anterior dijimos que el cristiano mira hacia atrás. Ahora decimos: El cristiano mira hacia Adelante. Este mirar ante sí y aquel mirar retrospectivo constituyen la vida de un cristiano, la vida humana cristiana, la vida de un hombre, que ha recibido el Espíritu Santo, que puede vivir en la congregación y que está llamado a ser en ella una luz del mundo.

El hombre mira hacia adelante. Hacemos, por así decirlo, un viraje de 180 grados. Detrás de nosotros queda nuestro pecado y ante nosotros están la muerte, el morir, el ataúd, el sepulcro, el fin. Quien no toma en serio esto, hacia lo cual vamos; quien no comprenda lo qué significa morir; quien no se espante; quien, acaso, no se alegre tanto de vivir como para conocer la angustia en vista del fin; quien no haya comprendido aún que esta vida es un don de Dios; quien nada sospeche de la envidia que se siente de la longevidad de los patriarcas, los cuales no sólo vivieron cien, sino trescientos y cuatrocientos y todavía más años; quien, por decirlo de otro modo, no se ha dado cuenta de la belleza de esta vida, tampoco podrá  darse cuenta de lo que significa "la resurrección". Porque ésta es la palabra que responde al espanto de la muerte, al espanto de que esta vida se ha de acabar alguna vez y que ese final es el horizonte de nuestra existencia. En medio de la vida, la muerte nos rodea….”  La existencia humana está bajo esta amenaza y caracterizada por el fin, o sea, por esta contradicción que sin cesar se alza contra nuestra existencia. ¡No puedes vivir! ¡Crees en Jesucristo y sin embargo, sólo puedes creer, pero no mirar! ¡Estás ante Dios y quisieras gozarte y puedes gozarte, incluso, y. no obstante, diariamente has de sentir cómo tu pecado se renueva cada mañana!

La paz está ahí, pero sólo una paz que se mantiene únicamente en la contienda. Lo comprendemos, sí, pero, a la vez, comprendemos tan aterradoramente poco. . . Ahí está la vida, pero sólo una vida oscurecida por las sombras de la muerte. Vivimos juntos, unidos y, sin embargo, una vez sobrevendrá la separación. La muerte graba su sello en todo; es la paga del pecado. Se cierra la cuenta, y la última palabra es el ataúd y la corrupción. La contienda se decide, pero en contra nuestra. Es la muerte.

El cristiano también mira hacia adelante. ¿Qué significa la esperanza cristiana en esta vida? ¿Una vida después de la muerte o un suceso al lado de la muerte o un alma pequeña que semejante a una mariposa se aleja volando del sepulcro y es conservada todavía en algún lugar, para que pueda proseguir viviendo inmortalmente? Así se figuraban los paganos la vida después de la muerte. Pero esta no es la esperanza cristiana. "Creo en la resurrección de la carne". La Biblia entiende por "carne", simplemente, el hombre, el hombre bajo el signo del pecado, el hombre vencido. A este hombre se le dice ahora: ¡Tú resucitarás! La resurrección no es una continuación de la vida, sino la perfección y cumplimiento de la vida. El hombre vencido ha sido, reconocido y aceptado de una manera tal que frente n ello resulta imponente la sombra de la muerte. En la resurrección se trata de nuestra vida, de nosotros tal como somos y en la situación en que nos encontramos. Nosotros, nosotros resucitaremos, y nadie se pondrá en nuestro lugar. "Seremos transformados" (1 Cor. 15:51), no significa que comience una vida completamente distinta, sino "lo corruptible se revestirá de lo incorruptible y lo mortal de lo inmortal". Entonces se pondrá de manifiesto que "la muerte es sorbida en la victoria".

La esperanza cristiana, pues, atañe a nuestra vida entera; esta será perfecta y cumplida. Lo que fue sembrado en vergüenza y debilidad resucitará en gloria y potencia. La esperanza cristiana no nos aparta de esta vida, antes bien pone al descubierto la verdad en que Dios ve nuestra vida. La esperanza cristiana es la victoria sobre la muerte, pero no una huida hacia el Más Allá. Se trata de la realidad de esta vida. Bien entendida, la escatología es lo más práctico que puede imaginarse. En el final de los tiempos penetra en nuestra vida la luz que viene de arriba. Y nosotros estamos a la espera de esa luz. Goethe ha dicho en una poesía: ''Os ordenamos que tengáis esperanza". Quizás haya sabido él también de esa luz. De todos modos, el mensaje cristiano anuncia confiada y consoladoramente la esperanza en esa luz.

No podemos nosotros, naturalmente, imbuirnos ni hacernos plausible la esperanza de que nuestra vida alcanzará su perfección y cumplimiento. Hay que creer en la esperanza, pese a la muerte. Quien ignore lo que es la muerte, tampoco sabrá lo que es la resurrección. Es de menester el testimonio del Espíritu Santo, el testimonio de la palabra de Dios anunciado en las Escrituras y oído por nosotros, el testimonio de Jesucristo resucitado, para poder creer que se hará la luz y que ella perfeccionará nuestra vida completándola. El Espíritu Santo que nos habla en la Sagrada Escritura nos dice que podemos vivir en esa gran esperanza.

La Santa Cena debería ser mucho más comprendida desde la Resurrección de Cristo, cosa que, en general, no suele suceder; porque no se trata, ante todo, de una cena fúnebre, sino del anticipo del banquete de las Bodas del Cordero. La Santa Cena es cena de gozo: Es comer su carne, la carne de Jesucristo, y beber su sangre; y este alimento y esta bebida son en medio de nuestra vida alimento y bebida para vida eterna. Siendo, cual somos, invitados a su mesa, ya no estamos separados de él. Así es cómo en ese símbolo se une el testimonio de su cena con el Espíritu Santo. De un modo real nos dice: ¡No morirás, sino que vivirás y anunciarás las obras del Señor! ¡Eso lo harás tú! Somos los invitados a la mesa del Señor, lo cuál no es únicamente una imagen, sino un suceso. "El que cree en mí, tiene vida eterna". Tu muerte está muerta. Tú ya has muerto, y el espanto al que te vas acercando está ya completamente a tus espaldas. Puedes vivir ahora como invitado a la mesa del Señor; puedes peregrinar fortalecido por esa vianda cuarenta días y cuarenta noches. Con esa fortaleza eso será posible. Deja que prevalezca el hecho de que hayas bebido y comido; considera vencido todo lo mortífero que te rodea: ¡No guardes mimos con tus penas; no siembres con ellas un jardín con su sauce llorón! "Con nuestra tristeza sólo hacemos mayores la cruz y pena nuestras". Nosotros somos llamados a ocupar una situación completamente distinta. "Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él" (Rom. 6:8.). Quien esto crea, empezará ya aquí y ahora a vivir la vida perfecta y cumplida.

La esperanza cristiana es ya la semilla de la vida eterna. En Jesucristo ya no estoy donde pueda morir, pues en él nuestra carne está ya en el cielo, no aquella carne corruptible sino la incorruptible. En tanto podemos recibir el testimonio de la Santa Cena, ya vivimos aquí y ahora en el anticipo del éscaton, cuando Dios sea todo en todas las cosas.
 
SOLI DEO GLORIA
REV. RUBEN DARIO DAZA B.
 
Para leer el cap. I, ¿Que es la Teologia Dogmática? Clique en este link: http://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/10/que-es-la-teologia-dogmatica-capitulo-1.html
Para leer el cap II. Creer es confiar. Clique en este link: http://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/10/credo-apostolico-creer-es-confiar.html
Para leer el cap III. Creer es conocer. Clique en este link:
Para leer el cap. IV. Creer es confesar. Clique en este link: http://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/10/teologia-dogmatica-creer-es-confesar.html
Para leer el cap. V. Dios en las Alturas. Clique en este link: http://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/10/dogmatica-dios-en-las-alturas-capitulo.html
Para leer el Cap. VII. Dios Omnipotente. Clique en este link: http://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/11/dogmatica-dios-omnipotente-cap-vii.html
Para leer el Cap. IX. Creador de los cielos y la Tierra. Clique en este link: http://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/11/capitulo-ix-cielos-y-tierra-el-ciclo-es.html
Para leer el Cap. XI. El Salvador y Siervo de Dios. Clique en este Link: http://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/11/dogmatica-el-salvador-y-siervo-de-dios.html
 
 
 
 

lunes, 15 de octubre de 2012

O SOFRIMENTO: UMA ABORDAGEM TEOLÓGICA




INTRODUÇÃO
 (Por Marilda F. Ghiraldi)


O sofrimento faz parte da vida humana através de diferentes circunstâncias e por causas variadas. Atinge o ser humano naquilo que realmente é, e por isso, muitas vezes a crise existencial. Surge como sinal da sua fraqueza, afeta todo o corpo e vence levando-o à morte.
 
Nesta monografia pretendemos abordar a questão do sofrimento na vida do ser humano. Assunto esse presente na vida e no contexto de todo aquele tem consciência de sua existência. Nossa análise partirá da pesquisa bíblica, ou seja, constatar o tema do sofrimento no Antigo e no Novo Testamento.
 
Na criatura do Antigo Testamento apareceram inumeráveis tipos sofrimentos, a qual destacaremos a questão da doença. Porém, profundos testemunhos do Antigo Testamento atestam a preocupação de Deus com a sua criatura, que estando doente e em sofrimento, deseja conduzi-la para o futuro, ao conhecimento de si mesma e do seu Criador. No Novo Testamento a perspectiva concentra-se na pessoa de Cristo sobre a cruz, assim como a mensagem da sua ressurreição. Deus não libertou Cristo da cruz, pois, por certo, havia alguma coisa melhor que ser poupado da cruz. Portanto, a resposta cristã ao problema do sofrimento humano deve ser analisada por meio do sofrimento de Cristo.
 
A seguir, passaremos a abordar o sofrimento na perspectiva da teologia sistemática, em que aponta a questão da presença e da existência do mal, responsável pelo sofrimento na vida do ser humano. Fica impossível negar a realidade do sofrimento humano e impossível também aceitar as teologias que surgem oferecendo o fim do sofrimento como: “Pare de sofrer!” A cruz derrama luz sobre o escândalo, profundamente evocado, do sofrimento.  Deus através de Cristo Jesus, seu Filho, compartilha o sofrimento, físico, moral e espiritual num ato de ‘compaixão’ e por amor ao sofredor. Deus se solidariza com todo o sofrimento da humanidade, que pode, seja qual for, volver seu olhar para a cruz.
 
 Por fim, restará uma análise sobre a realidade latino americana, pois é impossível ser latino-americano e não ter pelo menos sentido alguns reflexos do sofrimento, uma experiência marcante na vida de milhões de pessoas que sofrem até sem saber o porquê.
 
O Jesus sofredor é o reflexo da experiência de luta do latino americano pela sobrevivência, pelas injustiças sociais, pelo moderno sistema de dominação dos países desenvolvidos. Tudo isso reflete o sofrimento no dia-a-dia em nosso país, basta vermos como resultado, o desemprego, a falta de saneamento básico e instrução. Também há o descaso das autoridades, quanto à saúde. E o que dizer das guerras? Milhares, na América Latina, são oriundos de guerras, da escravidão, da expoliação, do extermínio, dos massacres. Muitos sofrem a injustiça de seus opressores; outros, vítimas da sede de poder político e econômico, são vítimas fáceis no consumo de drogas das mais variadas e sofrem então as conseqüências desse abuso e engano.
 
O povo vive seu sofrimento, embora a bandeira da esperança, asteada, proclama que Deus está ao lado dos que sofrem e não os abandonará jamais. A fé e a esperança em Cristo são apresentadas nesse contexto de sofrimento, porém, como um remédio ao sofrimento, tendo o ressurreto, como paradigma à Vida, hoje e eternamente na América Latina.
 








1. TEOLOGIA BÍBLICA
 
1.1. ABORDAGEM SOBRE O SOFRIMENTO NO ANTIGO TESTAMENTO
 
1.1.1. Ser Humano: Criatura de Deus



No Gênesis, Deus aparece como Senhor absoluto e Criador (Gn1.1-2.4a). Em sua palavra, transcendente em poder, numa ação livre superior e com autoridade plena sobre a criação, cria também o ser humano; o qual depende de Deus. Precisa de espaço vital, sustento, ocupação, comunidade, comunicação, descanso, e , então Deus providenciou tudo, até o dia do descanso. Criou Deus, pois, o homem à sua imagem, à imagem de Deus o criou; homem e mulher os criou (Gn 1.27).
 
Assim, sabemos que todo ser humano é criatura de Deus, plasmada à sua imagem, aberto para Deus e revelando-O, o Único Absoluto Criador, um ser de Deus. Deus é a fonte criadora de toda pessoa humana, por amor, fazendo o ser humano à sua imagem e semelhança. É o Criador e o mesmo que elege e redime. As Escrituras falam em Deus, Criador do universo e do gênero humano. Deus cria, age e opera em sua criação. O ser humano não é Deus, porque feito, porque criado; porém Deus o eleva acima de todas outras criaturas soprando-lhe da vida divina.  A criatura humana foi projetada para que correspondesse a Deus na sua condição de Intermediária entre o mundo e o Criado[1].  A plasmação do barro da terra, no sentido bíblico, acena à fragilidade e limitações próprias da natureza humana (Jó 10.4).
 
O sopro de vida significa a vitalidade humana que está sempre referida a Deus, é o espírito de vida, sua força vital. O Ser humano tanto é terreno quanto carnal; tanto corpóreo quanto sentimento, tanto emoções,  quanto transcendência. Carne e sangue fazem a pessoa humana[2].
 
 A característica dessa criatura, o homem, é a finitude é basar [3] é efemeridade (Sl. 56.4-5). O homem é da terra, feito do pó da terra e a sua área de atuação é a terra; é mortal não podendo prevalecer contra Deus que é imortal e divino, (Sl.90.2-4) e é a fonte  de sua vida.
 
A limitação do homem, sua  fragilidade se confirma na pergunta: Que é o homem? (Sl.8.4). Seus dias são contados e a morte é inevitável, é um sopro. O homem é como um sopro; os seus dias, como a sombra que passa (Sl.144.4).
 
A Bíblia fala da transitoriedade humana e fala dos seus limites e metaforicamente o faz assim: A vida do homem é como uma sombra. (Jó 8.9) como os dias de um jornaleiro. (Jó 7.1) como uma lançadeira. (Jó 7.6) como um mensageiro rápido. (Jó 9.25) como uma expansão de apenas um palmo. (Sl 39.5) como a urdidura de um tecelão. (Is 38.1-2)[4].
 
                            A carne dá suporte à vida e é Deus que a sustenta com o seu sopro. Quando Deus retira o seu sopro, a carne, caduca e impotente, volta ao pó de onde proveio. Porém o homem adoece num todo, na carne (basar Gn 2.21b); no espírito (rûah Sl 146.4); ou no coração (leb Jr 4.19); embora o AT não traga tricotomia ou dicotomia.
 
O seu viver na terra não é fácil. É limitado pela sua finitude: sujeito às doenças, degeneração das células e morte, porém Deus é a sua providência. (Jó 14.19; Sl.104.14b-15). O homem, porque criatura, esquece-se e desobedece, possui a faculdade de pecar, será sempre falível. Porque tu és pó e ao pó tornarás (Gn.3.19). Comete crime, se perde, é seduzido, e, atrai para si doenças.
 
Transgredir é ação congênita do homem! Não aceitou ser humano, querendo antes ser “ como deus”, se rebelou atraindo para si culpa, sofrimento, doença, morte. A ambição humana é a fonte das doenças, mas em Deus está a cura e salvação. Assim já no AT, basar não só significa a falta de força da criatura mortal, mas também a sua fraqueza quanto a fidelidade e obediência em face da vontade de Deus[5].
 

 

1.1.2. Pecado X Doença

 
A doença, portanto, na Bíblia, é concebida como situação de fraqueza física e de experiência dos limites pessoais. O homem falha e suas falhas comprometem toda a comunidade de Israel; uma ameaça à vida cultual de toda a congregação.
 
Na ideologia de Israel cria-se que as doenças eram resultados de ofensa do homem à Divindade, eram castigo. Todos os descendentes do primeiro pai, Adão, sofrem de doenças no corpo por revoltar-se contra o “Criador Bondoso” no paraíso. É o mesmo desequilíbrio  nas relações de Adão e Deus que agora juntamente com as falhas de cada pessoa aceleram as doenças, o padecimento e a morte. Foi assim que o pecado marcou a ideologia dos judeus ao referir-se à doença e então no AT encontramos o binômio “pecado-doença”.
 
 No Antigo Testamento o homem é trabalhado como um todo e quando doente também apresenta-se doente num todo. Deus é Jeová Rafá que se apresenta para a recuperação do ser humano. Diante de nós temos clara uma oposição saúde e doença ou ainda cura, (salvação) e doença. A salvação pela cura corresponde à ameaça pela doença [6].
 
Erhard Gerstenberger, em seu livro, “Por que Sofrer?” pergunta qual a causa para a doença, dando primeiramente a resposta, possível de um israelita da antigüidade. O mal presente no mundo de modo inexplicável é tão natural como a cobra no paraíso (Gn 3.1)[7]. O homem do Antigo Testamento não localizava o mal em definitivo porque o mal poderia estar aninhado no próprio homem. É bem possível que a criatura humana tivesse transgredido, consciente ou não, “uma norma de comportamento (Sl 38. 3-18). No decurso da história de Israel, a lei escrita de Javé impôs-se passo a passo como norma cuja transgressão provocava doença (2Cr 21.12-20). Na justificativa para as causas das doenças essa “auto-incriminação” é muito simples e não nos ajuda muito na compreensão das causas de doenças ao homem sofredor do Antigo Testamento. O arbítrio de poderes malignos poderia também causar certas doenças, como em Jó: o fato de o próprio Deus admitir perante Satã: Incitasses contra ele, para o consumir sem causa (Jó 2.3). Então poderia se esperar sofrimentos impingidos por demônios ou inimigos.
 
 
1.1.3. As Doenças no Antigo Testamento


 
Muitas doenças surgiram em Israel de diversas espécies, inclusive conhecidas e disseminadas ainda hoje e até em sua maioria mortais e horríveis (Zac 14.12). Para o homem do Antigo Testamento, era desesperador a incerteza da doença, pois que alguns sintomas eram inequívocos e dependiam de um laudo oficial do sacerdote ou do profeta (Lv 13; 1Sm 5-6) que declarava o doente puro ou impuro para a preservação do culto a Deus.  Uma vez feito o diagnóstico, começa para o israelita uma luta de vida ou morte. Pois toda doença “autêntica” é prenúncio de morte (Jó 33.19-22).
 
No Dt 28.28 aparecem descritas as doenças mentais: loucura e perturbação da razão; Isaías 1.5 fala da cabeça doente e também do coração enfermo, (2Rs 4.18ss; Sl 121.6). Em Jeremias 4.19s encontra-se a descrição de um ataque do coração; e sintomas de paralisia em 1Sm 25.37. No Antigo Testamento, a doença é uma calamidade mandada por Iahweh, como castigo e somente Ele pode curá-la (Ex 12.12; 1Sm5.6; Sl 39.11). Unicamente Javé é o Senhor da doença e da cura. Esta é a certeza bíblica inabalável[8].
 
O arrependimento e a oração eram o principal tratamento nesses momentos. O próprio Deus em Dt 28.27 ameaçou os israelitas que, se abandonassem a sua fé, sofreriam de úlceras. A lepra representa o pecado, metaforicamente falando, e se propaga, contagia e é crônica. O Antigo Testamento traz a lepra como sendo uma das piores doença retratando a impureza corporal que podia cair sobre o homem. No seu ritual de purificação fica claro uma relação da doença com o pecado, com a limitação da criatura, com a sua fragilidade e fraqueza ao falhar. O contato com o morto também causava impureza, o grau mais elevado da impureza, o que sem dúvida podia se originar em doenças.
 
No Antigo Testamento as doenças que eram curadas, são as causadas, freqüentemente por ferimentos. As feridas eram espremidas e untadas com azeite ou bálsamo (Is 1.6; Jr 8.22). As fraturas eram encanadas (Ez 30.21). O profeta Isaías receita cataplasmas de massa de figos ao rei Ezequias portador de tumores (2Rs 20.7; Is 38.21).  A inveja foi a causadora de doenças psíquicas no rei Saul (1Sm 16.14-23; 18.7-9; 19.8-10).
 
A vida e a morte, com efeito, estão nas mãos de Deus: Ele usa contra o Egito (Ex 12.23), um anjo que espalha a peste em Israel (2 Sm 24.15-16) ou entre o exército assírio (2 Rs 19.35). Com a permissão divina, Satanás, fere Jó na carne (Jó 2.3,7), o qual se recusa aceitar as limitações de seu estado de ser criado. Procura em Deus as razões das suas doenças. Acusa Deus de tirano caprichoso (Jó 9.18-29), de juiz corrupto, como um animal feroz que dilacera a sua presa (Jó 16.7-9), condena a justiça de Deus e está resolvido a manter a sua posição. Sem mudança, sem hesitação, sem arrependimento![9].
 
                            Jó quer que Deus reconheça o seu valor, rejeita a sua misericórdia e então fica patente a fonte de sua doença. Como Adão, Jó também quer ser super-homem e até “como deus”. Não há lugar para a graça de Deus!  Jó prossegue discutindo com Deus, mas por fim o silêncio! Descobre o seu lugar no universo, a sua limitação, a sua finitude. A sua loucura nas acusações, arrogâncias e julgamentos, o seu egocentrismo. E então não mais ataca o seu Criador. E por fim a resposta: (Jó 42.1-6).
 
A criatura é tomada por sua finitude quando recebe a revelação do infinito que cria. O homem descobre, assim, a fragilidade e a grandeza de sua existência na junção que separa o ser do não-ser e que, ao mesmo tempo, os une. Diante do Ser que ele reconhecia como a fonte e o motor de sua existência, Jó perde o desejo de afirmação de si mesmo. Ele tem então só uma frase a acrescentar: ‘sofro no pó e na cinza[10].
 
                           Concluímos essa abordagem teológica sobre a doença e o sofrimento no Antigo Testamento  mencionando a solução dada por Deus para o alívio ou a cura, ou seja, a partir das doenças do Servo Sofredor, no livro do profeta Isaías. Sim. Na morte vicária do Servo do Senhor a solução definitiva para a culpa, a doença, o sofrimento e a morte do ser criado de Deus.  Aprouve a Deus, e agradou-lhe fazê-lo enfermar, sofrer, feri-lo, submetê-lo às doenças. O sofrimento e a doença não são naturais para o Servo de Deus! Porém ele amou e quis ser homem, igualou-se ao finito, ao criado. Aceitou uma condição não sua, solidariamente.
 
                            É à luz desse evangelho profético da paixão de Cristo Jesus, o qual irrompe um tempo novo, que abordaremos o tema Doença e Sofrimento no Novo Testamento. Segundo o Novo Testamento, não se pode encontrar soluções para o problema do sentido do sofrimento, senão tendo presente os sofrimentos de Jesus. Sentimos o desafio de encontrar um sentido capaz de englobar o sofrimento e a doença numa dimensão de vida e não de destruição, sempre lembrando que para o cristão, esse problema está equacionado, pois que a própria morte se abre numa perspectiva de ressurreição.
 
 
 
1.2. ABORDAGEM SOBRE O SOFRIMENTO NO NOVO TESTAMENTO
 


A mesma limitação marca a passagem do Antigo para o Novo Testamento mediante a ação redentora de Jesus a qual garante certo grau de independência das restrições humanas. Embora o Novo Testamento repita a ideologia do Antigo quanto às doenças, completa-a envolvendo-a numa visão otimista do universo e também se sobrepõem a ela.  Cristo está presente entre os doentes numa missão especial. Ele é precisamente o médico que não vem curar os que têm saúde, mas sim os doentes(Mt 9.12-13).
 
 
1.2.1. Jesus e as Doenças
 
Cristo inaugura o Reino de Deus. E como sinal da chegada desse Reino do Messias, confronta as doenças e as cura, mas tomando-as para Si. E a Si mesmo não se cura, tornando-se enfermo ensinando que doença é sinal da condição humana, mas é sinal da graça de Deus, e também a cruz e a ressurreição, a vitória sobre as doenças.
 
A doença revela a fragilidade comum do homem diante de seu Deus, estando sempre ligada à intenção ou vontade do Criador. Porém, no NT a doença está destinada a desaparecer juntamente com a morte através da vinda do Messias, o Justo que morre, ferido, doente no lugar do culpado. O sofrimento, na vida de Jesus, não foi acidental, porém essencialmente foi um ato de salvação. Antecipou-se e disse que lhe “era necessário sofrer”.
 
Jesus Cristo trouxe sobre o binômio pecado x doença nova luz e não há a crença de que toda enfermidade advém de culpa pessoal, pecado cometido pelo paciente e seus familiares. Cristo não condena o doente e nem tem a doença como um castigo de Deus, porque “nosso Deus é Pai de Bondade e Misericórdia” e a doença pode ser para a glorificação (Lc 13.1-5; Jo 11.4). Deus também pode usar a doença como correção (1Co 11.32; 2Co 4). Jesus não discute a responsabilidade pessoal do cego de nascença (Jo 9), porém o autor o tem como um sinal revelador do enviado supremo de Deus.  O sinal é tão mais importante porque a sua conseqüência é: “para que crendo tenhais vida em seu nome”. Jesus rejeita uma ligação estreita entre pecado e doença. Doença no NT  também possui o conceito de disciplina benéfica proveniente do amor misericordioso de Deus  (Hb 12.4-13). A Providência Divina pode permitir que penosas doenças acometam os justos não precisamente para castigá-los, mas em vista de outros fins...[11]
 

1.2.2. A Humanidade de Jesus
 
 
Jesus no Novo Testamento é plenamente humano e limitado: sente dor (Lc 19.41; Jo 11.35; Mc 3.5), tem medo frente aos seus sofrimentos (Mc 14.34ss;Jo 12.27). Na cruz grita sua dor. O sentido para as doenças e sofrimentos estão no próprio Senhor Jesus Cristo, que assume a humanidade plena e como verdadeiro Servo de Iahweh recebe em Si mesmo toda doença e morte.
 
O desígnio de Deus, portanto, é que Cristo seja sacrificado em lugar do ser criado, o homem, a fim de que nEle receba justificação, santificação, vida, cura, saúde. É na morte de Cristo, que o mistério da doença e da morte se revela. Cristo decreta saúde e vida e Ele mesmo as dá. Ele opera milagres para salvar e também remover as doenças e o sofrimento dos homens. (Jo 10.10)
 
A solução deve ser buscada no mistério de Deus. O homem descobre a coerência desse mistério, isto é, a sabedoria de Deus e sua justiça, considerando a harmonia que Deus coloca no mundo (Jó 38.1-42.6).

                            Jesus se condói com o sofrimento humano: ele critica os que não fazem da compaixão seu primeiro dever (Lc 13.15-16). Ele cura os enfermos que se aproximam dele com fé, e os evangelistas reconhecem neste gesto de misericórdia (At 10.38) o sinal de sua função messiânica (Lc 7.20-23) e de seu desejo de salvar toda a humanidade (Mt 8.17)[12].
 
 Neste sentido podemos encontrar a opinião de Heuschen sobre os sinóticos diante da tarefa de Jesus: Conforme os sinóticos, portanto, uma parte importante da tarefa de Jesus como Messias consiste no seu sofrimento e na sua morte, de acordo com a vontade de Deus de o levar assim à sua consumação[13].
 
Deus é Aquele que ressuscita os mortos, é o poder que se faz valer sobre não só as enfermidades mas também sobre a morte, redimindo os homens. Deus, todo poder, misterioso, supremo e ilimitado e Jesus, o Cristo, o Poder, pode salvar o homem não só do pecado mas das doenças do seu corpo frágil e limitado.
 
O Novo Testamento relê o Servo Sofredor de Iahweh, a grandiosa figura descrita pelo profeta Isaías, que alcança o seu pleno e mais alto significado. O aspecto corporal torna-se realidade e símbolo da nova vida, que transforma todo homem liberta-o da doença e da morte. A concepção da morte expiatória e redentora no NT é um desenvolvimento da idéia do Servo. A identificação de Jesus com o Servo deve ser atribuída ao próprio Jesus[14]. Que salientou a novidade do seu caráter e o ensino sobre o significado do sofrimento e da morte na experiência humana.
 
O Servo Sofredor é a verdadeira “pessoa comunitária” que sofre em sua própria pessoa e que santifica o sofrimento do grupo que ele representa. Os sofrimentos pertencem também aos discípulos que querem seguir Jesus. Devem carregar a sua cruz, beber o cálice do sofrimento estar prontos para a ignomínia, para a perseguição e para a morte.
 
 
1.2.3. O Sofrimento na Teologia Paulina
 
 
Na Teologia Paulina não encontramos o termo doença. Porém o sofrimento como sendo a marca da Igreja. É um dom divino. O cristão pode se alegrar no sofrimento. O apóstolo Paulo recebe do Senhor a força para levar avante seu apostolado, apesar de seu sofrimento (2Co 12.9s). Desenvolveu a teologia do sofrimento, coincidindo com a sua teologia da cruz. Sim, a mensagem da cruz que não esconde nada das humilhações do Messias padecente, é ao mesmo tempo, e em primeiro lugar, uma mensagem de ressurreição e vida. Para o apóstolo todo o viver do cristão é como uma tensão entre dois pólos: morrer e viver com Cristo. O sofrimento causado pela doença, pertence à própria essência da vida cristã.
 
A teologia paulina está fundamentada numa teologia de Jesus Cristo e o apóstolo Paulo prega o Cristo crucificado. A sua doutrina é a teologia da salvação. Assegura que o sofrimento de Cristo foi pelos nossos pecados e na forma de servo. Para a salvação dos homens e para a reconciliação com Deus. O cristão pode alegrar-se no sofrimento, pois é um sinal particular do amor de Deus. Os sofrimentos do tempo presente não podem ser comparados com a glória futura (Rm8.17). Paulo coloca também a idéia de que Deus castiga o homem piedoso para depois salvá-lo do juízo (1Co 11.32).
 
O cristão experimenta a vitória de Jesus sobre a morte participando pessoalmente da morte de Jesus. O cristão é batizado na morte de Jesus, pois somente nessas condições é que pode ressuscitar com Jesus para a nova vida.
 
Deus pode permitir uma doença como meio salutar de correção. Paulo se gloria de sua fraqueza, que se manifesta na sua enfermidade, “para que a força de Cristo desça sobre mim” e “que a vida de Jesus se manifeste em nossa carne mortal”.  O apóstolo vê assim a participação nos “sofrimentos de Cristo”(2Co1.5; Col 1.24), que sobrevêm à Igreja, seu “corpo”, em fadigas e provações, e, então suporta por “amor dos eleitos, a fim de que obtenham a salvação”. Aplicando a cada cristão que também aceita a sua enfermidade como vinda da mão de Deus.
 
O apóstolo, homem cheio de fé em Cristo, não foi curado de uma enfermidade, “um espinho na carne”, que ele também chama “um anjo de Satanás que me esbofeteia” (2Co 12.7); e por quê?  Para que não se ensoberbecesse com os dons recebidos de Deus. Pediu ao Senhor três vezes que o livrasse desse padecer, porém não foi atendido; mas Cristo prometeu dar-lhe graça para suportar, pois na fragilidade,  limitação e dependência do homem está o poder de Deus.
 
Concluindo, o mistério do sofrimento de Cristo, Filho de Deus podemos resumir numa palavra, amor. O poder de Deus sobre a vida e a morte aparece. Porém o mistério que envolve a doença e o sofrimento na vida do homem deve continuar. Somente diante de uma perspectiva escatológica o cristão obtém forças para suportá-lo. Pois, sabe que, como Cristo deve passar pelo sofrimento e a morte, se deseja ressuscitar e ter, na glória e ressurreição, vida plena. Por isso, então, iniciamos a Teologia Sistemática abordando o tema Sofrimento como algo inevitável na vida humana.
 
 
 
2. TEOLOGIA SISTEMÁTICA

 
2.1. O Problema do Mal e o Mistério da sua Existência

 
O mal é e continuará a ser o grande scandalum; e o problema de sua origem é o verdadeiro tormentum da existência[15].
 
                       Na história da criação o cenário era perfeito: O Espírito de Deus se movia sobre a face das águas (Gn 1.2). O ser humano é criado e colocado nesse cenário por Deus. Deus mesmo o faz. Esse homem era dotado de uma natureza moral e portanto não manchada pelo mal. Não havia lugar para o mal. A autoridade bíblica afirma que o mal não pertence à verdadeira natureza do homem... o mal penetrou em nossa natureza – e em toda a terra ao nosso redor – procedente de fora[16].
 
                       O fundamento do mal, a sua essência está em o ser humano não atender, não confiar, não obedecer à vontade de Deus. Deus, ao criar o ser humano à imagem divina, o fez com capacidade para a escolha moral, o livre-arbítrio, obedecer ou desobedecer. Se Deus tivesse evitado o mal, teria de nos fazer diferentes do que somos. Para sermos humanos precisamos de certas capacidades, no agir, no querer... O mal, portanto, era um complemento necessário do bom plano de Deus para nos fazer plenamente humanos[17].
 
                      Do mal natural advêm as doenças, o sofrimento e finalmente a morte; sendo qualificados humanos por atingir o ser humano. Muitos dos males físicos acontecem devido ao mal moral: sofrimento e pecado não se relacionam necessariamente em casos individuais, porém o egoísmo e o pecado humanos explicam muitos dos males existentes no mundo.
 
                    Os seres humanos se esforçam a fim de descreverem e decifrarem  o problema do mal mas este continua sendo um mistério. Alguns há que, diante do mal, negam Deus e toda ordem e desculpam-se na sua inexistência. Outros dizem haver uma batalha, um dualismo ferrenho entre o deus do mal e o deus do bem e por certo a vitória do bem se dará na escatologia. Há outros que também culpam o pecado e a queda da raça humana como responsáveis pelo mal. Claro está que estamos no meio de dois princípios que por serem opostos não podem ser reconciliados e sofremos as conseqüências.
 
                     Embora a narrativa bíblica de Gênesis 3, tente explicar a condição humana, não explica, contudo, a doutrina do pecado original, mas deixa implícito que os seres humanos, por ocasião da Queda, passaram à prática do mal, uma vez que sabiam discernir, então, o mal e o bem. De um modo misterioso, então, o mal físico seguiu-se ao mal moral, e não somente o homem foi atingido pelo pecado no Éden, mas toda a criação ficou sob a influência do mal.
 
                     No Gênesis, então, estaria o relato da transferência da maldade. A maldição pronunciada contra a humanidade, no Éden, é então representada por fatores específicos que conduzem toda criação às doenças, ao sofrimento, ao mal, e a morte. As tentativas para explicar a origem do mal são muitas, no entanto, ao homem estava destinado à volta ao pó, à terra donde foi tirado, pois que o ser humano não era imortal. Para Scheleiermacher, o mal estava presente no homem mesmo em seu estado original, quando sua consciência de Deus não era suficientemente forte para dominar a natureza sensorial do homem, presa aos sentidos[18]. Scheleiermacher faz Deus responsável, uma vez que é o Criador da natureza sensorial do homem.
 
                       Segundo a doutrina da Queda o homem é uma criatura que não se ajustou ao universo, por ser má, e não porque Deus o tenha feito assim, porém por possuir e abusar do seu livre arbítrio. O cristianismo afirma que Deus criou todas as coisas boas e o livre-arbítrio das criaturas racionais e isso incluía a possibilidade do mal a qual o homem escolheu e se tornou mau. Então todos os homens pecaram em Adão e atraíram para si as doenças, os sofrimentos e a morte. O mal é portanto inerente à própria existência de um mundo onde almas podem encontrar-se ou perversamente se ferirem umas às outras, causando o sofrimento.
 
                         Deus, em sua soberania, tolera o mal no universo, sendo os homens, e não Deus, os responsáveis pela tortura, prisões, escravidão, armas, bombas. Também a pobreza e o trabalho excessivo não são frutos da natureza, senão do homem avarento e estúpido. A criatura deve entregar-se ao seu Criador, e desempenhar intelectual, volitiva e emocionalmente esse relacionamento dado no simples fato de ser uma criatura[19].
 
Porém o ser humano precisa aprender como recobrar essa auto-entrega à semelhança de Cristo e essa rendição é uma espécie de morte que inclui sofrimento. O sofrimento pode ser permitido para que redunde em bênçãos espirituais (Tg 1.2-4); pode ser disciplinador  e também com firme certeza de que não nos pode separar do amor de Deus mas nos prepara para a glória (Rm 8.38,39; 8.18). Os humanos tornam-se mais bondosos e simpáticos e são imbuídos do propósito divino de vencer e eliminar o mal e com ele o sofrimento. O espírito humano não se renderá enquanto tudo correr bem. O erro e o pecado são assim, “um mal mascarado”. O sofrimento é um mal às claras, indiscutível; todo homem sabe que algo está errado quando sente dor[20]. É impossível ignorar esse mal que apela por justiça. E, “a revelação divina afirma a justiça de Deus em relação com o mal [21].
 
Existe a idéia de que o sofrimento seja um ‘castigo retributivo’ ou também a questão da vingança. Mas certo é que a rendição completa a Deus exige sofrimento. O mal pode servir para castigos de perversidades individuais e nacionais (Is 45.7; Lm 3.38; Amós 3.6). Se os homens violam as leis básicas de Deus, com certeza receberão as repercussões de suas próprias ações: aflição penal ou retributiva. A dor pode despertar o homem para a realidade se este vive o sono da ilusão. Sim, o sofrimento pode ser a voz de Deus para os perversos como para os salvos. Deus quer dar-nos algo, mas não pode, porque nossas mãos estão cheias – não há nelas lugar para colocá-lo[22].
 
O que pode então Deus ..fazer em nosso benefício senão tornar ‘nossa vida’ menos agradável, e remover as fontes plausíveis da falsa felicidade? É justamente aqui, onde a providência divina parece à primeira vista ser mais cruel, que a humildade divina, o rebaixamento do Altíssimo merece o maior louvor[23].
 
 O sofrimento não é bom de si mesmo, porém para o sofredor o que é positivo é a submissão à vontade de Deus que o conduz à compaixão e aos atos de bondade. Não desculpa, contudo, o fato de Deus extrair o bem do mal e que por sua misericórdia salve os praticantes do mal. A graça abunda onde há pecados, porém não justifica o continuar pecando. Cristo foi ao Getsêmani com uma vontade forte em escapar ao sofrimento e à morte e ali reside o efeito redentor do sofrimento. O que quero é sujeitar o que quero à vontade de Deus[24].
 
Um forte senso de nossas misérias comuns, pelo fato de sermos criaturas humanas, é um estímulo na remoção de todas as misérias possíveis. A doutrina cristã de auto-rendição é obediência, é teológica e isso a criatura deve ao seu Criador. A segurança que o homem almeja, se alcançada neste mundo, por certo seria um obstáculo à volta a Deus.
 
O pecado pode repetir-se porque a tentação original continua; mas, isoladamente, o pecado por sua própria natureza gera o pecado, fortalecendo o mau hábito e enfraquecendo a consciência. A dor então, como os outros males, pode naturalmente repetir-se pelo fato de a causa da primeira dor estar ainda operando: mas a dor não tem a tendência, por si só de proliferar. Quando ela acaba, acaba mesmo, e a seqüência natural é alegria[25].
 
                           Deus tem um plano para o mundo apesar do aspecto negativo do homem. Deus age buscando o homem com misericórdia num mundo dominado pelo mal. A vontade divina e suas exigências são desproporcionais à natureza humana, porém o Deus de Israel é Deus dos povos, cristãos e não cristãos, é o Deus da  Aliança. O Criador, quer ser também o salvador de todos.
 
                          Cristo Jesus reconheceu o mal no coração do ser humano, contudo    amorosamente eleva-o para uma dignidade divina, embora o seu campo de atividade seja dominado pelo mal. Há exigência de esforço para se conseguir o ‘Reino de Deus’. A estrutura do homem não se adequa às exigências do reino de Deus; o seu coração faz o mal mas, também julga o justo. Quando Jesus, Homem, vai à cruz, o mal fica manifesto em seu abismo mais profundo, pois que vence aquele que não teve pecado.
 
Mas este homem que, segundo a vontade de Deus, repara a maldade, tornando-se vítima da mesma, transformando-se em  victor quia victima... Subjetivamente o malvado já está julgado por aquilo que procura para si mesmo, declinando do bem [26].
 
                         Deus dirige sua ação salvadora ao homem na luta contra o mal. Isso é visto em toda sua inteireza em Cristo Jesus que combatia as doenças, a dor, o sofrimento. Mas é na cruz que é dado a resposta final para o problema do mal. A humanidade pode ser transformada em sua maldade pelo triunfo de Cristo sobre todos os poderes do mal. O mal será eliminado do universo, e a criação compartilhará dos destino glorioso do homem redimido. Tanto o mal físico como o mal moral serão banidos eternamente[27].
 
                          O mal será punido, e a eterna vida assegurada, num tempo de grande julgamento, em que cada pecado será revelado e também os fiéis. As imprecações das injustiças e sofrimentos de inocentes, a prosperidade do mau e do sofrimento terão respostas satisfatórias, por certo, na vida do porvir.
 
 
2.2. Teodicéia e Mistério Cristão: Provém  o Sofrimento de Deus?
 
 
Cristo nos revela Deus. Muitos compêndios de teologia procuram demonstrar a existência de Deus falando de suas obras, do homem como uma obra especial e depois Cristo o Deus-homem. A nossa teodicéia corresponde à fé que temos em Cristo Jesus homem, o Deus-homem revelado. Deus se revela e também os seus infinitos mistérios, quando quer, às capacidades humanas. Deus não pode ser compreendido por nós exceto quando Ele se acomoda (attemperat) ao nosso padrão[28]. Há uma distância entre Deus e o homem a qual somente Deus pode transpor, descendo às limitações da natureza humana. O homem criatura não pode jamais vencer esta finitude. Calvino reconhecia que o ser humano, na Criação, era um ser finito, limitado permanecendo assim essencialmente e sendo um pecador acidentalmente.
 
Deus em sua essência, é desconhecido e não podemos atingi-lo. Devemos manter nossos pensamentos nos limites impostos pela criação temporal e espacial, pois que especular o tempo e o espaço infinitos de Deus não convém ao ser humano, porque é possível somente a Deus. A revelação que o homem possui de Deus é aquela histórica, a sua obra redentiva que se acomoda à capacidade humana agravada de criatura pecadora.
 
                          Exatamente como revelação universal de Deus se origina da Palavra criativa de Deus assim esta acomodação especial à condição humana de pecado, ocorre exclusivamente através da própria humilhação que Deus empreendeu quando o Filho Eterno assumiu o ofício de mediador[29].
 
Edward A. Dowey, citando a teologia de Calvino diz que Deus não é jamais uma abstração que se relaciona com uma humanidade em abstrato, mas Deus é o Deus do homem, cuja face está voltada para nós e cuja pessoa e vontade são conhecidas[30]. O ser humano é descrito a partir da sua relação com este Deus conhecido, porém continua sendo homem criado e não deus. E como resultado do pecado, quando não olha para Deus esta relação ainda assim não é substituída. O pecado sendo um afastamento de Deus, contudo acontece na presença de Deus e redunda em glorificação do Senhor por meio do ser pecador.
 
 
A hipocrisia não pode chegar ao ponto ‘da mente não Ter mais nenhuma consciência da sua culpa na presença de Deus. Se o pecado causasse uma relação completamente negativa entre Deus e a criatura, o resultado seria autonomia: o homem não seria mais um mero homem, e satanás seria um segundo Deus. Mas, toda a revolta contra Deus ocorre tanto dentro da onipotência divina como dentro do campo da responsabilidade da criatura, responsabilidade esta baseada no conhecimento[31].
 
 
A teologia calvinista não separa o conhecimento de Deus da responsabilidade religiosa moral. O ser humano responde a Deus cultuando e obedecendo-O pelo conhecimento de Deus que a ele se revela e determina a sua situação existencial. Não adianta ao homem conhecer um Deus com quem não pode relacionar-se. Eticamente os cristãos são sacudidos no íntimo pelas exigências éticas da vontade de Deus e tendo uma revelação clara pode ousadamente dizer que conhece a vontade de Deus. Calvino desenvolveu a doutrina da Onipotência de Deus e afirmou uma doutrina da responsabilidade do indivíduo[32]. A queda e condenação do homem, ocorreu pela Sua própria culpa, embora estas coisas resultem do decreto da vontade eterna e imutável de Deus, que sendo um só, a fonte, suporte e fim de tudo é sobretudo justo e bom, não caprichoso ou impassível. 
 
 
2.3. Nos Sofrimentos de Cristo a Compreensão do Sofrimento
 
 
Cristo não propõe respostas metafísicas ao enigma do mal do sofrimento e da dor, mas sim uma presença e uma atitude. Deus em Cristo sofre com o sofredor, é agredido e crucificado e então é a partir dos sofrimentos de Cristo que conhecemos a maneira pela qual Deus vê o mal, o sofrimento e a dor.
 
A história de Cristo é a história de uma grande paixão, de uma passional consagração a Deus e seu reino, e com isso, e justamente por causa disso, se tornou a história de uma paixão inaudita, de uma agonia fatal. No centro da fé cristã encontra-se a paixão de um Cristo passional[33]. 
 
Os sofrimentos de Cristo são sofridos em solidariedade com outros, sofrimentos pelo mundo, sofrimentos necessários. Sua vida toda é marcada por sofrimentos à luz de sua mensagem messiânica[34]. Sofrimentos que como dores de parto produzem algo bom. Moltmann, em seu livro “O Caminho de Jesus Cristo” tematiza ‘Os sofrimentos de Cristo’ em seu horizonte apocalíptico, como esperança no Criador de uma nova criação. Jesus chama seu discipulado levando-o à perseguição de poderes dominantes e sofrimentos, pois que enviados como ‘ovelhas para o meio de lobos’. Propõe, também características dos sofrimentos de Israel, dos povos de Deus neste mundo sem Deus e também dos profetas de Deus. Os ‘sofrimentos de Cristo’ esto abertos para a comunhão com eles e também por amor de Cristo como os sofrimentos dos apóstolos e dos mártires os quais transcendem a comunidade porque sofrimentos escatológicos que envolvem toda criação. Os sofrimentos de Cristo abrangem também os sofrimentos do tempo nuclear, sofrimentos cósmicos desse tempo ecológico.
 

2.4. Sofrimentos Humanos de Cristo

 

Jesus morreu sua própria morte. Enquadrado como político perigoso, pretendendo ser o ‘rei dos judeus’ cavou um processo contra si mesmo, recebendo a sentença de morte. Foram os romanos que mataram Jesus, o Messias de Israel, um Messias paradoxo. Os homens mataram Jesus, o Filho de Deus, o qual abandonado pelo Pai, Deus, agonizou na cruz e gritou o seu abandono.
 
Jesus morreu também a morte de um judeu e por isso nesse sofrimento Moltmann reconhece os sofrimentos de Israel, que são sempre também os sofrimentos de Deus compartilhados e então sofrimentos na proximidade de Deus e não no abandono. Jesus morreu a morte de um pobre, pois que destituído de seus direitos, sem pátria, sofreu o destino de um escravo no Império Romano[35]. Um escravo torturado, injuriado e crucificado, então ‘os sofrimentos de Cristo’ são também sofrimentos dos pobres neste mundo.
 
Por fim Jesus morreu a morte do vivo, pois era mortal e também teria morrido um sem ser executado. Moltmann, partindo do dogma agostiniano-paulino de que a morte é o salário do pecado (Rm 6: 23), afirma que Jesus o Filho de Deus não pode ter morrido a sua morte, pois que era sem pecado. Logo Cristo morreu somente por misericórdia, vicariamente, nossa morte, a morte dos pecadores [36]. Mortalidade faz parte, sim, da natureza da finitude da criatura homem. A morte de Jesus na cruz é a morte-maldição do pecado. Morreu na cruz a própria morte natural em solidariedade com toda a natureza que geme, ‘sofrimentos do tempo presente (Rm. 8.18).
 

2.5. Sofrimentos Divinos de Cristo

 

Todos os títulos de Cristo, expressados pelas comunidades Cristãs primitivas através da sua fé em Jesus, tem seu fundamento teológico na ressurreição de Cristo. O Cristo Ressurreto é Cristo não só pelo túmulo vazio, mas pelos seus sofrimentos e morte na cruz. Sofrimentos divinos os quais devem ser compreendidos como os sofrimentos de Deus. Na entrega do Filho também o Pai se entrega, porém, não da mesma forma. O Pai sofre a morte do Filho. Ele a sofre na imensa dor do amor pelo Filho[37]. A morte do Filho corresponde, por isso, a dor do Pai. Não só o Pai entrega o Filho, porém, o Filho entrega-se a si mesmo, sendo objeto e sujeito. Os ‘sofrimentos de Cristo’ também são os sofrimentos do Espírito, porque na entrega de Cristo a renúncia do Espírito se revela. Assim como o Espírito é sujeito divino da história de Jesus, assim ele é também o sujeito divino de sua história da paixão [38]. Então por meio desse poder do ‘Espírito Eterno’, Jesus destruiu a morte em sua morte e o Pai que o abandona e entrega, sofre a morte do filho na imensa dor do amor[39].
 

Moltmann tomando o Gólgota como processo de teodicéia, pergunta: Jesus morre como o grito do abandono – e onde fica Deus? E responde para análise: Deus oculta seu rosto e silencia, e Jesus morre no silenciar de Deus: Por quê? Deus permite o morrer de Jesus, abandonando-o sem Deus e impotente. Como? Deus quer que Jesus morra assim. E tudo é feito pela ordem de Deus. O próprio Deus estava em Cristo. Jesus foi traído, condenado e morto, e Deus reage ressucitando-o.  Por fim vós intentastes o mal, Deus porém, intentou o bem (Gn. 50.20). E a cruz no Gólgota é transformada em bem.
 
O sofrimento e entrega de Cristo, um caminho de esvaziamento, de morte na cruz é co-sofrimento de Deus e é o caminho do amor divino. na entrega de Deus reside um sofrimento ativo: Deus vai buscar suas criaturas perdidas que sofrem. Moltmann cita Orígenes para falar em sofrimento de Deus por amor. Este sofrimento solidário, vicário e remidor por meio de vicariedade é o sofrimento de Deus. Deus se compadece tomando parte na dor e sofre um sofrimento do amor[40].
 
Concluindo, Deus permite o sofrimento, porém não deixa de ser Onipotente. Sua divina onipotência não se anula com a presença do sofrimento no mundo. E continua eternamente desejando que todos se salvem, sejam libertos no sofrimento, conhecendo-o em plena verdade.
 

Deus envia Cristo que, em profundidade conheceu e provou o sofrimento, e então agora concluímos que o sofrimento não é um problema para soluções, antes que se creia em Deus; mas sim o sofrimento é a situação pela qual Deus se nos revela assumindo-o solidariamente e transformando-o em semente de saúde, de ressurreição, de vida. Portanto o sofrimento passa a ser um mistério a ser esclarecido vivencialmente,  alinhado em Cristo e sua cruz, como veremos na Teologia Latino-Americana, cujo povo não tem a sua situação vivencial transformada, e, então identifica-se com o sofrimento de Cristo e também com o seu sangue vertido.
 
 
 

3. TEOLOGIA LATINO-AMERICANA

 
3.1. Sofrimento que Atinge a Todos: Uma Realidade na América Latina.

 

O sofrimento afeta a todos. Seja pela doença física, pobreza, injustiça, opressão. E todos nós, então, sofremos dores, sem dúvida, bem diversas. Existem os que sofrem vendo um dos seus queridos sofrer e não podem consolá-los. Existem os que sofrem por causa da miséria, uma realidade de sua vida: é preciso comer, vestir, morar...  Sim, o sofrimento atinge a todos em momentos vários da vida. É um fato universal e ninguém pode deixá-lo à margem.
 
A doença, é uma das causas de sofrimento e é a filha preferida da morte, pela qual todos passaremos. A doença atinge a todos, podendo envolver física, psicológica e espiritualmente, além de ser a causadora de medo. Pode ser causada por vírus, desnutrição, ferimentos, ingestão de substâncias tóxicas, desgaste ou degeneração de algum órgão do corpo, ou outros motivos.
 

Como uma intrusa aparece privando o ser humano da sua vida rotineira amedrontando-o, levando-o à entrega de seu corpo a estranhos que o conduz como uma criança que recebe ordens. Horários, regulamentos, afastamento da sociedade, da família da vida...  Sim, afastamento da vida porque o fim desse caminho é a morte e esse caminho é de dor de sofrimento de mal.
 

Moltmann, em seu livro “Deus na Criação”, diz que as doenças afeta a pessoa toda, ou seja, em sua integralidade.  As doenças se referem à pessoa pelo menos em quatro dimensões, segundo tal autor: 
 
1.Em sua auto-relação: A pessoa doente faz uma nova experiência consigo mesma. Ela não está mais de acordo consigo mesma. Ela   precisa se re-encontrar.
                      2.Em sua relação social: Estar doente significa, na maioria dos  casos, também um prejuízo nas relações sociais, a perda da atenção das pessoas, a experiência de isolamento, etc. A pessoa doente primeiro precisa aprender essa sua nova função, da mesma forma como os próximos precisam se re-orientar em relação a ela.
                       3.Na história da vida: Doença e fraqueza suscitam um conflito entre o projeto de vida e a experiência de vida. Ficar doente muitas vezes significa enterrar esperanças. A pessoa faz, então, experiências de despedida e uma pré-experiência de morte.
                       4.Na relação com o campo da transcendência: O sofrimento questiona o sentido que foi vivido e também a falta de sentido que foi vivenciada. Sofrimentos graves, no entanto, também, muitas vezes, revelam o absurdo da vida normal. Nesta relação, doenças e sofrimento grave podem conduzir a crises da confiança fundamental[41].
 
Doença, então é uma disfunção orgânica e causa sofrimento; é uma instabilização do sentimento próprio que segue com crise existencial, perda de sentido, perda de contatos sociais. O sofrimento atinge a todos pois que:
 
                         É uma das marcas da finitude humana e um significante da nossa mortalidade. Todos estamos sujeitos a esta condição de num tempo ou noutro da vida ser atingidos por inúmeras condições que o sofrimento assume[42].
 
O sofrimento traz sentido à nossa existência; muito embora  não seja reconhecido pelo idealismo o seu desempenho para todo ser consciente , a realidade vivida nos lembra sempre o sofrimento e a morte, nossa vulnerabilidade. Fatalidade ou não, o sofrimento perdura e a morte tem que passar, cedo ou tarde[43].
 
O sofrimento é um tema de reflexão pluridisciplinar. Sempre pensamos no sofrimento do outro. Num segundo momento é que pensamos o sofrimento em nós. A dor é pessoal e só num segundo momento é que a projetamos aos outros e também a experiência advinda da dor. Segundo Hubert Lepargneur, a dor traz o problema do significado e da valorização do sofrimento[44].
 
Imaginar uma felicidade que desconheça a contradição, que não assuma a dor, que não responda às perguntas mais dramáticas do ser humano é imaginar uma felicidade irreal, ilusória e impossível. Cedo ou mais tarde, todos nos defrontamos com o mal[45].
 
Porque a presença do sofrimento, da aflição e do mal, na história,, na natureza e na América Latina, a imagem de um Deus escondido leva a teologia para um confronto urgente e inevitável. O mal é uma realidade. E o sofrimento, na América Latina, parece ser injusto. Enquanto a religião, consoladora. E, a teologia fracassa em interpretar um símbolo central do cristianismo, a cruz. É preciso renovar e fortalecer a força de ser pessoa, conforme Moltmann chama de o espírito como afirmação da vida, o amor[46].
 
E ainda o mesmo Moltmann oferece definições mínimas para melhor entendermos o que vem a ser vida humana sujeita a sofrimento e morte.
 
Vida humana é vida aceita, afirmada e amada. A força da existência humana está na aceitação, na afirmação e no amor da vida fraca e mortal. Visto a partir dessa força para a vida, o morrer não é um fim, e a morte não é a ‘separação da alma do corpo’, ou a total ‘falta de relação’, mas uma passagem para um outro modo de ser e uma metamorfose numa outra forma. A pessoa não foi criada em sua corporalidade para ter um fim na morte, mas para transformar-se através dela. A esperança da ressurreição do corpo e de uma vida eterna na salvação corresponde à criação corporal da pessoa através de Deus, e a completa Esperança de ressurreição é fé na criação, orientada para a frente[47].
 
Diante da experiência de sofrimento, aflição e opressão na vida humana, parece paradoxalmente, existir um Deus ausente, ou talvez um Deus contemplativo ou ainda um Deus escondido, alheio aos gritos do sofredor latino-americano.
 
É nesse contexto que a teologia da libertação faz uma reflexão sobre Deus, mediante as lutas dos excluídos, marginalizados, colonizados e sofridos.
 
 Para os teólogos da libertação cristãos a manifestação de Deus na história e na sociedade está situada onde Deus está aparentemente mais ausente: nos rostos de povos inteiros crucificados. Deus se manifesta no escondimento, a saber, em lugares de pobreza, morte e sofrimento. Segundo Gustavo Gutierrez, por exemplo, a teologia deve alimentar-se com a manifestação de Deus na fraqueza e no escândalo da cruz. Mas também como Jó, não podemos refrear nossa língua. Com humildade devemos deixar que ressoe na história o grito de Jesus na cruz e que ele nutra nosso esforço teológico[48].
 
Em face do mal mortífero, a ausência ou a indiferença de Deus ao sofrimento na natureza e na história é que está a necessidade de uma teologia da cruz permanente, pois que lugar de sofrimento, negatividade, conflito e morte. Se existe um modo de conceber o sofrimento que oculta a Deus, também há um modo de crer em Deus, que esclarece e explica o sofrimento, a cruz no calvário.
 
Para compreendermos a verdadeira resposta ao porquê do sofrimento, precisamos voltar a nossa atenção à revelação do amor divino, fonte última do sentido de tudo. O amor divino ajuda-nos a encontrar sentido para o sofrimento e na medida que compreendemos este amor, descobrimos ”para que” o sofrimento. Cremos que a maior resposta a cerca do sentido do sofrimento e do amor divino  foi dada por Deus ao homem na cruz de Jesus e, somente o Cristo na cruz é exemplo máximo de sofrimento.
 
3.2. Cristo: Modelo de Sofrimento Humano
 
Para Moltmann é somente o Crucificado o que realiza a liberdade que muda o mundo, porque já não teme a morte o que foi para o seu tempo escândalo e necessidade. A morte de Cristo Jesus na cruz é o centro de toda a teologia cristã e revela sua verdadeira e concreta humanidade para nós hoje.
 
Muitas imagens de Cristo surgiram através dos séculos na América Latina. A imagem de Cristo no índio oprimido, a sua presença na cristologia oficial, a imagem que sublinha o sofrimento de Jesus na cruz, com a qual os pobres se identificam e na qual associam o seu sofrimento próprio, imposto desde que lhes anunciaram Cristo até os dias de hoje.
 
                           Desde o início, os índios vencidos que aceitaram Cristo fizeram-no de forma específica. Não o assumiram sincreticamente, mas do Cristo trazido pelos  vencedores assumiram precisamente aquilo que mais se assemelhava a ele: um Cristo aniquilado e vencido.  Nesse Cristo sofredor se reconheceram e dele aprenderam paciência e resignação para poder sobreviver com um mínimo de sentido na cruz que lhes foi imposta. O que a religiosidade popular fez ao longo dos séculos, consciente ou inconscientemente, foi reinterpretar a divindade de Cristo como símbolo do último reduto de poder ante sua importância, mas o que realmente buscou foi consolo em seu desconsolo. Até o dia de hoje o Cristo das maiorias pobres da AL é o Cristo sofredor, de modo que a semana santa é o momento religioso mais importante do ano, nela a sexta-feira santa e nesta a procissão do Senhor Morto[49].
 
Jesus Cristo, sem dúvida, foi o maior exemplo de sofrimento humano. “Cristo é a imagem do Deus invisível” (Col. 1.15). E é somente em Cristo que o homem limitado, finito que sofre pode  tornar-se  à   imagem   incorruptível   do Deus incorruptível. Porque sofreu e recebeu em si todo o mal, Cristo pode transformar todo o sofrimento em algo significativo e proveitoso. Deus transforma morte em vida, mal em bem, sofrimento em consolações.
 
Cristo passou pelo sofrimento, passou pela cruz do Calvário, sentiu a dor, só então obteve a vitória da ressurreição. nada exigirá do homem que não tenha exigido de si mesmo[50], Cristo aniquila a morte, a doença, a maldição, o sofrimento com a sua própria vida. O sofrimento é aterrador, porém a vida de Cristo Jesus, sua vitória sobre a morte acarreta a morte de todo o sofrimento até “a morte da morte”.
 
O sofredor pode ter agora uma nova vida marcada pela experiência da cruz que o conduz da morte para à vida do sofrimento para a libertação. E Cristo  e sua cruz dão início a essa realidade triunfante.
 
Moltmann, em seu livro “El Dios Crucificado”, apresenta no capítulo três as questões sobre Jesus, sendo que uma das questões abordadas é a discussão Jesus, hoje em nosso ambiente cultural, entre cristãos e ateus com vistas à liberdade do homem e a justiça no mundo. Porém nesse processo sobre Jesus no mundo temos somente testemunhos.
 
O problema interno da Cristologia não é somente a relação com a pessoa de Cristo, sua designação com o nome de Jesus, mas sim a relação com sua história, com sua morte na cruz. A fé pergunta continuamente por Jesus e sua significação para o presente.El mismo Crucificado es la base del movimiento, a alegria y el sufrimiento de toda teologia que sea cristiana[51]. Em Colossenses 1: 15,19 lemos: Cristo é a imagem do Deus invisível. Nele habita corporalmente a plenitude da divindade.
 
As perguntas que surgem são como pode sofrer e morrer numa cruz um Deus imortal, um ser infinito e doador da existência? E então no Cristo Crucificado estão as respostas para o sofrimento humano. É no Cristo Crucificado que começa o futuro da ressurreição e da vida eterna, da destruição da morte e da nova criação.
 
A sociedade moderna quer alcançar felicidade sucesso sem sofrimento além de querer superar todos os sofrimentos. Isso está fora do alcance e então para as dores usam-se anestesias suprimindo os sofrimentos. Jesus sendo o próprio Deus esvazia-se de sua glória e se encarna tornando-se plenamente homem. NEle temos o exemplo máximo a seguir. Pois, como um novo Adão abre um novo tempo escatológico para uma nova humanidade, e nos ensina, com sua vida e suas palavras, uma nova maneira de viver a humanidade plena.
 
Sim, Jesus Crucificado é a mais alta e nobre mensagem que Deus envia ao povo latino americano. Com seu sofrimento e morte na cruz Ele, Cristo, ensina-os a encarnar esta nova humanidade, entrando neste reino que irrompeu com a sua vinda.
 
Jesus, o homem de dores, encarnação do servo sofredor, é quem somente pode estar sensibilizado com o pobre, o doente, o oprimido, o moribundo, enfim com toda dor humana. Porque sofreu sabe o que é padecer, então se compadece diante de toda forma de sofrimento. Com os sinais se manifesta a sua verdadeira missão, consolar, aliviar, curar, ressuscitar, o verdadeiro servo sofredor (IS 53.4), que não elimina o sofrimento, porém o assume recebendo em si mesmo toda dor. Então, não elimina as lágrimas, só seca algumas delas ao passar (Lc 7.13;8.52), em sinal da alegria que irá unir Deus e seus filhos no dia em que ele enxugará toda lágrima[52].
 
3.3. O Lado Bom do Sofrimento
 
Há pessoas que vivem solitárias longe da sociabilização e quando doentes, quando estão sofrendo são alvos da atenção, carinho e simpatia das outras pessoas, por isso fazem da doença um meio de viver.
 
Também há pessoas que quando sofrem adquirem uma percepção mais realista da própria vida. Ilusões são desfeitas, orgulhos e então através da própria dor, do sofrimento descobrem recursos inesgotáveis da graça de Deus. E somente a esperança na graça de Cristo Jesus é que nos dá a visão da vida ressurreta e eterna.
 

O sofrimento causado por doença pode ser usado por Deus como um mestre. O sofrimento pode volver o olhar do ser humano para o alto, uma vez que o maior, desejo de Deus é que Seus filhos não se iludam sobre o que é mais vital na vida cristã, isto é, um companheirismo estreito com Seu amado Filho[53]. A causa da cegueira do cego de Jericó (Jo 9) era a vontade de Deus, e o seu propósito, a glória do Senhor Jesus[54].
 
Um exemplo bíblico extraordinário está na história de Jó. O próprio Criador chama a atenção para o seu caráter reto temente a Deus desvia-se do mal, também a sua vida piedosa (Jó 1.1). Porém Deus permite a Satanás tocar em tudo o que Jó possui, filhos, bens etc, num mesmo dia. Entretanto Jó não atribui a Deus culpa alguma e por fim ele mesmo é afligido por doença como poucos. Ao final Jó contempla o Deus Justo e Soberano e se curva diante da Sua santidade, recebendo muitas bênçãos. Deus é glorificado no sofrimento de Jó e na sua enfermidade. O conflito de Jó, verdadeiramente, foi com Deus e não com os seus três amigos humano, pois, que a presença de Deus é real.
 
 
 
3.4. A Cruz de Cristo: A Vitória Sobre Todo Sofrimento
 
A América Latina conhece o Jesus, cuja vida desenrola-se entre dois momentos: o Seu nascimento numa manjedoura e a sua morte na cruz sangüenta. Esses dois momentos aconteceram em abandono e fraqueza.
 
Como então, o latino-americano pode esperar cura lenitivo para o seu sofrimento? Somente à luz da fé é possível ver Deus presente na manjedoura e na cruz. Sim, na cruz de Cristo está a vitória para todo o sofrimento humano, pois, que a presença de deus é real na cruz de Cristo. Na cruz Jesus se identifica solidariamente com os pobres e oprimidos com o sofrimento do latino-americano, se despojando, se doando, adoecendo, sofrendo, morrendo. É na cruz de Cristo que se concentra:
 
o ponto de confluência do combate de dimensão histórica e universal entre o mal e justiça, a maldição e a bênção, a morte e a vida. (...) Nada há aí de resignação derrotista; tudo é padecimento solidário e, por isso, paradoxalmente vitorioso. O Jesus morto da veneração popular latino-americana pode ser expressão de resignado e impotente padecimento - positivamente, porém, há até mesmo nessa caracterização um elemento essencial para a sobrevivência na opressão - mas o Cristo crucificado, é um combatente do amor divino. Sua cruz revela-se, em definitivo, não como derrota, mas como a culminância vitoriosa de um combate total: por isso  ‘Christus victor’, Cristo vitorioso[55].
 
É um sofrimento solidário e então vitorioso; a cruz revela-se vitoriosa, porquanto, a ressurreição se dá em meio a experiência da cruz. “A ressurreição ocorre sempre em meio a situações de malefícios de alienação, de cruz[56].
 
É mister, é urgente que o povo latino-americano se junte a Cristo Jesus em seu esvaziamento, e vinculado e amalgamado em Cristo, por sua obra de redenção, reflita a conformação libertadora de Cristo, em experiência de cruz e em combate a todas as formas e forças de sofrimento, de dor, opressão maldade e morte.
 
A cruz é a forma do reino futuro, libertador, e o Crucificado é a encarnação do Ressuscitado. É no Crucificado que está presente o final da história, o final da dor, da doença, do sofrimento, pois que há reconciliação em meio à luta e esperança para superar e vencer todo o sofrimento. Sim, há salvação do mestre da cruz, o ressurreto dentre os mortos para todo sofredor da América Latina.
 
O Deus do futuro está prometido na ressurreição de um crucificado e é a cruz a concretização de toda a teologia. O Crucificado pode e traz esperança ao sofredor, pois, que a ressurreição é a sua esperança; esperança cristianizada concretizada no eschaton. A cruz expressa um acontecimento histórico, porém a ressurreição um acontecimento escatológico. O crente sofredor tem como base para a sua fé e esperança a “ressurreição de um crucificado”. Há um crucificado e existe também uma história crucificada. E porque a ressurreição é de um Cristo crucificado há a expressão da justiça para os sofridos não só de vida no além. Na ressurreição do crucificado toda injustiça. Sofrimentos são superados uma vez que ficamos diante de uma história de miséria e sofrimento que pressupõe o amor e nos coloca em fraternidade com os que sofrem.
 
Moltmann recupera a dialética da realidade e o presente entàoé diretamente miséria, opressão, sofrimento, injustiça, pecado. Coloca a situação presente não só como um distanciamento do futuro senão que uma contradição do futuro esperado pois que para ele: o eschaton é o futuro e a esperança tem o primado[57].
 
CONCLUSÃO
 
Não possuímos todas as respostas para o porquê do sofrimento. Porém através desse trabalho, descobrimos a resposta a partir da Cruz de Cristo. É impossível, pois, tentar falar sobre o sofrimento, em especial sobre doença, que como vimos é uma forma de sofrimento, sem que corramos àquele que foi o maior sofredor. Conheceu o sofrimento como nenhum outro, recebeu em Si o sofrimento do mundo inteiro, provou toda sorte de dor, e tal foi que morreu em uma cruz, crucificado. Sim em Cristo e sua Cruz a resposta para todo o sofrimento humano.
 
A atitude cristã frente ao sofrimento deve de ser dirigir toda atenção para as promessas de que nossa cruz e provação deverão ser mudadas para o bem, como jamais teríamos desejado ou pensado. Aqui está a diferença do cristão e do não-cristão diante do sofrimento. O não cristão diante do sofrimento não tem em que se consolar, pois não tem o consolo do maior sofredor, Cristo, e não tem as promessas do Pai. Com nada conseguem consolar, a às vezes não subsistem, porque não tem o consolo.
 
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[1] Westermann, Claus. Teologia do Antigo Testamento p.83.
[2] RIBEIRO, Helcion. Ensaio de Antropologia Cristã ,p.71.
[3] homem efêmero. WOLFF, Walter Hans. Antropologia do Antigo Testamento p.43.
[4] FONSECA, José Saraiva. Criação, Queda e Restauração do Homem. p31,
[5] Homem efêmero, Wolff,Walter Hans. Antropologia do Antigo Testamento . p.43
[6] WOLFF, Walter Hans. Antropologia do Antigo Testamento p.193.
[7] GERSTENBERGER, Erhard S. e SCHRAGE, Wolfgang. Por que Sofrer? P.27.
[8] WOLFF, Walter Hans. Antropologia do Antigo Testamento p.198.
[9] TERRIEN, Samuel. , p. 19.
[10] TERRIEN, Samuel. . p.301.
[11] BETTENCOURT, Dom Estêvão. Para Entender o Antigo Testamento. Agir, 3ª edição, 1965, Rio de Janeiro, Pp. 214-215.
[12] DU BUIT, F.M.. Dicionário Bíblico Universal. P. 765, Vozes, 1997  (L. Monloubou)
[13] HEUSCHEN, J.. Dicionário Enciclopédico da Bíblia. p. 1454.
[14] MACKENZIE, John. Dicionário Bíblico, p. 872.
[15] BERNHART, J.. “mal” in Dicionário de Teologia, p.217.
[16] FITCH, William. Deus e o Mal, p.30.
[17] ERICKSON, Millard J.. Introdução à Teologia Sistemática, p. 186.
[18] BERKHOF, Louis. Teologia Sistemática, p. 231.
[19] LEWIS, C.S.. O problema do sofrimento , p.65.
[20] IDEM, p.67.
[21] BERNHART, J. In: Dicionário de Teologia. p.220. vol. III.
[22] LEWIS, C.S.. O problema do sofrimento. p.69.
[23] LEWIS, C.S.. O problema do sofrimento. p.70.
[24] IDEM p.81.
[25] IDEM p.83-84.
[26] FRIES, Heinrich Dicionário de Teologia.  p.222. vol. III.
[27] G.C.D.H..”Mal”. In: O Novo Dicionário da Bíblia, p. 985. vol. 2.
[28] DOWEY, Edward A. In: Antologia Teológica p.98.
[29] DOWEY, Edward A.. In: Antologia Teológica, p.99.
[30] IDEM, p.100.
[31] IDEM. p. 101.
[32] DOWEY, Edward A.  In: Antologia Teológica. p.104.
[33] MOLTMANN, Jürgen. O Caminho de Jesus Cristo. p. 208.
[34] IDEM, p.211.
[35] MOLTMANN, Jürgen. O Caminho de Jesus Cristo, p.231.
[36] Idem p232.
[37]MOLTMANN, Jürgen, O Caminho de Jesus Cristo. p.237.
[38] idem p.239.
[39] MOLTMANN, Jürgen. O Caminho de Jesus Cristo. p.242.
[40] MOLTMANN, Jürgen. O Caminho de Jesus Cristo. p. 242.
 [41] MOLTMANN, Jürgen, Deus na criação, p.389.
[42] CALVACANTI, Eleny Vassão de Paula. Aconselhamento a pacientes terminais, p. 6.
[43] LEPARGNEUR, Hubert. Lugar atual da morte: antropologia, medicina e religião, p.25.
[44] Idem p. 26.
[45] Idem p. 41.
[46] MOLTMANN, Jürgen, Deus na criação, p.390.
[47] MOLTMANN, Jügen, Deus na criação, p.390.
[48][48] MOLTMANN, Jürgen. O Caminho de Jesus Cristo. p. 242.
 
[49] SOBRINO, Jon. Jesus, O Libertador, p.26.
[50] CAVALCANTI, Eleny Vassão de Paula. Mal em Bem p.145.
[51] MOLTMANN, Jürgen. El Dios Crucificado, p.124.
[52] MOREIRA, Hamilton Sant’ana. Sofrimento, Pp.28-29.
[53] W.W. Orr, Cura Deus no Dia de Hoje?  P.22
[54] Idem p.24.
[55] ALTMANN, Walter. Lutero e Libertação, p. 73.
[56] ALTMANN, Walter. Lutero e Libertação, p. 73.
[57] SOBRINO, Jon. Op. cit., p. 176.



Nota Importante: Este trabalho de monografia foi apresentado pela aluna Marilda F Ghiraldi no ano de 1999, no Seminário Teológico Antonio de Godoy Sobrinho, como requisito parcial à obtenção o título de Bacharel.  Sou grato a Deus por este exelente trabalho e pela vida da minha irmã. Deus te abençoe.

SOLI DEO GLORIA
REV. RUBEN DARIO DAZA B.