Filipenses 4:8:
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
Filipenses 4:8 nos comanda a dirigir nuestros pensamientos en una dirección específica, es decir, a hacernos cargo de nuestra vida de pensamiento. Si no tomamos control de nuestros pensamientos, nuestras vidas se verán afectadas negativamente en cualquiera de las tres categorías de nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu.
Proverbios 17:22:
El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos.
El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos.
Alegría y tristeza. Emociones. Una, medicina para nuestro cuerpo; la otra, enfermedad. Existen dos grupos importantes de emociones: las emociones positivas basadas en la fe y las emociones negativas basadas en el miedo. Dependiendo del tipo de emoción que uno experimente, el cerebro produce un determinado tipo de sustancias químicas que son distribuidas a través del torrente sanguíneo por todo el cuerpo y afectan positiva o negativamente nuestro organismo. Cuando sentimos alegría, por ejemplo, nuestro cerebro libera un tipo de sustancias llamadas endorfinas o “químicos del bienestar”. Estos químicos tienen un efecto positivo sobre las células y refuerzan nuestro sistema inmune ayudándonos así a permanecer saludables por más tiempo.
Las emociones basadas en el miedo (como la rabia, la tristeza, la culpa, el resentimiento, etc.) liberan otro tipo de sustancias que pueden llegar a ser tóxicas para nuestro organismo. Toda emoción negativa pone automáticamente el cuerpo en modo de stress. Una cierta cantidad de stress es necesaria para que el ser humano funcione ante situaciones retadoras o de peligro; sin embargo, cuando en la sangre hay un flujo excesivo o constante de químicos estresores, estos químicos pueden llegar a alterar la estructura de las células, deprimiendo el sistema inmune y creando condiciones para que se desarrollen problemas de salud que se manifiestan tanto en el cuerpo como en la mente.
La Palabra de Dios nos advierte que las emociones tienen un impacto sobre nuestra condición física y que nuestro cuerpo se beneficia o se daña dependiendo del tipo de emoción que experimentamos.
¿Y de dónde provienen las emociones? Las emociones tienen origen en nuestra vida de pensamiento. Pensamientos negativos producen emociones negativas, pensamientos positivos originan emociones positivas. Son nuestros pensamientos los que determinan nuestros estados de ánimo. Y nuestros estados de ánimo influyen en nuestra salud. Hay investigaciones que muestran que cerca del 87% de las enfermedades pueden ser atribuidas a nuestra vida de pensamiento y aproximadamente el 13% a los hábitos alimenticios, a la genética y al ambiente. Dios lo dejó dicho y la ciencia médica lo ha comprobado. No hay ninguna duda de que “qué” pensamos y “cómo” pensamos afecta nuestra condición emocional, física y mental.
¿Quiere decir entonces que cualquier pensamiento negativo que yo tenga me hará daño? ¿Cómo hacemos con los hechos o realidades negativas de la vida? ¿Deberemos ignorarlos?
Mateo 9:4:
Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
¿Dónde pensaban mal ellos? ¡En sus corazones! No somos responsables por cada pensamiento que nos pasa por el cerebro, sino sólo por aquellos que guardamos. Son los pensamientos arraigados en la mente –junto con sus correspondientes reacciones bioquímicas− los que tienen un impacto masivo en nuestro bienestar emocional, mental y físico.
“Notar” u “observar” que algo es de cierta manera y que esa manera pueda estar dentro de la categoría de lo negativo no es necesariamente un pensamiento negativo. Obviamente, necesitamos notar las cosas que no andan bien para tomar la acción positiva que esté disponible en cada caso. Notar, por ejemplo, que un conocido pasó por mi lado y no me saludó es una observación que ciertamente no es positiva pero que probablemente no me hará ningún daño. Es cuando le agregamos al pensamiento que nos metemos en problemas. “Fulano no me saludó”…“¿Y quién se creerá que es?”…“Seguramente le caigo mal”…“¿Será que le dije o le hice algo?...“Pero debería decírmelo”…“Con lo que me molesta la gente que no habla claro”…“Como cuando Fulano me ignoró en aquella fiesta y al final resultó que le habían ido con un chisme”…“¡Qué rabia!”…“Y yo que confiaba tanto en la persona que fue con el chisme”…“Es que ya no hay nadie digno de confianza”…“Este mundo va de mal en peor”, etc., etc., etc. Es cuando caemos en esta serie de consideraciones negativas cuando nos metemos en problemas. Porque mientras transitamos esa ruta de pensamientos negativos, los químicos tóxicos relacionados con esos pensamientos fluyen por todo nuestro cuerpo y como no son desechados, ya que no existe ninguna situación de riesgo o peligro que enfrentar, terminan transformándose en sustancias aún más tóxicas las cuales finalmente se alojan en alguna órgano de nuestro cuerpo con los correspondientes efectos perniciosos.
Consideremos el caso de Job. La Palabra nos dice que Él pensaba que quizás sus hijos habían pecado y habían blasfemado contra Dios en sus corazones, y que “…de esta manera hacía todos los días” (Job 1:5). No fue un pensamiento aislado lo que ocasionó sus males. Job se mantenía preocupado o ansioso todos los días. La ansiedad o preocupación es una de las emociones más destructivas. Los archivos de la memoria que contienen datos sobre la ansiedad son extremadamente poderosos: parecen activar todos los sistemas del organismo desde los pies a la cabeza llegando a impactar no sólo nuestro cuerpo sino también nuestras capacidades mentales. Y por si fuera poco, los efectos de la preocupación o de la ansiedad permanecen mucho tiempo después que la amenaza o el peligro se ha ido. No es de extrañar, pues, que a Job le aconteciera todo lo que ya sabemos.
Proverbios 23:7:
Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.
Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.
El ser humano es lo que piensa. Nuestra vida de pensamiento determina lo que somos o lo que llegaremos a ser. En otras palabras, uno se vuelve aquello que “mira”. Cuando pensamos, nuestro cerebro construye una memoria de ese pensamiento. Si la atención prestada al pensamiento es momentánea, la memoria construida será débil y nuestro cerebro la desechará a corto plazo mientras dormimos. Si nuestra atención es enfocada, la memoria permanecerá y se hará más fuerte cada vez que se use. Es así como se forman las fortalezas de que habla 2 Corintios 10:5. Una fortaleza es un pensamiento que ha sido fortificado a lo largo del tiempo. Esas fortalezas son las que llegan a determinar nuestra manera de pensar, nuestro modo particular de ver la vida, es decir, nuestra “manera de ser”. Para decirlo con una frase del Dr. Wierwille, “Los patrones de pensamiento determinan mi corazón”. Es así como de tanto pensar que ya no hay nadie digno de confianza, yo llegaré a ser una persona desconfiada. La desconfianza será uno de los lentes a través de los cuales yo mire la vida; será una de mis actitudes ante cualquier hecho o realidad que me toque vivir.
Jeremías 6:19:
Oye, tierra: He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon mis palabras, y aborrecieron mi ley.
Oye, tierra: He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon mis palabras, y aborrecieron mi ley.
Los pensamientos también generan realidades físicas. No necesariamente de inmediato –como una varita mágica− pero sí finalmente, con el tiempo. La realidad que tengo hoy es el resultado de toda una vida pensando, positiva y negativamente. Lo que incluimos en nuestra visión –nuestra visión interna− es la dirección en la cual tendemos a ir. Donde la mente va, el hombre sigue. De los pensamientos negativos surgirán realidades negativas y de los pensamientos positivos surgirán realidades positivas. Cada vez que un individuo tiene un pensamiento o una forma crónica y prolongada de pensar, esa persona está en proceso de generar una realidad. Consciente o inconscientemente, tendremos el fruto de nuestros pensamientos. ¿Qué hacer entonces? La respuesta es Filipenses 4:8.
Filipenses 4:8:
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
¿Se refiere acaso este versículo al pensamiento positivo tal como lo enseña y practica mucha gente hoy en día? Definitivamente ¡no! Lo que los llamados pensadores positivos hacen, o pretenden hacer, es negar lo que esté sucediendo para reemplazarlo con una imagen mental más placentera sin llegar a tomar ninguna acción responsable. Por ejemplo, si alguien tiene una herida en la pierna probablemente le dirán: “Tu pierna está bien. Esa herida no es más que una ilusión. Piensa que tu pierna está curada. Imagina que tu pierna está en perfectas condiciones”. Este tipo de actitud lo que hace es desconectar a la persona de la realidad pudiendo causar desorientación, confusión, enfermedad y problemas aún mayores.
En la Biblia Amplificada, la frase “En esto pensad” se lee: [Medita, reflexiona, considera]; ten la mente llena de; [mide, pesa]; [toma en cuenta, observa] estas cosas; [fija, establece, clava] tu mente [pensamiento, memoria, deseos, intenciones, intelecto] en ellas. Lo que Dios nos plantea en Filipenses 4:8 podríamos llamarlo entonces como “enfoque positivo”. Dios nos pide que enfoquemos nuestra vida de pensamiento en todo aquello que esté alineado con la belleza y perfección de Su Palabra.
Filipenses 4:8 está en modo imperativo; es un mandamiento. ¿Nos mandaría Dios a hacer algo para lo cual no nos haya capacitado?
Si consideramos el ámbito natural, veremos que Dios dotó tanto nuestro cuerpo (cerebro) como nuestra alma (mente) para que seamos capaces de tomar control de nuestra vida de pensamiento. Nuestro cerebro fue diseñado de manera tal que existe un punto en que la información recibida –sea que provenga del mundo exterior o de nuestro mundo interior (memoria)− es mantenida durante un corto período de tiempo hasta que cada persona, por su libre albedrío, decide si la acepta o la rechaza, si la analiza o no. ¿Y dónde está el libre albedrío? Está, según nos dice el Seminario I, en la categoría del alma, específicamente en la mente. Por cierto, ¿sabían ustedes que los científicos creen haber identificado un código genético para el libre albedrío? El profesor David Suzuki, un genetista de la Universidad de Columbia, sostiene que los genes realmente importantes de nuestro cuerpo no son los que nos dicen qué hacer, sino los que nos dan la habilidad para cambiar de conducta en respuesta al medio ambiente. Así pues, en lo que respecta a las categorías de cuerpo y alma, no tenemos excusa.
1 Tesalonicenses 5:19:
No apaguéis el espíritu.
No apaguéis el espíritu.
Otro efecto de los pensamientos negativos es que apagan o extinguen el poder de Dios, es decir, impiden la manifestación del don de espíritu santo. En la Biblia en inglés, la palabra “apagar” es “quench”, que significa desconectar, aislar, extinguir. Los pensamientos negativos nos desconectan, nos aíslan de Dios de manera abrupta, brusca e indigna. Los pensamientos negativos extinguen el fuego del espíritu santo, impiden la manifestación del don; anulan nuestra fuente de ayuda y poder.
Nuestro adversario tratará siempre de contaminar nuestro pensamiento con sus dardos de fuego para anular el poder que está en nosotros. Su meta es que nos enfoquemos en todo lo que es falso, en todo lo deshonesto, en todo lo injusto, en todo lo impuro, en lo que no es de buen nombre, en lo que no tiene ninguna virtud ni nada digno de alabar. Él trabaja para distraernos, para desenfocarnos de la verdad de la Palabra y, en consecuencia, vencernos.
Cuandoquiera que reconozcas que un pensamiento es negativo, ¡dale la voz de alto! En tus manos está tomar la ruta tóxica −acumular todas las evidencias negativas pasadas y presentes relacionadas con una persona o con una situación− o, por el contrario, tomar la ruta de la acción positiva −pensar cuál acción está disponible hacer para la gloria de Dios. ¿Y cuando no sea posible tomar ninguna acción?
1 Pedro 5:7
echando toda vuestra ansiedad sobre él porque él tiene cuidado de vosotros.
echando toda vuestra ansiedad sobre él porque él tiene cuidado de vosotros.
Cuando ninguna acción esté disponible de tu parte, pues simplemente le presentas el asunto a Dios y echas toda ansiedad o preocupación sobre Él, sea por tu persona, por tu familia, por otros, por la iglesia, por el presente, por el futuro. Tú dejas todo cuanto está fuera de tu control a la sabia disposición de Dios porque Él cuida de ti. Luego, reenfocas tu mente. Fijas, estableces tus pensamientos en la grandeza de Dios y de Su Palabra.
¿Sabías que la preocupación, además de dañina para nuestra salud, es también pecado? Sí, ¡pecado! Preocuparse es tan pecado como robar porque en Filipenses 4:6 tenemos un mandato que dice: “por nada estéis afanosos”. El Dr. Wierwille, en “El Estilo de Vida de Un Creyente”, lo expresa así: “Éticamente es incorrecto preocuparse por cosas que están más allá de nuestro control.” Las preocupaciones son pecaminosas porque surgen de la incredulidad y de la desconfianza para con Dios. Adicionalmente, al torturar y distraer nuestras mentes, nos inhabilitan para cumplir con nuestros deberes y obstruyen nuestro gozo en el servicio para El Altísimo.
Romanos 8:37:
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó.
Hemos sido diseñados para ser más que vencedores. La competencia, como hemos visto, comienza con los procesos de pensamiento. Ser más que vencedor requiere no permitir que nuestros pensamientos corran desbocados. ¿Cómo? Comprometiéndonos a interactuar responsablemente con cada uno de ellos. Nuestro trabajo consiste en revisar cada pensamiento (“pensar en lo que estoy pensando”) y reconocer el punto en que se desvía de la verdad de la Palabra para luego llevarlo cautivo al pensamiento de Cristo. No se lleva cautivo algo preguntándole si quiere ir. Llevar cautivo involucra la aplicación de fuerza pues hay algo que se resiste.
Una actitud mental fuerte se construye de la misma manera como se gana fuerza física: repitiendo. Trabajar con pesas fortalece el cuerpo. Trabajar con los pensamientos fortalece la mente. La manera de fortalecer el enfoque positivo es ejercitándolo. Y lo bueno es que contrariamente al ejercicio físico, cuando lo practique en exceso ¡no se levantará adolorido al día siguiente! ¿Y cómo me ejercito? Preste atención a lo que piensa. Cómo nos sentimos respecto a la vida depende de dónde ponemos nuestra atención, sobre qué nos enfocamos. Escoja enfocarse en lo que esté de acuerdo con los pensamientos de Dios. Ante cualquier información negativa, decida si hay alguna la acción correctiva que pueda tomar y mientras la lleva a cabo, regrese al enfoque sobre lo positivo. Rechace todos aquellos pensamientos que interfieran con la voluntad de Dios para su vida.
El enfoque positivo de Filipenses 4:8 nos capacita para ser más que vencedores. Al mantener nuestros pensamientos en lo que es verdadero, en lo que es justo, amable o digno de alabar, los intentos del adversario por nublar nuestro pensar se ven frustrados, pudiendo así nosotros recibir de Dios lo que Él quiere energizar en nosotros.
Hacer de Romanos 8:37 una realidad depende de cada uno de nosotros. Ya Dios hizo Su parte. Nos dio un cerebro y una mente diseñados para ello, nos dio poder espiritual (Cristo en nosotros), y nos dio Su Palabra que nos permite hacer conexión con ese poder. Soy yo quien decide permitir, día tras día, momento a momento, que sea lo negativo de las personas, lo negativo de los lugares, lo negativo de las cosas y de las situaciones −los oscuros desiertos de este mundo− lo que domine mi lógica, o que sea lo positivo –los florecientes jardines de la gracia de Dios –lo que prevalezca en mi mente. Soy yo quien decide ¡ser más que vencedor!.
Lo invito para que escuches este video: Somos Mutantes !
SOLI DEO GLORIA
REV. RUBEN DARIO DAZA
SOLI DEO GLORIA
REV. RUBEN DARIO DAZA
Excelente
ResponderEliminargracias ,realmente muy propicio , pues necesito enfocarme en la grandeza de Dios y su poder y no en las circunstancias que me ha tocado vivir en mi pais Venezuela, gracias por orar por mi país y
ResponderEliminarGloria a Dios por este enfoque espiritual q nos instruye a profundizar en lo q pensamos.
ResponderEliminarSomos lo q pensamos y atraemos lo q pensamos..