miércoles, 14 de enero de 2015

Liturgia Domingo 18 de enero 2015




Domingo, 18 de enero de 2015

SEGUNDO DOMINGO – TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
  1. Vengan y Vean
  2. Nosotros También Somos Llamados

Saludo:
Los cuerpos de ustedes
son miembros que conforman el cuerpo de Cristo.
Todo el que se une al Señor forma un solo espíritu con él.
Utilicen su cuerpo para la gloria de Dios.
Que Jesús, el Señor, esté siempre con ustedes.

Introducción:

1.- Vengan y Vean

 Nosotros, los cristianos, ¿hemos encontrado realmente al Señor? Desde luego que sí; creemos en él, le pedimos, oímos su mensaje proclamado domingo tras domingo, y quizás hemos leído en privado los Evangelios, pero nuestro encuentro con el Señor en persona debería afectarnos mucho más profundamente. Solamente así puede nacer y desarrollarse una profunda comprensión, una relación afectuosa e íntima con él y un sentido real de nuestra misión en la vida. Vengan ustedes, aceptemos su invitación a "ir y ver" lo que él nos ofrece y también lo que nos pide. Él está aquí con nosotros en la Eucaristía. Pidámosle que nos muestre dónde vive, quién es, y qué espera de nosotros.
 
2. Nosotros También Somos Llamados

 Aun antes de que pudiéramos conocerle, Dios nos llamó por nuestro nombre, al ser bautizados. Nos llamó a ser sus hijos e hijas y nos dio a cada uno de nosotros una tarea en la Iglesia. La vocación no se restringe sólo a los líderes, ancianos, diáconos y pastores, sino que hay un llamado dirigido a todos nosotros. Este llamado nos llegó no sólo una vez, cuando nos hicimos hijos de Dios en el bautismo. Dios sigue llamándonos día tras día a vivir como hijos suyos y a trabajar por su reino. --- Las lecturas que escucharemos en esta celebración eucarística son palabra de Dios y llamado para nosotros hoy. El sacrificio que ofrecemos con Jesús nuestro Señor nos compromete a responder generosamente al llamado de amor de Dios.
 
  1. ORACIÓN DE PERDÓN.
  2. ¡Si hubiéramos prestado mayor atención a la Palabra y al llamado del Señor…!
    Le pedimos ahora perdón.

  • Señor Jesús, tú nos hablas cuando dejas que tu Espíritu nos mueva a hacer lo que es bueno y justo para los hermanos. Danos la gracia de escuchar tu voz. Señor, ten piedad de nosotros.
  • Señor Jesucristo, tú nos hablas cuando nuestros pastores y profetas nos recuerdan cómo podemos servirte a ti y a nuestro prójimo. Danos la gracia de escuchar tu voz.
  • Señor Jesús, tú nos hablas cuando la gente apela a nuestro sentido de justicia, misericordia o compasión. Danos la gracia de escuchar tu voz.
Perdónanos, Señor, de haber prestado oídos sordos cuando nos has hablado.
Haz que estemos dispuestos a escucharte y llévanos a la vida eterna.




Primera Lectura (1 Sam 3,3b-10. 19): Habla, Señor, Que Tu Siervo Escucha
El joven Samuel responde a la misteriosa llamada de Dios para entregarse enteramente a su servicio.

Segunda Lectura (1 Cor 6,13b-15a. 17-20): El Cuerpo de Ustedes Es el Templo del Espíritu
A los discípulos de Corinto, que viven en una ciudad portuaria con marcada inmoralidad sexual, San Pablo les dice: El cuerpo de ustedes es sagrado para Dios, ya que es templo del Espíritu Santo.

Evangelio (Jn 1,35-42): Vengan y Vean.
Dos discípulos de Juan se encuentran con Jesús y él les llama a quedarse con él. En cuanto le conozcan mejor, le seguirán.

Oración de la Iglesia


 En el bautismo Dios nuestro Padre nos ha llamado para no pertenecer ya a nosotros mismos, sino para vivir para Dios y para los hermanos. Pidamos a nuestro Padre del cielo que sepamos responder siempre a su llamado en las circunstancias concretas de nuestra vida, y digamos:


¡Habla, Señor, que tus siervos y siervas escuchan!

  • Por los que han sido llamados en la Iglesia a dirigir al pueblo de Dios, para que tengan el valor de difundir el evangelio de Jesucristo hasta los confines de la tierra, sin componendas y sin temor, roguemos al Señor.
  • Por los que buscan sinceramente a Dios, para que el Señor ilumine sus mentes y mueva sus corazones a aceptarle y amarle, inspirados por la vida de otros cristianos entregados a la causa de Jesús.
  • Por los que tienen responsabilidad sobre otros a través de sus puestos de liderazgo, para que promuevan la justicia y el amor entre sus encomendados y para que sean abiertos y accesibles al pueblo en sus necesidades reales, roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros, para que reconozcamos la voz de Cristo en los que nos suplican en su pobreza y en sus dificultades, siendo perseguidos por predicar tu palabra .
  • Por esta nuestra comunidad reunida en torno a la palabra y a la mesa eucarística del Señor, para que sepamos escuchar su voz como un llamado comprometedor y encontremos fuerza en la Cena del Señor para ayudarnos unos a otros en nuestro caminar hacia Dios, roguemos al Señor.
Oh Padre del cielo, te pedimos que, cuando nos llamas en los acontecimientos de la vida diaria, tu Santo Espíritu nos dé la actitud interior y la fortaleza para decir: "Señor, aquí estoy. Estoy dispuesto a hacer tu voluntad", unidos a Jesucristo nuestro Señor.

 Líbranos, Señor:

Líbranos, Señor, de todos los males,
y danos tu paz, tan necesaria en nuestros días.
Haz que estemos atentos a cada llamado
que venga de ti o de cualquier hermano que nos suplique.
Líbranos de todo pecado,
ya que destruye nuestra dignidad
de ser tus hijos y tu viva imagen.
Sé nuestra fuerza en las pruebas y tentaciones
y llévanos con esperanza y alegría
a la venida gloriosa
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
 
Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel (3,3b-10. 19):


Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy». Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Pero Elí le dijo: «Yo no te llamé; vuelve a acostarte». Y él se fue a acostar.

El Señor llamó a Samuel una vez más. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Elí le respondió: «Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte». Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada. El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven, y dijo a Samuel: «Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha». Y Samuel fue a acostarse en su sitio.

Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!» Él respondió: «Habla, porque tu servidor escucha».

Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de sus palabras.

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Salmo
Sal 39,2.4ab.7.8-9.10


Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio.

Entonces yo digo: «Aquí estoy
–como está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes.

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Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6,13c-15a.17-20):

El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

Palabra de Dios
 

Evangelio del domingo

Evangelio según san Juan (1,35-42), del domingo, 18 de enero de 2015
 
Lectura del santo evangelio según san Juan
(1,35-42):

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Palabra del Señor

Comentario del Domingo 2º del Tiempo Ordinario - Ciclo B



                                 

Meditación

* En el primer capítulo de su Evangelio, Juan nos conduce a través de una especie de viaje temporal, en una semana, con tres repeticiones de la expresión “al día siguiente” (vv. 29, 35 y 43). Nuestro pasaje nos ubica en el segundo de estos momentos, el central, y por lo tanto el más importante, caracterizado por el itinerario físico y espiritual que hacen los primeros discípulos de Juan hacia Jesús. Es el “día siguiente” del encuentro, de la elección, del seguimiento.

* Nuestra escena está  atravesada de manera muy viva por el intercambio intenso de miradas: de Juan hacia Jesús (v. 35); de Jesús a los dos discípulos (v. 38); de los discípulos a Jesús (vv. 38-39); y finalmente es Jesús el que dirige nuevamente su mirada a nosotros, en la persona de Pedro (v. 42).

El evangelista utiliza verbos diferentes, pero todos cargados de distintos matices, de intensidad; no se trata de miradas superficiales, distraídas, fugaces, sino más bien de contactos profundos, intensos, que parten del corazón, del alma. Es así que Jesús, el Señor, mira a sus discípulos y nos mira a nosotros; es así también que nosotros deberíamos aprender a mirarlo a Él. De manera especial es bello el verbo que abre y cierra el pasaje: “fijar la mirada”, que significa literalmente “mirar dentro”.

* Jesús está  caminando por el mar, por las orillas de nuestra vida; es así que Juan lo retrata, lo fija, usando el verbo en el participio para decirnos que, en el fondo, Jesús aún hoy está pasando a nuestro lado, como en aquel día. También Él puede visitar y atravesarse en nuestras vidas; nuestra tierra puede acoger las huellas de sus pasos.

* Talvez el centro del pasaje se encuentra precisamente en el movimiento de Jesús; primero Él camina, luego se vuelve y se detiene, con la mirada, con el corazón, en la vida de los dos discípulos. Jesús “se vuelve”, es decir, cambia, se adapta, deja su condición de antes y asume otra. Jesús aquí se nos revela como Dios encarnado, Dios que ha descendido en medio de nosotros, hecho hombre. Se ha vuelto del seno del Padre y se ha dirigido a nosotros.

* Es bello ver cómo el Señor nos hace participar en sus movimientos, en su propia vida; Él, de hecho, invita a los dos discípulos a “venir a ver”. No se puede estar detenido cuando se ha encontrado al Señor; su presencia nos pone en movimiento, nos hace levantar de nuestras viejas posiciones y nos hace correr. Tratemos de recoger todos los verbos que hacen referencia a los discípulos en este pasaje: “siguieron” (v. 37); “le seguían” (v. 38); “fueron… vieron… se quedaron con Él” (v. 39).

* La primera parte del pasaje se cierra con la experiencia bellísima de los primeros dos discípulos que se quedaron con Jesús; lo han seguido, han entrado en su casa y se han quedado allí con Él. Es el viaje de la salvación, de la verdadera felicidad, que se ofrece también a nosotros. Basta solamente con aceptar quedarse, con ser firmes, decididos, estar enamorados, sin ir de acá para allá, hacia uno u otro maestro del momento, uno u otro nuevo amor de la vida. Porque cuando está Jesús, el Señor, cuando hemos sido invitados por Él, realmente no hace falta nada.

Algunas preguntas


* El relato temporal de esta parte del Evangelio, con sus “al día siguiente” nos hace entender que el Señor no es una realidad abstracta y distante, sino que Él entra en nuestros días, en nuestros años que pasan, en nuestra existencia concreta. ¿Me siento dispuesto a abrir a Él mi tiempo, a compartir con él mi vida? ¿Estoy listo a entregar en sus manos mi presente, mi futuro, para que sea Él quien guíe cada “día siguiente” de mi vida?

* Los discípulos realizan un bellísimo camino espiritual, evidenciado por los verbos “oyeron, siguieron, vieron, se quedaron”. ¿No deseo, yo también, comenzar esta bella aventura con Jesús? ¿Tengo los oídos abiertos para oír, para escuchar con profundidad y así yo también poder dar la misma respuesta positiva al Amor del Padre que desea llegar a mí? ¿Siento nacer en mí el gozo de poder comenzar un camino nuevo, caminando detrás de Jesús? ¿Tengo los ojos del corazón totalmente abiertos como para comenzar a ver lo que realmente sucede dentro de mí y a mi alrededor, y para reconocer en cada acontecimiento la presencia del Señor?

* Pedro recibe un nombre nuevo por parte de Jesús; su vida se ve completamente transformada. ¿Me atrevo, hoy, a entregar al Padre mi nombre, mi vida, mi persona toda, así como es, para que Él pueda generarme de nuevo como hijo, como hija, llamándome con el nombre que él, en su infinito Amor, ha pensado para mí?
 

Reflexionemos

La de Samuel debería ser nuestra actitud. Es bueno que sea un joven el que nos muestra el camino. Como serán otros jóvenes los que en el N T nos estimulen con su ejemplo en la misma dirección: la joven María de Nazaret contestando al ángel «hágase en mi según tu palabra» Dios nos sigue hablando: tendríamos que saber escuchar su voz en lo interior, o en los ejemplos y consejos de las personas, o en los acontecimientos de nuestra vida, o en las consignas de la Iglesia. No siempre son claras estas voces: Samuel reconoció a Dios a la tercera. Tendríamos que saber aconsejar a los demás cuando lo necesitan. Nunca sabemos cuándo puede ser eficaz nuestra palabra o nuestro ejemplo. Elí supo recomendar a Samuel el camino bueno. Confianza en el futuro de la Iglesia. Dios sigue llamando. En aquellas circunstancias, mil años antes de Cristo, se podía pensar que no habla futuro. Pero Dios llamó a Samuel. No tenemos que perder nunca la esperanza. Lo que nosotros tenemos que hacer es saber escuchar esa voz y ayudar a que sea oída por otros.

Oración final
El Señor es mi pastor, nada me falta;
en verdes praderas me hace reposar, y me conduce hacia aguas frescas.
Conforta mi alma, me guía por el camino justo
por amor de su nombre.
Aunque camine por valles oscuros,
no temo ningún mal, porque Tú estás conmigo.
                                    (del Salmo 23)



SOLI DEO GLORIA

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