miércoles, 18 de febrero de 2015

LA CUARESMA, TIEMPO DE CONVERSIÓN




«Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.» (St 5,8)
Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen... Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la fuerza del amor.

Pues, una vez que depositamos nuestra fe en Cristo Jesús, de nada sirve estar o no circuncidado. Lo importante es la fe que se expresa por medio del amor.(Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26)

La Iglesia


 El amor de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia cuando se reúne en el templo, es comunión santa porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos oramos en intercesión a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) 
Los templos y las comunidades


Lo que hemos dicho para la Iglesia de Cristo es necesario traducirlo en la vida de los templos y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31). Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia Espiritual en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. San Agustín, doctor de la Iglesia, escribía convencido de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas».

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, somos santos porque Dios es santo, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.

Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestros templos y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) 
La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de
noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La Iglesia debe estar ocupada en los negocios de Nuestro Padre, en un solo cuerpo, en ayuno y oración, clamando por la paz de Colombia y el mundo, por la justicia que cada día es más vulnerable para que el Reino de Dios y su justicia despierte en nuestros corazones jubilosos la alegría que ya está aquí y para siempre y por nuestros gobernantes.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de cariño y amor, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón. Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo”. De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.

Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que oren por mí. Que el Señor los bendiga y los guarde. 


REV. RUBEN DARIO DAZA B.

SOLI DEO GLORIA

viernes, 13 de febrero de 2015

COLESENSES 2:9-10 - COMPLETOS EN ÉL



Colosenses cap. 2:

9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.


1.- INTRODUCCIÓN:

El mensaje de Colosenses es acerca de la preeminencia de Cristo. Cristo es el Hijo de Dios, la imagen de Dios, Creador y sustentador de todo el universo, la cabeza de la iglesia, el primogénito de entre los muertos, la plenitud de Dios, y el redentor del mundo (Col. 1:13-20). Cristo es nuestra vida. Él es todo en todo. La iglesia es Su cuerpo, "La plenitud de aquel que lo llena todo" (Ef. 1:23). En Cristo todos los fieles son hechos perfectos, por medio de Su palabra, la cual nos prepara para toda buena obra (2Tim. 3:16-17).


Col 2:9 Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,

Porque en El (en Cristo) habita (gr. katoikéi = alojarse permanentemente, es decir, residir, habitar, morar) corporalmente (gr. somatikós = corporalmente o físicamente) (véase Lc. 3:22; Jn. 1:14; 2:21).

“Este versículo contiene dos afirmaciones distintas: (1) Que la plenitud de la Deidad mora eternamente en Cristo. El tiempo presente en katoikei, ‘mora o habitar’, se utiliza como en estin, "es" (la imagen) en Col. 1:15, para designar una característica eterna y esencial del ser de Cristo. La morada de la plenitud divina en Él es característica de Él como Cristo, por todas las edades y para todas las edades. Por lo tanto la plenitud de la Deidad moraba en Él antes de Su encarnación, cuando estaba "en la forma de Dios" (Fil. 2:6). La Palabra "Plenitud" significa: aquello de lo que algo está lleno, completo. Se usa de la gracia y verdad manifestadas en Cristo (Jn. 1:16). El Verbo en el principio, estaba con Dios y era Dios (Jn. 1:1). Habitó en Él durante Su encarnación. "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad, y vimos Su gloria, gloria como la del unigénito de-con el Padre" (Jn. 1:14 cf. 1 Jn. 1:1-3). Ahora en el presente, la plenitud de la Deidad mora en Su humanidad glorificada en el cielo. (2) Que la plenitud de la Deidad mora en Él de una manera corporal, vestido de cuerpo. Esto significa que habita en Él como quien tiene un cuerpo humano. Esto no puede ser verdad de su estado antes de Su encarnación, cuando estaba ‘en la forma de Dios’, porque el cuerpo humano fue asumido por Él en la plenitud de los tiempos, cuando ‘se convirtió en la semejanza de los hombres’ (Fil. 2:7), cuando el Verbo se hizo carne (Jn. 1:14). La plenitud de la Divinidad habitaba en Su persona desde su nacimiento hasta su ascensión. Llevó su cuerpo humano con Él al cielo, y en Su cuerpo glorificado ahora y siempre habita la plenitud de la Deidad” (Marvin Vincent).

Como podemos ver, la palabra griega traducida aquí corporalmente se refiere al cuerpo físico, del cual Cristo se vistió en Su humanidad, lo cual indica que toda la plenitud de la Deidad mora en Cristo, quien tiene un cuerpo humano. Antes de la encarnación de Cristo, la plenitud de la Deidad moraba en Él cómo la Palabra eterna, pero no corporalmente. Desde el momento en que Cristo se encarnó, es decir, desde que se vistió con un cuerpo humano, la plenitud de la Dei­dad empezó a morar en Él de una manera corporal, y ahora y por siem­pre mora en Su cuerpo glorificado (Fil. 3:21). Es en este cuerpo que moró y mora toda (gr. pás = todo, cualquiera, cada uno, el todo) la plenitud (gr. pléroma = rellenar interiormente hasta desbordarse) (véase Col. 1:19) (véase también Col. 2:2-3; Is. 7:14; Mt. 1:23; Jn. 10:30, 38; 14:9-10, 20; 17:21; 2 Co. 5:19; 1 Ti. 3:16; Tit. 2:13; 1 Jn. 5:7, 20).

La palabra plenitud no se refiere a las riquezas de Dios, sino a la expresión de dichas riquezas. Lo que mora en Cristo no es sólo las riquezas de la Deidad, sino la expresión de las riquezas de lo que Dios es. En el Nuevo Testamento la plenitud es la expresión que viene por medio de la totalidad de las riquezas. Esta es la razón por la cual en Ef. 3:8, Pablo habla de las inescrutables riquezas de Cristo, y en Ef. 1:23 y 4:13 habla de la plenitud de Cristo. Las riquezas de Cristo son todo lo que Cristo es y tiene, y todo lo que Él ha cumplido, logrado y obtenido. La plenitud de Cristo es el resultado y el fruto de nuestro disfrute de estas riquezas. Cuando las riquezas de Cristo son asimiladas metabólicamente en nuestro ser, nos constituyen en la plenitud de Cristo, el Cuerpo de Cristo, la iglesia, como Su expresión. Primero, en Ef. 1:23 esta expresión es la plenitud de Cristo, y luego en Ef. 3:19 es la plenitud de Dios; pues la plenitud de Cristo, la corporificación de Dios, es la plenitud misma del Dios Triuno.

En Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (gr. theótes = divinidad). La Deidad misma es diferente de las características divinas manifes­tadas por las cosas creadas (Ro. 1:20). La palabra griega theótes denota la Deidad y la persona de Dios. Es diferente de la palabra griega theiótes que se encuentra en Ro. 1:20, la cual denota los atributos de Dios, los cuales son los rasgos especiales, las características, como manifestaciones exteriores de la naturaleza o substancia de Dios. Las características de la naturaleza de Dios pueden confirmarse por las cosas creadas; sin embargo, las cosas creadas no pueden manifestar la Deidad y la persona de Dios. Sólo la persona viviente de Jesucristo, el Verbo que es Dios y que declara a Dios (Jn. 1:1,18), puede expresar la Deidad y la persona de Dios, es decir, al propio Dios, a Dios mismo. Esto muestra categóricamente la deidad de Cristo que significa: Divinidad.

El diccionario W. E. Vine comenta acerca de la palabra "Habita" y dice que esta palabra se usa para denotar la morada total de los atributos y poderes de la Deidad en Cristo. Cuando Cristo estuvo en la tierra los hombres tuvieron la oportunidad de observar la Deidad de Cristo al sanar enfermos, calmar las tempestades, dar vista a los ciegos, echar fuera demonios, la transfiguración, etc.

COLOSENSES 2:10

Habiendo establecido tanto la deidad de Cristo, como la naturaleza de Su encarnación (v.9), Pablo ahora pasa a sacar una conclusión práctica para los creyentes en Colosas: “y vosotros estáis completos en Él”.  Es decir, la naturaleza de Cristo es tal, que ya no necesitan más que Él.  Todas las enseñanzas y los engaños de los falsos maestros, quienes querían distraerles de Cristo, eran totalmente innecesarias, porque en Cristo los creyentes tenían todo lo que necesitaban.  Esto se debe a que Cristo es “la cabeza de todo principado y potestad”.

LA AUTORIDAD ABSOLUTA DE CRISTO

Pablo afirma categóricamente que Cristo es la cabeza de “todo principado y potestad”.   La primera palabra en griego es ‘arje’; la segunda es ‘exousia’ .

Cristo creó esos poderes (Col 1:16), y Él los sostiene (Col 1:17).  No está claro si Pablo tiene en mente solo los ángeles que no se rebelaron contra Dios, o todos los seres angelicales (incluyendo Satanás y los demonios).

Cristo es “la cabeza” de estos seres espirituales.  Aunque algunos alegan que la palabra "cabeza" quiere decir "fuente" (es decir, que Cristo es el origen de la existencia de los seres espirituales).  Sin embargo, es preferible tomar la palabra ‘cabeza’ en el sentido de ‘autoridad’ y ‘jerarquía’.

Es interesante notar que Pablo no dice que Cristo es la ‘cabeza’ de la Iglesia, o del universo;  más bien, señala que es la ‘cabeza’ de los ángeles.  La implicancia es que los falsos maestros en Colosas estaban enfatizando mucho la grandeza de los ángeles, y la necesidad de conocerles (y quizá experimentar su rol de mediadores con Dios).  Pablo niega la validez de esto, afirmando que Cristo es la "cabeza" de todos estos seres angelicales, y por ende es muy superior a ellos (ver Heb 1:4-14).


2. LA SUFICIENCIA TOTAL DE CRISTO

En el idioma original, Pablo dice literalmente, "y es en Él que ustedes están completos".

Aunque el verbo, “estáis completos” está relacionado con el adjetivo, “plenitud” del v.9, es obvio que el contenido es diferente.  Cristo está lleno de la deidad, pero los creyentes están llenos (es decir, completos) “en Él” (aunque comparar Efe 3:19).  Las palabras, "en Él ", significan, en relación íntima con Cristo – "estando en Él".

Como afirma Appéré, “Si por la fe el cristiano está ‘en Cristo’, y si ‘en Cristo’ habita toda la plenitud de Dios, entonces el cristiano tiene todos los recursos de Dios a su disposición”.

NOTA: Pablo no especifica de qué estaban llenos; la implicancia es que lo importante no es el contenido con el cual están llenos, sino la consecuencia de esta llenura – es decir, estaban satisfechos y completos.  Tenían plenitud de vida, y la plenitud de la salvación.  Teniendo a Cristo, no les hacía falta nada más.


ESTAIS COMPLETOS


El verbo (“estáis completos”) está en el tiempo perfecto, que indica una condición permanente, que es el resultado de una acción anterior.  La voz pasiva del verbo, indica que es Dios quien los ha llenado.

Lo que Pablo quiere decir es que los creyentes encuentran su suficiencia en Cristo.  En Él, ellos hallan todo lo que necesitan; por consiguiente, no necesitan otras cosas (como las que los falsos maestros estaban ofreciendo).


EJEMPLO: La parábola de la perla de gran precio, y la parábola del tesoro escondido.  La perla y el tesoro eran de tanto valor, que no era necesario tener otra cosa.  Más bien, había la disposición de vender todo, para obtener la perla y/o el tesoro.

Esta es la actitud que el ser humano debe tener hacia Cristo.  Cristo es de tanto valor, que debemos tener la disposición de dejar todo, para tener a Cristo (ver Fil 3:7-8).

Nuestro significado español usual de la palabra "COMPLETO" no transmite el énfasis apropiado en esta frase de la Escritura: "y vosotros estáis completos en él..." El arameo ilumina esta expresión con mayor claridad.

EN arameo hay cuatro formas gramaticales diferentes para mostrar LA INTENSIDAD DE UN VERBO. El español no tiene forma verbal alguna que corresponda a esta forma aramea. Aun en arameo son muy pocos los verbos que experimentan estas cuatro conjugaciones.

La primera conjugación es qal  en hebreo, peal en arameo estranguelo o una forma simple en español. La segunda conjugación se llama piel en hebreo, pael en arameo estranguelo o una forma intensiva en español. La tercera conjugación se llama hiphil en hebreo, en arameo estranguelo o una forma extensiva en español. Para mostrar cierta comparación con el español, usaremos el verbo pasivo "estar completo". La forma intensiva mostraría un estar completo más intenso... "estar completamente completo". La forma extensiva indica aun mayor intensidad quedando de la siguiente manera:
"completamente y absolutamente completo"

Si en Colosenses 2:10 Dios hubiera puesto el verbo "completo" en este último uso extensivo, a saber, que estamos "completamente y absolutamente completos en él", esto sería maravilloso; pero éste no es el caso. Dios va aun más allá de esta forma extensiva para mostrarnos cuán completos estamos en él. Los manuscritos arameos en Colosenses 2:10 usan una cuarta conjugación muy rara.

Esta cuarta conjugación se llama "hithpael" en hebreo, shaphel en arameo estranguelo, o lo que sería la forma extra-extensiva en español. Se encuentra sólo pocas veces en la Biblia. Esta conjugación , muy raramente usada, es difícil de traducir. Pero he aquí un ensayo de traducción de Colosenses 2:10 como es dado en arameo en la forma eshtaphal (shaphel pasivo, que corresponde al hith-pael hebreo):

"¡ESTAMOS COMPLETAMENTE, COMPLETAMENTE, ABSOLUTAMENTE COMPLETOS EN ÉL !":
ALELUYA !! Tal forma de estar completos es incomprensible a la finita mente humana. En el mejor de los casos, podemos saber con seguridad que no carecemos de nada.

APLICACIÓN: ¿Estamos dispuestos a dejar todo, para hallar nuestra suficiencia en Cristo? ¿Qué cosas nos distraen de Cristo.





3.- VISIÓN PASTORAL:


Si estamos completos en Cristo, entonces estamos verdaderamente completos. Pocos cristianos han utilizado el poder de Dios en ellos porque no llegan a renovar sus mentes a la verdad absoluta de la Palabra de Dios de que ellos están completos. Para vivir la vida en abundancia y ser "más que vencederos por medio de aquel que nos amó", tenemos que confesar y actuar según indica la Palabra de Dios. Cuando nuestra confesión no está alineada con la Palabra de Dios, vivimos una vida de inferior calidad, no logramos manifestar la vida más abundante, y no estamos demostrando  que somos "más que vencedores". Cuando creemos muy poco, manifestamos menos de lo que legalmente y legítimamente nos pertenece como hijos de Dios.


Cuando yo confieso que no soy lo que Su Palabra declara que soy, no es que Dios sea menos en mí, sino que yo soy menos en Él. Literalmente esto me hace un mentiroso. Estoy entonces confesando que Dios no tiene razón, y que Él no ha hecho por mí lo que Él dice que ha hecho. No lo quiera Dios que hagamos esto pues Dios es Verdad y todos los hombres son mentirosos (Romanos 3:4).


Si la Palabra de Dios declara que estamos completos en él entonces estamos completos, pues somos lo que la Palabra de Dios dice que somos, tenemos lo que dice que tenemos, seremos lo que dice que seremos, y tendremos lo que dice que tendremos.


A continuación quiero compartir algunas verdades bíblicas que componen nuestro estar completos, lean estos versículos. .



Colosenses 1:12-13

12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de [por] su amado Hijo,

Con gozo agradecemos al Padre que nos hizo aptos (o sea nos capacitó y nos aprobó) para participar de la herencia de los santos (según las riquezas de gloria en Cristo Jesús) librándonos de las potestades de las tinieblas...


Colosenses 1:21-22

21 Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado

22 en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él;


Jesucristo en la Cruz del Calvario con sus sufrimientos en su cuerpo de carne, nos reconcilió con nuestro Padre, y me presentó como un hijo de Dios santo y sin mancha e irreprensible delante de él.... Gloria a Dios por estas promesas....


Efesios 1:7

7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,

Jesucristo nos redimió en la Cruz del Calvario por su sangre, es decir nos perdonó, perdonó nuestras faltas, nuestras debilidades, nuestra inmundicia, perdonó todos nuestros pecados según las riquezas de su gracia... Maravilloso texto ...


1 Corintios 1:30
30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
Otra versión dice:

30 Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y redención:


"en Cristo Jesús" Esta forma gramatical es designada como un LOCATIVO DE ESFERA. Los creyentes son santificados, justificados y redimidos por el Padre, o sea, la FUENTE, (observe en Juan 17:7; 1 Tes. 5:23) a través de Jesús ( o sea los MEDIOS, veáse Efesios 5:26). Ambos aspectos se unen en Hebreos 2:11. Es normalmente el Espíritu Santo al cual esto es atribuido ( o sea la AGENCIA, véase Romanos 15:16; 2 Tes. 2:13 :... "Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad").  El pueblo de Dios es santo por la justicia imputada de Jesús (véase Ro. 4; 2 Co. 5:21; Ga.3). Es la voluntad de Dios que ellos vivan vidas santas(véase 1:4; 4:1; 5:27; Col. 1:22; 3:12). Los creyentes son tanto declarados santos (santificación posicional) y llamados a vivir vidas santas(santificación progresiva). ¡La justificación y la santificación deben ser afirmadas juntas!. Si lo ven? Completos en él.


Colosenses 2:10-12

10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.

11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;

12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.



Romanos 8:37

37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Romanos 6:4

4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.


Como hijos de Dios renacidos, estamos completos en él. El próximo paso es manifestar este estar completos. La operación del don de espíritu santo en cada creyente renacido es la clave para liberar poder potencial y demostrar el estar completo. El don del espíritu santo tiene nueve manifestaciones que están presentes en 1 Corintios 12.


1 Corintios 12:7-11


7 Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. 

8 Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; 
9 a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu; 
10 a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. 

11Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El.


Observe bien, que cuando operamos estas manifestaciones comenzamos a evidenciar parte de nuestro poder dado por Dios. YENDO UN PASO MÁS ADELANTE, LAS MANIFESTACIONES DEL ESPÍRITU PRODUCEN COMO RESULTADO FRUTO DEL ESPÍRITU.

GALATAS 5:22-23:

v.22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  v.23 mansedumbre, templanza...

El fruto resulta de la operación de las manifestaciones del espíritu. Los hijos de Dios no pueden mostrar el fruto del espíritu sin operar las manifestaciones del espíritu al igual que no pueden manifestar el espíritu sin tener el espíritu. El fruto del espíritu, del cual Gálatas  5:22 y 23 hablan, no es el fruto de las obras del hombre. 

El fruto que se evidencia a sí mismo al operar las manifestaciones del espíritu es el único "fruto del espíritu" . Primero operamos las manifestaciones, las herramientas, y así cultivamos el fruto en evidencia. 

Esta verdad es extraordinaria cuando consideramos que por años hemos leído "fruto del espíritu" pero hemos actuado consistentemente como si debiera decir "el fruto de las obras del hombre".

!Que verdaderamente maravilloso es darse cuenta de que como hijos de Dios tenemos las manifestaciones del espíritu y que por la operación de estas manifestaciones es evidenciado el fruto del espíritu! El fruto del espíritu es manifestado en el mundo de los sentidos sólo según renovamos nuestras mentes a actuar por el poder del espíritu dentro de nosotros.

Las manifestaciones del espíritu y el evidenciar el fruto del espíritu muestran parte de nuestro estar completos. El alcance total de estar "completos en él", sin embargo, podrá saberse solamente cuando lo veamos cara a cara.

Colosenses 3:1-4


1 Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 

2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 
3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 
4 Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con El en gloria.


Sin duda cuando seamos "manifestados con él en gloria" seremos capaces de apreciar cabalmente que estamos completamente, completamente, absolutamente completos en él. 

!Que vigorizante espiritualmente  es saber y darnos cuenta de que nosotros COMO CRISTIANOS somos lo que Dios dice que somos y que tenemos lo que Él dice que tenemos! 

Nuevamente, ¿cuáles son algunas de las cosas que tenemos que componen nuestro estar completos? Tenemos una herencia con los santos, habiendo sido librados de la potestad de las tinieblas y trasladados al Reino de Dios; hemos sido reconciliados con Dios, ante el cual somos santos, sin mancha e irreprensibles; tenemos redención  y perdón de pecados; Cristo nos ha hecho sabiduría, justificación y redención; somos más que vencedores; podemos andar en vida nueva; tenemos el don de espíritu santo y por tanto podemos operar las manifestaciones del espíritu y producir el fruto del espíritu.

¿Está empezando a entender usted ahora que está, como dice Colosenses 2:10, completamente, completamente, absolutamente completo en él? CUAN MOTIVADOS DEBERÍAMOS ESTAR PARA ANDAR CON VIDA NUEVA, SABIENDO CUÁN GRANDE ES DIOS Y CUÁN BUENO ÉL ES CON NOSOTROS A CAUSA DE LAS OBRAS DE CRISTO JESÚS, SU HIJO !!.


REV. RUBEN DARIO DAZA B.

SOLI DEO GLORIA !!

jueves, 12 de febrero de 2015

LUCAS 10:9




REFLEXÃO  DE  LUCAS  10:9 

Do  ponto de vista do Trabalho Pastoral


…E curai os enfermos que nela houver, e dizei-lhes: É chegado a vós o reino de Deus. Lucas 10:9


Introdução exegética


     Não é exagero qualificar o evangelho de Lucas como “o evangelho dos pobres”, isto é, a boa nova de Deus em favor dos que se acham de alguma maneira privados do necessário. Este interesse de Lucas pela categoria dos pobres, demonstra que o evangelho de Deus, isto é, a boa nova da salvação, é dado a tais pessoas ou categorias de pessoas. No evangelho de Lucas, isso é posto bem em evidência pelo discurso programático de Jesus em Nazaré que, no projeto global de Lucas, prefigura toda a atividade de Jesus. Jesus torna seu anúncio de salvação e de esperança da terceira parte do livro de Isaías:

     “O Espírito do Senhor está sobre mim, porque ele me escolheu para dar uma boa notícia aos pobres.  Enviou-me para proclamar a libertação aos prisioneiros, a recuperação da vista aos cegos, para mandar em liberdade os oprimidos e para proclamar um ano de salvação da parte do Senhor” ( Lc 4,18-19; cf. Is 61,1-2 ).

     Os destinatários do anúncio de Jesus, da sua missão de profeta e de messias, são os pobres, especialmente os mais deserdados: prisioneiros, escravos, endividados. Jesus proclama que a espera dos pobres, dos que contam com esta promessa de Deus, agora está cumprida: ele está aqui para torná-la realidade histórica.

     Aos dois enviados do Batista, que pedem a Jesus os sinais e as credenciais de sua tarefa messiânica, ele responde elencando os gestos de libertação em favor dos pobres; sinais prometidos pelos profetas para o tempo do messias ( Lc 7,22 ). Os pobres recebem uma boa nova, são “evangelizados”, á medida que são libertados de sua situação de miséria, de privação, de carência física ou social. Na categoria dos pobres ficam incluídos cegos, surdos, coxos, leprosos. Este realismo corporal não só exclui toda a espiritualização, mas ajuda a entender as ressonâncias humanas e sociais da situação em que se acham os pobres do evangelho. “Doença e pobreza no mundo antigo constituem um binômio inseparável, já que os doentes e os enfermos, impossibilitados de providenciar  sua subsistência, deviam muitas vezes se reduzir à mendicidade”.[1] Os doentes ficavam à mercê de sua sorte desgraçada, no máximo, objeto de compaixão, se não eram por motivações religiosas ou sociais, segregados ou menosprezados como seres inúteis e perigosos. A estes pobres, diz Jesus, pertence o reino de Deus. Em outras palavras, o amor fiel e salvador de Deus toma a peito estas pessoas, intervém eficazmente em seu favor para salvá-los e libertá-los. Por isso os chama “bem-aventurados”, felizes ( cf. Lc 6,20-21 ). Dos pobres fazem parte também os “pequenos “, opostos aos doutos e sábios: são os indivíduos desprovidos de cultura, os analfabetos, que, num ambiente religioso controlado pelos peritos da lei sagrada, ficam excluídos dos privilégios e das distinções sociais. A estes, diz Jesus, agora é revelado o projeto salvífico de Deus.
    
 Visão Teológica do Texto Lc 10:9

Nessa pequena introdução exegética, e do ponto de vista de J. Moltmann enfatiza que [2]: “o evangelho de Lucas apresentam a história de Jesus à luz de sua missão messiânica, que abrange sua proclamação e seu agir, seu agir e seu sofrimento, sua vida e sua morte. Sua proclamação do reino de Deus próximo é parte de sua missão abrangente”. Mas sua missão não deve ser reduzida a sua missão de só pregar. Em Lucas 10:9, Jesus envia um suplemento de colaboradores, com autoridades e tarefas específicas, a todos os povos. Como testemunhas autorizadas, devem levar dois a dois o anúncio importante de Jesus: a “pregar o reino de Deus e a curar”, a missão exata do próprio Jesus e a missão que há de caracterizar eventualmente a comunidade de Atos. Eles (os setenta ou setenta e dois), os quais são enviados em missão, tem que combater o poder do mal exatamente como Jesus faz (cf. Lc 10:1-20).[3]  Os discípulos participam do poder de Jesus, poder que é dado ao messias para esmagar o antigo adversário, que mantém escravo o homem com toda forma de prepotência. Então os poderes carismáticos dados aos discípulos não devem tornar-se um  privilégio, um título de prestígio pessoal, mas uma ocasião de reconhecimento e gratidão pela liberalidade divina, que os associa à sua plenitude de vida e liberdade. Por puro Dom de Deus, eles gozam da cidadania da nova pátria.

Percebe-se, então, que Jesus revela a nova exigência do amor para com o próximo e da solidariedade humana; um amor que supera o horizonte do clã ou seita religiosa, das barreiras nacionais e culturais; uma solidariedade que não conhece limites ou restrições (Lc 10,29-37). O modo concreto de praticar o amor para com o próximo é, pregar o reino de Deus e curar os enfermos.

Neste sentido, argumenta Moltmann:

O evangelho do reino de Deus é o Evangelho da libertação do povo: quem anuncia o futuro de Deus, esse traz a liberdade ao povo. O  Evangelho é o prenúncio da salvação.… Com isso se ganha uma nova perspectiva para a atuação de Jesus: Jesus expulsa demônios e cura doentes, ele expulsa os poderes destrutivos da criação e restabelece as criaturas machucadas e doentes. O domínio de Deus que ele testemunha por meio da cura de doentes sara a criação enferma. As curas de Jesus não são milagres sobrenaturais num mundo desnatural, demonizado e machucado…Por fim, com a ressurreição de Cristo começa a nova criação, o Reino de Deus, no Crucificado. (O Caminho de Jesus Cristo, 1993, pp. 142.)


     Pode-se afirmar que a expulsão de demônios e cura dos enfermos caracterizam a vida de Jesus desde o início. Elas integram também a missão messiânica dos discípulos. Que significam elas? Curas milagrosas e expulsão de demônios estão inseridas num contexto singular: elas têm seu lugar na irrupção do reina da vida divina neste tempo de morte ímpia.

Nesta  ótica, Moltmann (1993, pp.149), enfatiza, que:

…o domínio de Deus expulsa da criação os poderes de destruição, os demônios e ídolos, e sara as criaturas por eles machucadas. Se vem o reino de Deus como Jesus o anuncia, então também vem a salvação. Se vem a salvação de toda a criação, então também vem a saúde das criaturas em corpo e alma, no indivíduo e na comunhão, nos homens e na natureza. Por isso as pessoas na proximidade de Jesus não são reveladas tanto como “pecadores”, mas como enfermos. Os homens sofredores procuram Jesus porque buscam cura. Segundo a descrição dos evangelhos, a expulsão dos “espíritos imundos” e a cura dos enfermos não são fenômenos historicamente condicionados do mundo antigo nem ainda fenômenos concomitante da mensagem de Jesus, mas elas próprias são a mensagem.


     Portanto, expulsões de demônios e cura de enfermos andam de mãos dadas, porque o povo traz seus enfermos e possessos a Jesus e porque ele cura a ambos. Ele é idêntico com o domínio de Deus: “Se é pelo dedo de Deus que eu expulso demônios, então o reino de Deus já chegou a vós” (Lc 10:9). O domínio de Deus, cuja presença Jesus anuncia e descobre, traz a salvação.

E como argüi Multmann, J.  (1993, pp. 153):

... essa salvação “possui poder salvífico”. O conceito de “soteria” do ponto de vista dos acontecimentos concretos, é designado também por “curar “, “purificar”, “salvar”, “desligar”, “dar a saúde”. Acontece de igual maneira quando o mesmo se dá com a experiência da salvação de perigo e com a libertação dos oprimidos. Somente a descrição sumária diz que “Jesus curava” e que com o domínio de Deus veio a salvação”.  A salvação é então o resumo de todas as curas. Se ela está contida no domínio de Deus, então ela é tão abrangente como o próprio Deus e não pode ser reduzida a áreas parciais da criação.

Não é a “salvação da alma”, embora também a alma das pessoas enfermas deva ser sarada. Também não se pode delimitar a salvação a uma área terrena, que então passa a ser denominada “bem-estar” e que é subtraída à influência do domínio de Jesus e da fé. “Salvação é uma grandeza que inclui integridade e bem-estar dos homens, salvação integral  para o homem, não simples salvação da alma para o indivíduo”. E como se refere  J. MULTMANN, a “salvação” não significa apenas “bens espirituais”, mas abrange, da mesma forma, a saúde do corpo. Jesus cura “a pessoa toda”. A cura supera a enfermidade e cria saúde. No entanto, ela não vence o poder da morte.

     Estes dois termos, curas e o evangelho do reino de Deus ( que é o prenúncio da salvação), nos leva a concluir, então, que entre elas se relacionam de tal modo, que as “curas” são sinais do poder da ressurreição de Deus, e que a salvação é a consumação dessas promessas reais preestabelecidas na ressurreição dos mortos para a vida eterna. Assim como a cura supera a doença, assim a salvação supera a morte. Sendo qualquer doença um prenúncio vivo da ressurreição. O sentido terapêutico da redenção reside na cura do ser humano, isto é na recuperação da integridade do homem separado pela morte, na expulsão universal dos germes da destruição e da mortalidade.

            Nesse sentido a salvação tem dois aspectos, um aspecto pessoal e outro cósmico.  Esses dois aspectos também são reconhecíveis nos processos da cura por meio de Jesus: cura dos doentes é o aspecto pessoal, expulsão dos demônios é o aspecto cósmico. Pessoas doentes são curadas subjetivamente, tornam-se sadias e livres. Ao mesmo tempo, o mundo é desdemonizado objetivamente, os agentes daquela possessão são destruídos. Jesus cura doentes e liberta a criação simbolicamente dos poderes da destruição, que naquele tempo, eram chamados de “demônios”.

Uma aplicação do ensino de Lucas 10:9


Em um sentido orientativo, dentro de uma Teologia Pastoral, o que pode nos ensinar o texto de Lucas 10:9 ? Que a igreja tem uma Missão e um Ministério a desenvolver dentro de sua comunidade e no Mundo todo. O ministério da Igreja é o serviço que ela presta à humanidade; ministério e serviço têm uma relação estreita. Serviço este que está dirigido para a humanidade, exatamente como Cristo foi de serviço. Ministrar a alguém é servir suas necessidades.  Entretanto, levar à humanidade ao conhecimento do evangelho do reino de Deus, tem uma qualidade religiosa e sagrada, que envolve e  exige também a função de expansão das igrejas.

Evangelho e serviço no ministério da Igreja têm uma relação estreita. Se analisarmos a missão de serviço de Cristo, falaremos que ele “salvou a humanidade do pecado”;  duma humanidade confusa, carente, pobre, oprimido, que vive sob estruturas sociais injustas e que está nas garras do pecado, e, incapacitado para obter a liberdade e criar uma vida mais humana.

A estrutura da evangelização no ministério de Cristo é a base do serviço eclesial cristão em andamento. Não podemos, legitimamente, dividir esse serviço em dimensões divinas e humanas e essenciais. A doutrina de Paulo, sobre a Igreja como corpo de Cristo, é sua tentativa de expor e   explicar a constante atividade do Espírito fazendo Cristo presente na Igreja.  A Igreja é o povo de Deus, mas ela o  é  como o corpo de Cristo. E porque esse elemento místico faz da igreja um corpo, com a missão de desempenhar atividades específicas, o serviço dos numerosos membros da igreja é análogo ao serviço do próprio Cristo.

No contexto da evangelização e serviço da Igreja, podemos distinguir dois grupos básicos de ministério. Primeiro, existem  ministérios “dentro da igreja”. Aqui esperamos encontrar homens e mulheres com capacidades e discernimentos que os habilitem a ajudar os outros (1) a entender e envolver-se mais profundamente no ministério da fé, (2) a criar um senso de vida comunitária espontânea e natural, e (3) a capacitar a comunidade a refletir no sentido e nas exigências do ensinamento evangélico.   Segundo, existem ministérios que se estendem além da igreja até uma sociedade mais geral.  Aqui esperamos encontrar homens e mulheres que foram capacitados a entender suas vidas à luz dos símbolos cristãos e que se esforçam para aplicar essa consciência desenvolvida ao encarar os problemas do contexto humano extra-eclesial. Ambos os grupos de ministérios são essenciais.

A igreja é a expressão do senhorio universal de Jesus Cristo, a manifestação concreta do Reino de Deus.  Que Jesus Cristo é “Senhor de todos” significa não somente que ele seja soberano sobre toda a humanidade, mas que no tempo presente concede as bênçãos do Reino de Deus a todos os que invocam seu nome (Rm 10. 12); daí que a igreja toda, deve participar das funções de expansão com a evangelização.
Conclusão

Na passagem de Lucas cap. 10 nos mostra o relacionamento entre a missão de Jesus e a missão da Igreja. É por isso que Lucas se propõe demonstrar que o ministério dinâmico do reino e sobre a missão da Igreja que se expandia mostram que um dos objetivos principais do evangelista foi fortalecer a missão universal progressiva da sua comunidade. Um evangelho universal exige uma Igreja Universal, na qual todos os cristão participem efetivamente na missão mundial como membros iguais do corpo de Cristo. A colaboração na missão não é meramente uma questão de conveniência prática, mas a conseqüência  necessária do propósito de Deus para a igreja e para toda a humanidade, revelado em Cristo Jesus. A missão é inseparável da unidade, e esta é muito mais que uma questão de estruturas. Ela tem a ver com a vontade de se alegrar com os que se alegram e chorar com os que choram; tem a ver com “escutar, dar e perdoar”, curar e levar a salvação de Deus à humanidade.  
   



[1] EVANS, Craig A. Lucas. Novo Comentário Bíblico Contemporâneo. São Paulo, Ed. Vida. 1996, pp. 202.
[2] MOLTMANN, J. O Caminho de Jesus Cristo. Cristologia em Dimensões Messiânicas. Petrópolis. Vozes. 1993, pp.137.
[3] SENIOR, Donal & STUHLMUELLER, Carroll. Os Fundamentos Bíblicos da Missão. São Paulo. Paulinas, 1987. Pp. 365.


REV. RUBEN DARIO DAZA
PASTOR PRESBITERIANO

miércoles, 11 de febrero de 2015

ABBA PADRE... NUESTRO PADRE




EL GRITO DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS: “ABBA PADRE”

CLAMAMOS: ¡ABBA. . . PADRE!
Analizar la situación del mundo en que vivimos nos deja una sensación de  PERPLEJIDAD, un sabor amargo con  graves resultados  que afectan  la salud  física, emocional y espiritual, toda  nuestra calidad de vida.

Pareciera que todo el sistema  se hubiese puesto de acuerdo al girar a una velocidad vertiginosa, con los adelantos  de la ciencia y la tecnología, incluido  nuestro proceso biológico. Estas tecnologías, también están modificando profundamente conductas individuales, cambios en las relaciones  familiares y comportamientos  sociales. Da la impresión que el mundo en que nacimos nos fue cambiado y nos embriaga una nostalgia de aquellas cosas que disfrutábamos, pero ahora no están…

Hacer presupuestos financieros para la guerra es más relevante hoy en día, para los líderes de países poderosos, donde se gastan millones de dólares en proyectos bélicos, que en establecer programas para alimentar a más de la mitad de la población mundial que sufre de desnutrición, no dejando atrás a los millones de personas que no tienen la más mínima educación, y viven en  situaciones precarias que jamás nos podríamos imaginar. Son actos de injusticia social perversa.

No podemos olvidar  los daños ocasionados al medio ambiente, hambrunas, miserias, injusticia social, la comunicación en la familia solo se limita a través de redes sociales, mensajes a través del Whatsapp,  Apple, IPhone, etc. perdiéndose el calor humano en la familia que tanta falta nos hace,  desajustes emocionales  que atentan a la población, crisis en la familia, confusión de identidad, de moralidad, carencia de valores, afectación de la economía mundial y falta de principios bíblicos que ennoblezca la calidad de vida.  

La conciencia del hombre ha llegado a los peldaños más reprochables,  proliferando la indiferencia, la insensibilidad ante el dolor de nuestros hermanos. Estudios especializados en este tema demuestran que se han editado  miles de libros sobre el suicidio que circulan en las grandes  librerías como los mejores bestsellers.

La propagación de  antros de astrología, horóscopos, brujería  y toda clase de negocios fraudulentos, donde el hombre para  amortiguar los síntomas de la enfermedad del siglo: la Depresión y la Soledad, acude a ellos.
Cómo podríamos reparar tanto daño causado  a la Creación y al género humano? A la altura de todo lo que hemos presenciado podemos decir  que hemos llegado a un estado  IRREVERSIBLE.  Puesto que los problemas no son el resultado de un solo día, sino que el hombre perdió el contacto, la comunión con Dios,  la Libertad y la Paz en su corazón  y lo más grave aún la esencia espiritual con que fue creado.

Todos, desde el  momento en que nacemos necesitamos el afecto, amor, calor y cuidados de nuestros padres, puesto que son elementos básicos de supervivencia. Todo niño necesita el calor y conoce la voz de sus padres, y es una  experiencia que satisface el alma. Y si esto trasciende en bienestar, estabilidad y seguridad para el bebé, igualmente toda persona por muy adulto que sea, necesita de esa relación Padre- hijo. Su sola Presencia produce confianza y seguridad.

El Señor Jesús considerando la condición del hombre asumió a cuestas el castigo de nuestras faltas y pecados, y aun sintiendo en su propia carne el dolor y el castigo de la separación de Dios, expresó un grito que salía de lo más profundo de su alma: “Abba, Padre”. Todo es posible para usted. Por favor, tome esta copa de sufrimiento lejos de mí. Sin embargo, quiero que tu voluntad sea hecha, no la mía. Marcos 14:36.

Ese grito de angustia fue la primicia de Dios, a través de Jesús que se convertiría en la resurrección de todas las cosas, empezando por restablecer la condición del hombre con Dios. Nunca ha habido un dolor como el que sintió Jesús en ese momento. Sentía el sabor amargo de la muerte  y  el frío de la maldición, pues  llevó consigo el suplicio del Calvario. Su corazón era pesado, experimentando su más grande dolor gritó: ¡Abba, Padre.

El hombre en su afán desmedido por vivir su propia vida, desde lo más profundo de su ser siempre tendrá un vacío, que solo la Presencia de Dios puede llenar. Tiene una necesidad muy arraigada en su corazón y en su alma y la única manera de ser libre es soltar ese gemido, lenguaje  propio de su espíritu, deseando ser revestido de nuevo, conforme a la imagen del que lo creó.

Hemos sido adoptados por Dios, por la sangre de Cristo Jesús.
Él nos ha adoptado y nos hizo sus hijos a través de la sangre de su Hijo Efesios 1:5 – Él nos predestinó a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, de acuerdo con su voluntad y la voluntad de Dios “Abba”, nuestro Padre Celestial desea una relación íntima con nosotros, sus hijos. Él es nuestro consuelo y nuestra fuerza.

Sólo Él es “Abba”, papá, papá, papá, y el Padre en todos los sentidos de la palabra. ¡Qué bendición gloriosa es tenerlo como nuestro Padre, y lo precioso y maravilloso que es ser su hijo.

Gálatas 4:4-6
Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para redimirnos para que recibiéramos los plenos derechos de ser su hijo. Porque somos Sus hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en nuestros corazones, el Espíritu que clama: “Abba, Padre.” Y ya que eres su hijo, Dios también te ha hecho un heredero. Un bebé siempre le avisa cuando necesita algo a través del llanto.

Hoy el mundo lanza su grito de los últimos tiempos, como un niño recién nacido que añora recibir de nuevo lo que se ha perdido: La comunión con su Padre. Ese grito estalla a través del espacio, traspasa las distancias,  se remonta  en las alturas y tiene eco en las recámaras de su Padre y Creador: “¡Abba, Padre”.

Este es el escenario que queremos ver:

 La creación  aguarda la manifestación de los hijos de Dios, que gime a una  y que será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad de los hijos de Dios  Una vez “libertada”, disfrutará de “la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Romanos 8:19-25.

Para concluir, el hombre puede con todo derecho dirigirse a Dios como Padre. Pero esta experiencia es inseparable de la presencia y la actuación del Espíritu. Con Él y sólo con Él podemos experimentar y manifestar nuestra conciencia de filiación divina. Crea una relación de entrañable confianza filial. Más tarde, en su ministerio, Jesús nos enseñará a tratar y dirigirnos a Dios con el mismo título y del mismo modo que lo hacía Él. Los hombres necesitan que les descubramos el verdadero rostro de Dios, nuestro “¡Abba, Padre”. Dios no es "un algo" que está allá arriba, como muchas gentes piensan y opinan; ni un Dios justiciero, insensible y ajeno a las preocupaciones y problemas de los hombres. Nuestro Dios es cercano, entrañable, lleno y desbordante de noble y serena ternura. Encontrar el verdadero rostro de Dios es urgente.



AUTOR DEL ARTÍCULO:



PASTOR JUVENAL CASTILLO
Iglesia de Dios Nueva Vida
Cartagena - Colombia

EDITOR:
REV. RUBEN DARIO DAZA
SOLI DEO GLORIA !!