domingo, 11 de mayo de 2014

JESUS EL BUEN PASTOR

 JESÚS, PUERTA Y PASTOR: Un Desafío Pastoral

Jesús, el buen pastor: Juan 10:1-10

 1 En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. 2 Pero el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. 3 A éste le abre el portero, y las ovejas oyen su voz; llama a sus ovejas por nombre y las conduce afuera. 4 Cuando saca todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. 5 Pero a un desconocido no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. 6 Jesús les habló por medio de esta alegoría, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
7 Entonces Jesús les dijo de nuevo: En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que vinieron antes de mí son ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. 9 Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pasto. 10 El ladrón sólo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. 11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. 12 Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, y abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. 13 El huye porque sólo trabaja por el pago y no le importan las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen, 15 de igual manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas. 16 Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor. 17 Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. 18 Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre.
 

El cuarto domingo de Pascua ( 11 de mayo de 2014)es el domingo del Buen Pastor. Continuando con la visita por los lugares de encuentro con Jesús Resucitado, nos topamos ahora con esta forma de presencia: Jesús es el Buen Pastor que prolonga su pastoreo por medio de los pastores de la Iglesia. Es una forma de presencia íntimamente ligada a las otras dos: la comunidad creyente y la Eucaristía. La comunidad creyente de discípulos es una comunidad eucarística y el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, memorial de su Pasión, hace que la comunidad que lo celebra y se reúne en torno a él se convierta en algo más que en un grupo social de tipo religioso: se convierte ella misma en cuerpo de Cristo y en templo de su Espíritu.

La Eucaristía genera una comunidad ordenada e internamente estructurada. Toda la comunidad es cuerpo de Cristo, toda ella conforma el Cristo total, todos los fieles participan de Él. Pero el cuerpo es un organismo cuya unidad resulta de la diversidad de órganos y funciones. Y Jesús ha confiado la función de enseñar, guiar y santificar a los pastores, a los apóstoles y a sus fieles, que hacen presente con su ministerio al único Pastor.

Observemos qué características exige Dios acerca de los Pastores y los Obispos: 1 de Timoteo 3:1-7 nos da las directrices para alcanzar este honroso cargo.

Requisitos de los obispos: 1 Timoteo 3

Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.
v.2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
v.3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
v.4 que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
v.5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
v.6 no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
v.7 También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.

La Palabra Obispo (episkopos) significa - supervisor o alguien que está cuidando/mirando sobre algo o alguien, el que supervisa. Cuando en la Biblia se habla de pastor de una iglesia, anciano de una iglesia, y obispo de una iglesia, se está refiriendo a una misma persona que realiza el mismo cargo 

Me resulta oportuno, comentar los escritos de este hombre sabio San Agustín; Él decía que "Puesto que estos pastores son hombres como los demás, el hecho de confiarles el ministerio pastoral habla de la confianza que Dios deposita en los hombres, a pesar de sus debilidades". Es esta debilidad la que hizo exclamar a San Agustín al principio de su extraordinario sermón sobre los pastores:

“Por nuestra parte, nosotros que nos encontramos en este ministerio, del que tendremos que rendir una peligrosa cuenta, y en el que nos puso el Señor según su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente.
Son muchos los cristianos que no son obispos y llegan a Dios quizás por un camino más fácil y moviéndose con tanta mayor agilidad, cuanto que llevan a la espalda un peso menor. Nosotros, en cambio, además de ser cristianos, por lo que habremos de rendir a Dios cuentas de nuestra vida, somos también obispos, por lo que habremos de dar cuenta a Dios del cumplimiento de nuestro ministerio.”

Ahora bien, si Dios mismo se fía así de los hombres, y de hombres concretos de carne y hueso, ¿no habremos de hacer otro tanto los creyentes? Sabiendo, además, que al fiarnos de aquellos que han sido puestos por Dios al cuidado de su grey, en realidad nos fiamos del único Pastor y guardián de nuestras vidas, de modo que es a Él al que escuchamos y que es Él el que nos guía. Porque al hablar de “fiarnos” y de “confiar”, no estamos hablando de una confianza ciega o apoyada sólo en el prestigio de los que ocupan el cargo, sino de la confianza que brota de la fe y es iluminada por ella: en ese fiarnos de los hombres estamos viendo en fe la presencia de Cristo Resucitado. Es lo que dice Jesús en otro lugar al regreso de los discípulos de su primera misión: “Quien os escucha a vosotros, a mí me escucha; quien os rechaza a vosotros, a mí me rechaza” (Lc 10, 16). Y si esto es verdad de toda la Iglesia y de todos los creyentes, también lo ha de ser de aquellos a los que Jesús ha puesto al frente de su comunidad (cf. Mt 16, 19; Jn 20, 23).

Sin embargo, esta es una forma de presencia que suscita hoy muchas desconfianzas y rechazos. En realidad, ya para muchos la Iglesia misma representa una dificultad para creer: “creo en Dios, incluso en Cristo, pero no en la Iglesia”, se oye decir con frecuencia. Pero ya dijimos (en el segundo domingo de Pascua) que ser cristiano sin Iglesia (sin comunidad eucarística) es como ser cristiano sin Cristo. El rechazo al que aludimos ahora lo encontramos a veces dentro de la misma Iglesia. Se acepta, sí, la comunidad cristiana, pero se considera que el ideal evangélico se encarnaría mejor en una forma de comunidad desestructurada, sin funciones ni diversidad de carismas, sin ningún género de autoridad, sin jerarquía, en una palabra, sin pastores. Son a veces los mismos representantes del clero los que hablan o escriben así, en un ejercicio de la autoridad y el magisterio recibido por la imposición de manos extrañamente aplicado a deslegitimar la una y el otro.

Pero si hemos de aceptar a Cristo entero, y no arbitrariamente mutilado, tenemos que aprender a ver también al Resucitado a la luz del Buen pastor, que se prolonga en el ministerio de los pastores.
Es claro que las funciones de enseñanza, guía y santificación tienen que ser un reflejo fiel del único Pastor, y se han de realizar mirándolo a él. Jesús no es un líder cualquiera, que vive a costa de sus seguidores, que los explota y esquilma. Demasiadas veces los liderazgos humanos se parecen más a ese ladrón que no entra por la puerta sino que salta por otra parte, roba, mata y hace estrago. Jesús, al contrario, establece una relación personal, llama por el nombre, camina delante y sirve para que los que le han sido confiados tengan vida y la tengan en abundancia. Los pastores tienen que imitar en todo ese estilo de pastoreo. Como dice Karl Barth, en su tratado sobre la Iglesia, “tienen que oler a oveja”.

Ahora bien, la imagen del pastor y del rebaño hay que entenderla en sus justos términos: dependemos por entero de Jesús para tener la vida que sólo es accesible gracias a su resurrección; pero la Iglesia no es una masa de miembros carentes de identidad y voluntad propia, sino una comunidad de personas con rostro y nombre, que escuchan la voz que se les dirige personalmente y a la que responden de manera consciente y libre. Y, si bien en la comunidad existen diversos niveles de madurez en la fe, sea por edad, o por otros motivos (como una experiencia todavía breve de vida cristiana), es claro que todos hemos de estar en camino hacia esa madurez que brota de una experiencia personal de Cristo Resucitado, de manera que el “rebaño” sea, al mismo tiempo, una comunidad de adultos.
 
El verdadero pastor que se sabe representante del único Pastor (Jesucristo), consciente de la propia debilidad, tiene que exorcizar los peligros inherentes a todo ejercicio de autoridad, saber que lo que le habilita para el ministerio es el amor a Cristo, y subrayar la actitud de servicio que da vida, y llega a dar la propia vida por las ovejas (cf. Jn 20, 15-18). Y, en lo que respecta a los fieles (que somos todos, como recuerda Karl Barth), fiarnos de la presencia de Cristo en los pastores, porque él mismo se fía de ellos, hace que la obediencia propia del cristiano no sea servil, sino que esté basada en el principio de la libertad de los hijos de Dios: al someternos a los pastores nos sometemos sólo a Cristo Jesús. Y esto es así incluso cuando quien ejerce el ministerio no está personalmente a la altura de la dignidad que ha recibido por la imposición de manos, pues la eficacia de los sacramentos no depende de la santidad de quien los administra, sino de la acción del Espíritu Santo; aunque, por otro lado, como recuerda el Calvino sobre el libro de Institución, “Dios prefiere, por ley ordinaria, manifestar sus maravillas por medio de quienes, hechos más dóciles al impulso y guía del Espíritu Santo, por su íntima unión con Cristo y su santidad de vida, pueden decir con el Apóstol: Y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2, 20)” .

El evangelio que hemos leído hoy es el arranque del discurso sobre el Buen Pastor que Juan recoge en su capítulo 10. Se encuentran en estos primeros versículos los motivos fundamentales de esta imagen (cf. Mc, 6, 34; Mt 10, 6; 18,12-14; Lc 15, 1-10). Hoy la atención se centra en Jesús, pero no como pastor del rebaño, sino como puerta del redil. En realidad, las dos imágenes son convergentes. Cuando se visita la cueva de los pastores cerca de Belén, se ve que dispone de un pequeño muro de piedra de media altura y que la puerta es un sencillo hueco en medio del mismo. El pastor principal dormía echado en ese hueco, y hacía así de puerta del redil, porque las ovejas, que conocían al pastor, no salían ni entraban mientras él estuviera allí.

 
 
 
Para entrar en este redil, en esta comunidad de discípulos, la única puerta de acceso es el mismo Cristo. Es una puerta abierta a todos, porque todos tienen cabida; como subrayan con insistencia las palabras de Pedro en la primera lectura, todos son llamados: “todo Israel esté cierto; la promesa vale para todos…”. Pero hay puerta porque no todo tiene cabida en la comunidad. La puerta, que es el mismo Cristo, indica que existen criterios de pertenencia, de modo que hay ideas, actitudes o comportamientos incompatibles con el Evangelio, y que entrar en el redil requiere una purificación en el baño del Bautismo, que es la participación en la muerte y resurrección de Cristo.



La imagen de Jesús, puerta del redil, pone de relieve la función ministerial y de gobierno de los pastores, que han de discernir según el espíritu del Evangelio, lo que es y lo que no es acorde con él. Y la pertenencia eclesial exige someterse a ese juicio (criterio y discernimiento), en el que, de nuevo, en los avatares a veces dolorosos de la historia, es preciso descubrir en fe la guía providente del Espíritu de Jesús.

Así pues, el hecho de que la puerta esté abierta nos dice que todos son llamados por medio de “palabras que atraviesan el corazón”: no es un mensaje impersonal o anónimo, sino que toca las fibras más íntimas y sensibles de la realidad humana; y, por otro lado, la necesidad de pasar y ser purificados por esa puerta, que es Cristo muerto y resucitado (“sus heridas nos han curado”) indica que ha de haber una aceptación libre de ese mensaje anunciado: “los que aceptaron sus palabras se bautizaron”, dice el texto de los Hechos.

 Al entrar en el redil de la Iglesia, como dice la segunda lectura, hemos vuelto al pastor y guardián de nuestras vidas. Es decir, fuera de Cristo andamos extraviados, exiliados de nosotros mismos. En Cristo nos encontramos, tenemos la posibilidad de ser plenamente lo que somos. Aceptar al Pastor y a los pastores que lo representan no es una enajenación de nuestra propia verdad, sino que, al contrario, todo encuentra sentido, incluso los posibles sufrimientos que podamos experimentar en nuestro empeño de hacer el bien: no son sino el reflejo de la pasión del Buen Pastor que ha dado la vida por su ovejas para que nosotros, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
 
 
SOLI DEO GLORIA
REV. RUBEN DARIO DAZA B.

7 comentarios:

  1. Cristo es Puerta y Pastor Único del redil donde se encuentra su rebano, que somos nosotros, cuidados y guiados por sus pastores, escogidos por EL, no porque tengan mas derechos que los demás, sino porque los enaltece depositando toda su confianza en ellos, a pesar de que conoce sus debilidades por ser hombres de carne y hueso, encargados están ellos de la enseñanza de nosotros, en la que debemos confiar, si confiamos en Jesús, como no hacerlo en el representante de su presencia en la tierra, esta clase de presencia es algunas veces, por algunos cristianos, escéptica y contradictoria. Debemos pensar como seguidores de Jesús, que conformamos su cuerpo en su totalidad, no
    podemos fragmentarlo a nuestro antojo . Saludos.......

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  2. JUAN SEBASTIAN BERMUDEZ11 de mayo de 2014, 10:35

    En este 4o. Domingo de Pascua,se nos presenta a Jesús como el "Buen Pastor".
    El evangelista S.Juán, comparaba también a Jesús como la puerta del redíl ; afirmando, que quienes entren por él se salvarán y podrán entrar y salir.
    "Yo soy la puerta:el que por mí entra será salvo".
    Esta misión del "Buen Pastor", nos toca prolongarla a nosotros; aquí y ahora, porque todos tenemos alguna responsabilidad.
    Este "Buen Pastor" me conoce en mis horas amargas, en mis momentos bajos me cuida...¡muy importante!, me llama por mi nombre.
    Es el signo del amor, de la alianza y de la confianza conmigo. ¡Gracias,Señor.!
    Confiada en tu gran misericordía y bondad, te digo:
    Tu bondad y tu misericordia me acompañarán/todos los días de mi vida/y habitaré en la casa del Señor/ por años sin témino. (Salmo 22).
    Hoy se celebra,la "Jornada Mundial de la Oración por
    las Vocaciones".
    "Oremos al Señor,para que mande obreros a su mies." Y para que vivamos con alegría y esperanza , nuestra particular vocación.
    Lo Felicito Rev. Daza por su prédica.

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  3. JESUS ALBERTO SUAREZ11 de mayo de 2014, 10:37

    Excelente homilía para el Evangelio de cuarto Domingo "El Buen Pastor". Los pastores, escogidos por Dios y nuestros guías en la vida y a la vez guiados por el Único Pastor, representan la presencia en fe al Cristo Resucitado, confiar en ellos es confiar en Jesús, pues es Dios quien ha confiado en ellos poniendo tanta responsabilidad en el hombre que es débil por naturaleza. Gracias

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  4. Adriana Torres de la Ciudad de Cali11 de mayo de 2014, 10:44

    Soy Católica pero me encanta tu Blog. Es muy objetivo y no ataca a los católicos. Te colaboro con estos pensamientos:
    Yo soy la puerta de las ovejas

    + Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 1-10

    En aquel tiempo, dijo Jesús:
    -«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
    Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
    -«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
    Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, Y encontrará pastos.
    El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

    Palabra de Dios

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  5. Los sacerdotes deben pastorear en Cristo. No deben dar opiniones surgidas de su deseo de complacer. Debe solo enseñar la verdad recibida de la Iglesia.

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  6. FERNANDO URIBE LONDOÑO11 de mayo de 2014, 10:47

    Idea principal: Sólo Cristo es el Buen Pastor y Puerta de salvación. Nosotros somos su rebaño.

    Resumen del mensaje: en este domingo la liturgia propone la figura de Cristo como Buen Pastor (evangelio). En este día tiene lugar la jornada mundial de oración por las vocaciones, por aquellos que serán pastores según el corazón de Jesús. Jesús es el Buen Pastor prometido por Dios, es la única Puerta de salvación y nosotros somos el rebaño de su pertenencia, abierto a la conversión (primera lectura) y a la imitación del Pastor (segunda lectura).

    Puntos de la idea principal:

    En primer lugar, Cristo es nuestro Buen Pastor. Pastor que va delante, guiándonos; detrás, protegiéndonos; a nuestro lado, animándonos. Pastor que nos conoce por nuestro nombre, conoce nuestras cualidades y defectos. Nos ama. Nos alimenta con los sacramentos y con su palabra y con el magisterio de la Iglesia. Nos cura cuando estamos heridos por haber saltado del redil y caído en alguna zarza o trampa. Nos defiende de los lobos que nos rodean, de los mercenarios y de los falsos pastores que nos engañan con sus ideologías, que nos esquilan y engordan a costa de nuestra lana, que huyen en los momentos de peligros dejándonos solos. Contra todos estos falsos pastores, Cristo reivindica su papel: “Yo soy el Buen Pastor. Conozco mis ovejas y las mías Me conocen”. Es el Buen Pastor porque es el Camino, la Verdad y la Vida.

    En segundo lugar, un pastor tiene su rebaño; el rebaño es su vida. Nosotros somos rebaño de Cristo Pastor. Esta comparación no tiene nada de negativo en la Biblia, al contrario, está cargada de ternura. Rebaño que es objeto de disputa y de conquista por fuerzas opuestas, mediante silbidos cautivadores, pero falaces. Debemos distinguir entre mil voces que seducen y la voz de Cristo nuestro Pastor. La voz de Cristo es tan distinta a la voz de los falsos pastores. Es una voz que pacifica el alma, que ilumina la mente, que purifica el corazón y la afectividad, que fortalece la voluntad. Es una voz que nos invita al amor, a la justicia, a la verdad, a la solidaridad, a la pureza y a la paz.

    Finalmente, Cristo nos ha hecho partícipe de su tarea de pastor a todos nosotros. Porque pastor es el Papa que apacienta y gobierna toda la Iglesia con el cayado de Cristo. Pastor es el obispo que cuida su diócesis. Pastor es el sacerdote que se desvive por su parroquia. Pastores son los papás de familia que día y noche se ocupan y se preocupan de sus hijos. Pastor es ese gobernante al frente de una nación. Pastor es el maestro de escuela que forma no sólo la mente, sino también el corazón de sus alumnos. Pastor es el jefe de una empresa al cuidado de sus empleados. Pastor es el catequista encargado de la transmisión de la fe. Pastor es el que está al frente de una comunidad o de un movimiento eclesial como servidor humilde. San Agustín comentando el capítulo 34 de Ezequiel dice: “Si existen buenas ovejas, hay también buenos pastores, porque de las buenas ovejas se hacen los buenos pastores. Pero todos los buenos pastores coinciden en uno, son uno. Cuando ellos apacientan, Cristo apacienta… es él mismo quien apacienta cuando ellos apacientan; el Señor dice: Yo apaciento; porque en ellos está su voz, en ellos está su amor”. Pero el título de Puerta, Cristo lo ha reservado sólo para Sí, porque es el único mediador entre Dios y los hombres. Una sola es la Puerta de la Salvación: Jesús. “El que entra por mí se salvará”. Entramos por esa puerta el día de nuestro bautismo, formando parte de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Ciertamente que la misericordia de Dios puede alcanzar a algunos la salvación por caminos ocultos y extraordinarios.
    Para reflexionar: ¿Siento a Jesús como mi Buen Pastor o tengo los oídos abiertos a otros pastores? ¿Conozco perfectamente ya la voz de Cristo Pastor? ¿Trato de seguir sus pasos, imitándolo? ¿Qué ladrones y falsos pastores suelen asaltarme? Leamos hoy con provecho el Salmo 23.

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  7. «Yo conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; por eso me entrego por las ovejas». Jesús describe aquí su relación con los suyos. Entre Él y los creyentes se da el mismo conocimiento profundo e íntimo y el mismo afecto sincero y tierno, que entre Él y su Padre del Cielo. En la Biblia, el verdadero conocimiento no es una mera relación intelectual, sino la comunión en el amor. Conocer a alguien es comprender sus sentimientos más profundos, los motivos por los que actúa de una forma determinada. Tanto como el Padre conoce y ama a Jesús (con un conocimiento y un amor perfectos), Jesús nos ama a nosotros. «¡Oh, Jesús!, que me amas más de lo que yo me puedo amar a mí misma, ni entiendo» (Santa Teresa de Jesús). Nuestro único deseo es conocer cada día más y amar cada momento mejor a Jesús. Para eso escuchamos su voz, nos alimentamos y fortalecemos con la celebración de sus Sacramentos y seguimos sus pasos por los caminos de la vida.

    Los creyentes estamos llamados a reconocer la voz de nuestro Pastor, que nos habla al corazón palabras de amor y de comunión íntima en el Cantar de los Cantares (2, 8ss): «¡La voz de mi Amado! Miradlo cómo viene saltando por los montes... Habla mi Amado y me dice: "Levántate, amada mía, preciosa mía, ven a mí. Que ya ha pasado el invierno, han cesado las lluvias y se han ido"... ¡Es tan dulce tu voz, tan hermoso tu rostro... Mi Amado es para mí y yo para Él».

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