Capítulo XVIII
RESUCITÓ AL TERCER DÍA DE ENTRE LOS MUERTOS
En la resurrección de Jesucristo, el hombre es redimido y destinado de una vez y para siempre encontrar su justicia en Dios contra todos sus enemigos; y liberado de esta manera, vive una nueva vida, en la cual ya no tiene delante de sí el pecado, y por consiguiente la maldición, ni la muerte ni el sepulcro ni el infierno, sino que todo esto ya lo ha dejado detrás de sí.
El mensaje de Resurrección es: "Resucitó al tercer día de entre los muertos"; y significa que Dios no se humilló en vano en su Hijo; antes bien, obrando así, lo hizo también para su propia gloria y para confirmación de su gloria. Al triunfar su misericordia, justamente, en su humillación, se realiza la exaltación de Jesucristo. Si antes dijimos que en la humillación se trataba del Hijo de Dios y por lo tanto de Dios mismo, ahora hemos de subrayar que se trata de la exaltación del hombre. El hombre es glorificado en Jesucristo y destinado a una vida para la cual Dios le ha hecho libre en la muerte de Jesucristo. Dios ha abandonado, por así decirlo, el espacio de su gloria y el hombre puede ahora pasar a ocuparlo. Este es el anuncio de Resurrección, el fin y objeto de la reconciliación, la redención del hombre. Es la meta que ya se hacía visible el Viernes Santo. En tanto Dios intercede por el hombre (los escritores del Nuevo Testamento no han temido emplear el término de "pagado") éste es un rescatado.
La palabra griega Apolytrosis es vocablo forense para designar el rescate de un esclavo. He aquí la meta: el hombre es puesto en una nueva situación jurídica; ya no pertenece a Aquel que tenía derecho sobre él, no pertenece al terreno de la maldición, y la ley de la muerte y el infierno, sino que ha sido trasladado al "Reino de su amado Hijo". Significa esto que legalmente no le son ya reconocidos su estado, su constitución, su estatus jurídico como pecador. Dios no considera ya al hombre en serio como pecador. Sea el hombre lo que quiera, dígase de él lo que se diga, repróchese él mismo lo que fuere, Dios ya no lo toma en serio como pecador.
El hombre en Cristo ha muerto al pecado... allá, en la cruz del Gólgota. Para el pecado, el hombre ya no sufre las consecuencias tan terribles de la ley del pecado y la muerte. Y es que Dios lo ha reconocido y señalado como justo, como uno que agrada a Dios. El hombre tal como se halla en el mundo, no deja de tener su existencia en el pecado y por consiguiente en su culpa, pero esa existencia se halla detrás de él. El cambio ha sido realizado definitivamente. No es que se trate de que podamos decir: Yo me he cambiado definitivamente, yo he hecho la experiencia... No; ese "una vez para siempre", ese "de-finitivamente" es el de Jesucristo. Sólo que si creemos en Cristo, ello tiene validez también para nosotros. En Jesucristo, muerto por el hombre, y conforme a su resurrección, el hombre es el Hijo amado de Dios que puede vivir del agrado de Dios y para agrado de Dios, por consiguiente no somos más criaturas de Dios sino hijos de Dios, adoptados por la intervención poderosa de nuestro Padre Celestial en Jesucristo.
La filiación divina
3:1 ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a él.
3:2 Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es.
3:1 ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a él.
3:2 Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es.
La conducta de los hijos de Dios
3:3 El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.
3:4 El que comete el pecado comete también la iniquidad,
porque el pecado es la iniquidad.
3:5 Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar los pecados,
y que él no tiene pecado. 3:6 El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido. 3:7 Hijos míos, que nadie los engañe:
el que practica la justicia es justo,
como él mismo es justo.
3:8 Pero el que peca procede del demonio,
porque el demonio es pecador desde el principio.
Y el Hijo de Dios se manifestó
para destruir las obras del demonio. 3:9 El que ha nacido de Dios no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él;
y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
3:3 El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.
3:4 El que comete el pecado comete también la iniquidad,
porque el pecado es la iniquidad.
3:5 Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar los pecados,
y que él no tiene pecado. 3:6 El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido. 3:7 Hijos míos, que nadie los engañe:
el que practica la justicia es justo,
como él mismo es justo.
3:8 Pero el que peca procede del demonio,
porque el demonio es pecador desde el principio.
Y el Hijo de Dios se manifestó
para destruir las obras del demonio. 3:9 El que ha nacido de Dios no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él;
y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
Este es el mensaje de Resurrección que en la epístola de 1 de juan 3 nos enseña. El problema del pecado ya fué solucionado y los que se adhieren a Dios aceptando y confesando a Jesucristo como el Señor de sus vidas (Romanos 10:9-10) obtenemos la justicia y salvación.
Romanos 10:9-10
9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Se comprende pues que en la resurrección de Jesucristo en realidad se trata simplemente de la revelación del fruto todavía escondido de la muerte de Cristo. El cambio antes mencionado es precisamente lo que está aún oculto en la muerte de Cristo, oculto bajo el aspecto en que aparece allí el hombre, consumido por la ira de Dios. El Nuevo Testamento atestigua que ese aspecto del hombre no es el sentido del suceso del Gólgota, sino que detrás de ese aspecto se esconde el verdadero sentido del suceso, sentido que se revela al tercer día. En este día tercero se inicia una nueva historia del hombre, de modo que cabría dividir también la vida de Jesús en dos grandes períodos: El primero de treinta y tres años, hasta su muerte; y el segundo, muy breve y decisivo, de cuarenta días, que son los habidos entre su muerte y su ascensión a los cielos.
Al tercer día comienza una nueva vida de Jesús. Pero simultáneamente empieza al tercer día un nuevo eon35, una nueva forma del mundo, después que, en la muerte de Jesucristo, el mundo antiguo fue completamente desechado y concluido. Y esto es la Resurrección: iniciación de un tiempo y un mundo nuevos en la existencia de Jesús hombre, el cual ahora, como portador triunfante y victorioso, como aniquilador de la carga del pecado del hombre que le fue impuesta, empieza una nueva vida. La Iglesia primitiva vio en esa distinta existencia de Jesucristo no sólo, digamos, una continuación sobrenatural de lo que hasta entonces fue su vida, sino una vida completamente nueva, la vida de Jesucristo glorificado, y en ello, simultáneamente el principio de un mundo nuevo. (Vanos son los intentos de relacionar la Resurrección con ciertas renovaciones como las que tienen lugar en la vida creada; por ejemplo, en primavera, o, también, en el despertar matutino del hombre etc. etc. Pero a la primavera sigue el invierno inevitablemente y al despertar sigue, después, el sueño. En todo esto se trata de un movimiento cíclico del renovarse y envejecer. ¡Pero la renovación de Resurrección es una renovación definitiva!)
Según el Nuevo Testamento, se anuncia en la resurrección de Jesucristo que la victoria de Dios en favor del hombre ya ha sido ganada en la persona de su Hijo. Primeramente, es la Resurrección la gran prenda de nuestra esperanza; pero, al mismo tiempo, ese futuro se hace ya actualidad en el mensaje de Resurrección: el anuncio de una victoria lograda ya. La guerra ha terminado..., aunque aquí o allá algunas unidades del ejército sigan disparando por ignorar la capitulación. El juego está ya ganado. . ., aunque el contrincante pueda seguir haciendo algunas tiradas todavía. ¡Prácticamente ya está en jaque mate! El reloj ha gastado toda su cuerda..., aunque el péndulo prosiga oscilando un par de veces.
Nosotros estamos viviendo en ese espacio intermedio! "¡Las cosas viejas pasaron! he aquí', todo es hecho nuevo!"36. El mensaje de Resurrección nos dice que el pecado, la maldición y la muerte, nuestros enemigos, en fin, han sido vencidos. Por fin ya no pueden causar ningún mal. Claro está que siguen comportándose como si el juego aún estuviese indeciso, como si no hubiese sido librada la batalla; por eso hemos de contar aún con ellos, pero, en el fondo, no tenemos por qué temerles.
Quien haya oído el anuncio de Resurrección, no puede seguir andando por ahí con rostro trágico ni llevar la existencia malhumorada del que no tiene esperanza. Jesús ha vencido: Esto es lo único que vale... y lo único verdaderamente serio. Toda seriedad que al llegar aquí quisiera volver la vista atrás como la mujer de Lot, no es seriedad cristiana. Posiblemente habrá fuego a nuestras espaldas (en realidad, está ardiendo!), pero no es eso lo que debemos mirar, sino lo otro, o sea, que somos llamados y estamos invitados a tomar en serio la victoria de la gloria de Dios en ese hombre, que es Jesús, y a alegrarnos de ella.
Entonces viviremos en agradecimiento, pero no en temor. La resurrección de Jesucristo revela y lleva a cabo ese anuncio de la victoria. No interpretemos la Resurrección como "un proceso espiritual. Es preciso oír y escuchar que se nos diga que hubo un sepulcro vacío y que más allá de la muerte se ha visto una nueva vida. "Este (el hombre salvado de la muerte) es mi Hijo amado: A él oíd"37. En la Resurrección sucede y se manifiesta aquello que fue anunciado en el Bautismo del Jordán. Y a los que esto saben les es anunciado el final del mundo viejo y el principio del nuevo. Todavía han de recorrer un breve trecho hasta que se haga visible que Dios lo ha consumado todo por ellos en Jesucristo.
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35. Eon en el sentido de mundo. N. del T.
36. 2 Cor. 15:17.
37. Marcos 9:7
SOLI DEO GLORIA
REV. RUBEN DARIO DAZA
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