jueves, 24 de marzo de 2011

Comunión con Dios: La Meditación

     
     
Uno de los grandes problemas para aprender a meditar es que meditar es muy sencillo.  En la clase de sociedad en la que vivimos, no estamos acostumbrados a poner nuestra fe y confianza en algo que sea tan  sencillo.  Entonces, cuando encontramos algo como la meditación, tendemos a interesarnos en las técnicas que se requieren.  Las técnicas tienen su lugar, pero no son la primera cosa que debe llamar nuestra atención cuando queremos aprender a meditar.  Lo más importante, cuando comienzas a meditar, es comprender su absoluta sencillez.  Luego debes permanecer fiel a la simplicidad de la práctica.  

Cuando empezamos a meditar, tomamos nuestro lugar en una gran tradición.  No estamos embarcándonos en algo nuevo en el que añadimos nuevos elementos de autoconocimiento.  Estamos entrando en una tradición de cientos, de hecho, miles de años.  Cuando comenzamos a meditar debemos de ser humildes en aceptar esta tradición, y la debemos de aceptar con fe.  Quien me recuerda mucho sobre este tipo de actividad es el propio Señor Jesucristo – que en sus momentos de comunión con Dios, se sentía más cómodo alejarse de la multitud que le seguía, incluso de sus discípulos, y se enclaustraba en el desierto, o iba a un monte alto y allí oraba y meditaba.  Repetía oraciones cortas, o palabras de profundo significado que despertaban una gran espiritualidad, arrodillado, sentado o de pie ... pero quieto; para meditar debes estar quieto.  Debes aprender a sentarte muy quieto y muy presente en tu cuerpo y debes encaminarte hacia la quietud interna de tu espíritu. Haga oraciones cortas, puedes escoger una palabra o frase sencilla y repetirla constantemente. La palabra que te recomiendo es Maranatha (Ven a mi encuentro Señor Nuestro).  Repite la palabra de la forma más gentil que puedas. No utilices la fuerza pero busca mantener absoluta fidelidad.  Para aprender a meditar hay que hacerlo cada mañana y cada noche de toda tu vida y es necesario repetir la palabra del principio al fin.

La meditación es la forma de hacernos totalmente presentes a Dios pues nos lleva a comprender la totalidad del misterio de la vida.  Casi todos nosotros en nuestra sociedad pensamos que Dios, incluso, nosotros mismos, somos problemáticos.  Dios es un problema que tenemos que resolver.  Nuestra vida es un problema que debemos resolver. Y para resolver esos problemas, requerimos de una técnica.  Lo que la tradición de la meditación nos enseña es que Dios no es un problema, ni que tampoco nosotros somos un problema.  Dios es un misterio y nuestra vida es también un misterio.  En la presencia del misterio, debemos permitir que el misterio sea.  Debemos permitir que el misterio sea en su plenitud.  Debemos permitir que se nos revele. Y eso es exactamente lo que hacemos al meditar.  Permitimos que Dios sea Dios.  Nos permitimos estar en su presencia. Este es su extraordinario poder.

Cronológicamente, la primera cosa que debemos hacer, es estar presentes en nosotros mismos.  Esta es la razón por la que requerimos absoluta quietud de mente y de espíritu.  Para muchos de nosotros esta es la primera experiencia que tenemos de totalidad de nuestro ser.  Lo que haces al meditar es entrar al momento presente, y cada vez que repites la oración, estás totalmente presente en ese momento.  No estás pensando en el pasado, tampoco estás planeando el futuro.  Estás ahí, totalmente en el momento.  Jesús nos llama a estar despiertos.  “Puedes despertar?  Despierta”. En la meditación aprendemos a estar despiertos a la realidad de nuestra existencia y a la realidad de Dios.

No hay nada tan enloquecedor como hablarle a alguien que nos escucha a medias.  Alguien me estaba contando que hablaba con otra persona sobre el terrible problema del hambre en Africa del Este.  Las personas hablaban sobre esto tomando café y fue cuando la persona que hablaba del hambre fue interrumpida por la otra quien dijo:  “Cuántos huevos le has puesto a este pastel – está delicioso”.  Este es un ejemplo de la frustración enloquecedora que nos pasa cuando alguien nos escucha a medias.  Los evangelios muestran como Jesús se exasperaba con gente así. Lo que Jesús nos dice es que no hay nada peor que estar despierto a medias (o dormido a medias).  Cuando duermas, duerme totalmente y cuando estés despierto, hazlo de una forma total.  Y es a esto a lo que nos lleva la meditación.  Nos permite estar totalmente presentes en este momento, en el momento que hacemos la oración, pues es cuando entramos al Eterno Presente de Dios. 

La crítica principal que tenemos de los Cristianos contemporáneos es que hemos estado y seguimos estando muy lentos y lejos para comprender la totalidad, el magnífico regalo, que es la invitación a estar totalmente abiertos a Cristo.  El Apóstol Pablo se los escribió a los Corintios diciendo: “Fiel es Dios, quien los ha llamado a tener comunión con su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor”. (1 Corintios 1:9). La tradición nos dice que la vida, el poder de Dios, el poder de su amor, se encuentra en nuestro corazón.  Para lograr encontrar ese poder debemos estar totalmente presentes.  La tradición también nos dice que nuestro llamado es el de estar totalmente despiertos al misterio y despertar a ese misterio en su totalidad. Nos descubrimos cuando renunciamos a nosotros mismos en el Otro y solamente así podemos descubrir nuestro lugar esencial en el total misterio de la Realidad. 

La mayoría de la gente moderna, como resultado de las filosofías de hace más de 200 o 300 años, han visto esto como una invitación limitada al conocimiento de las limitaciones de su ser.  Pero lo que la tradición Cristiana nos muestra es que esa invitación es para algo mucho más grande que eso.  Es poder encontrar nuestro lugar, nuestro punto de inserción en la Realidad que no solo es infinitamente más grande que nosotros, sino también infinitamente más grande que todos nosotros.  La invitación es para poder encontrarnos totalmente vivos en el misterio de Dios. La tarea que tenemos es volvernos sencillos, volvernos humildes al repetir nuestra palabra, simplemente retornando cada día a repetir la palabra, dejando atrás cualquier pensamiento, o imagen durante nuestro período de meditación.  Recuerda, que desde luego, hay otros períodos para hacer análisis, pero esos no son períodos de meditación.  Durante la meditación debemos aprender a ser como niños pequeños, debemos ser como niños en nuestra espiritualidad, lo que significa el poder estar contentos con tan solo decir la palabra y renunciar a cualquier pensamiento, imaginación o análisis.

Podemos ver la invitación a ver.  El camino de la meditación como un camino de silencio, es un camino de sencillez y de  humildad,  pero más importante, es el camino de la oración.  Pero lo más importante es decir la oración sencilla a como dé lugar. Repítelo, recítalo, escúchalo.  Esta es la forma en que respondemos a la invitación que nos llega de Dios mismo: agradece a Dios por todas las riquezas que has recibido de Cristo.  En El posees todo el conocimiento y puedes además expresarlo.  No hay ningún regalo que te falte:  “Fiel es Dios, quien los ha llamado a tener comunión con su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor”.

1 comentario:

  1. Hola Rev. Ruben buenisimo este análisis que haces sobre la meditación como una de las formas de tener comunión con Dios. Muy oportuno te felcito, estás en el camino de verdad. Un abrazo.

    ResponderEliminar