domingo, 10 de julio de 2011

Teologia de lo Cotidiano: El Gallo !




Cuando pequeño mi Padre Angel Daza nos contaba a altas horas de la noche, historias y cuentos que eran muy jocosos, atrevidos y creativos. Me acuerdo que él nos contó la historia del gallo que cantaba para obligar el Sol nacer, que ya conté en otro lugar y  ahora repito en este blog. Bien de madrugada, oscurito todavía, el gallo subía en el tejado del gallinero, sacaba el pecho y anunciaba:

                    - Voy a cantar para que el Sol vuelva a nacer!

Los animales del gallinero escuchaban y quedaban todos boquiabiertos, pues se creía que el gallo decía la verdad, y la prueba estaba bien allí delante de ellos. El gallo batía las alas, miraba firmemente para el horizonte y ordenaba:

                    - Co-co-ri-có !

Y luego el Sol, todo manso y obediente, iba apareciendo, todo rojito, todo luz, todo calientico y todo quedaba bien alegre, y los animalejos agradecían al gallo y a su poder y a su bondad.

Si bien es cierto eso no era una cosa muy pacífica entre los animalejos. Que el Sol naciera por causa del canto del gallo, eso era dogma, quod semper quod ubique et quod ab omnibus creditum estlo que siempre se cree, será así en todas partes, y en todo el mundo, como dicen los doctores de la Iglesia.

Lo que era objeto de infinitas disputas y discusiones era el de ponerse de acuerdo con el canto y su partitura correcta,  porque en las afueras y hacia el horizonte donde se extiende el valle, había fincas y otros campos donde existían otros gallineros de nunca acabar, cada uno tenía su propio gallo, y cada gallo cantaba de una forma diferente. Tenían el Gallo Pinto, que cantaba fino, con voz de tenor; había también el gallo de pescuezo pelado, humilde hasta en su canto; el gallo brahma plateado, se explicaba diciendo que era de tonsura sagrada, de coronilla afeitada, él era barítono, y alargaba la última "c" del co-co-ri-có que se escuchaba diferente; tenían el gallo sarabiado de plumas color  púrpura, que no se contentaba en cantar una sóla vez, sino que le gustaba oír su propia voz; tenían también el gallo colombiano de cresta roja, que cantaba todo manso, suave, que afinaba hecho todo un gregoriano evitando el trítono que en el ámbito musical evitaba los tres tonos enteros; había también el gallo fino combatiente español, teólogo de la liberación, de canto guerrero y por último el gallo old english, todo imponente en su canto, acento norteamericano, teólogo de la prosperidad e invadía otros gallineros para que le escucharan su verdad. No obstante, cada uno cantaba de una forma diferente y afirmaban ser los verdaderos y auténticos cantores que hacían el Sol volver a nacer.
 
La cuestión se complicaba cuando todas las veces que los gallos se encontraban en sus reuniones de final de año, la cosa terminaba en peleas, y eran peleas de gallos finos siendo hasta hoy el deporte más popular en todo el mundo, porque cada uno intentaba probar que su canto es el único y verdadero, en cambio los otros, son falsos o de plagiadores de mal gusto. A ellos nunca se les pasaba por la cabeza que lo mejor sería hacer un dueto entre barítono y tenores; aunque las palomas (aves humildes pero inquietas), ya habían intentado muchísimas veces organizar un coro ecuménico para poner punto final a esas peleas de gallos, pero todo era inútil, porque a los gallos no les gustan cantar en polifonía de sonidos ejecutados simultáneamente, cada uno con su propia línea melódica; pero no, a ellos les gustan cantar igual de solitos y con su propio tono de voz.
Sucedió pues que un día cualquiera, el despertador del gallo no funcionó y no lo escuchó, y él perdió la hora de despertarse y, cuando se levantó, que gran sorpresa, el Sol ya estaba allá en medio del cielo, con aquella sonrisa en la cara, a flor de piel, irradiando luz y calor para todos los animales del valle. Aquello fue un duro golpe en el orgullo del gallo, entró en depresión profunda, fue a buscar a la Lechuza que era psicoanalista, y le contó todos sus sueños y desilusiones. Pero la Lechuza hacía que le escuchaba, pero casi no le prestaba mucha atención, y sólo le dijo con una irónica puntuación de su lógica sesión lacaniana: ¿Ya que el Sol sale sin oír su canto y nace de igual manera, por que usted no destruye el despertador y lo lanza bien lejos de su gallinero?
El gallo al principio no entendió. Pero ha medida que iba entendiendo el consejo de la Lechuza, él iba sonriendo: Si claro! Es verdad, destruir el despertador y lanzarlo lejos del gallinero, ya que el Sol vuelve a nacer de cualquier manera sin mi canto, entonces mi canto no tiene mucha importancia, no necesito más de mi despertador y estar pendiente para oírlo, estoy libre para dormir y despertarme a la hora que yo quiera, si el Sol igual nace todos los días sin mi bello canto...

Luego en seguida el gallo dió una carcajada de felicidad, en lo que aceptó el consejo de la Lechuza, en ese momento quedó curado de su depresión, es que las enfermedades del alma se curan siempre cuando uno aprende a reírse de si mismo.

Relaté este cuentico para tranquilizar a muchos gallos y gallinas, patos, pavos y gallinetas, que residen en sus gallineros, que deben estar horrorizados con mis contra cantos, tan irrespetuosos sobre las cosas sagradas, tan desafinados, escritas con letras al revés diferente de todo el mundo como aprendió y cree... Me imagino que pudieron haber quedado con miedo de que el Sol, en represalia por mi canto, dejase de nacer de nuevo...

Espero que hayan percibido que este cuentico es una parábola teológica sobre unas de las cosas más lindas del evangelio, que dice que Dios es como el Sol que nace y sale para los justos e injustos, o como la lluvia que cae sobre buenos y malos.

Yo se que eso parece injusticia, pues lo correcto sería que el Sol brillase sólo sobre los buenos. Lo correcto sería si la fuente, cuando el malvado llega cerca de ella, se secara. Lo correcto sería que la lluvia sólo cayese sobre los justos.

¿Pero que puedo hacer? Si lo que dicen los textos sagrados es que Dios no da la más mínima importancia para el canto del gallo, si canta o no canta, si canta bonito o canta feo, él brilla de cualquier forma. Dios no cambia su manera de ser, por causa de nuestra forma de ser.

Eso quiere decir que la gente puede cantar de la forma que quisiera. Tiene permiso para pensar lo que quiera. NO hace diferencia. El Sol nunca se pone bravo. Creo que el Sol debe morirse de risa, viendo aquel bando de gallos bobos, cada cual convencido de la importancia de su propio canto.

Dios es así también: Él encuentra divertidísimo nuestros cantos de gallo y nuestro cacareo de gallinas (muchos rezos se parecen con un cacareo, pues se queda ahí repitiendo la misma cosa, sólo que  el cacareo de la gallina anuncia que puso un huevo, y en las rezas sin fin, se quiere obligar a Dios que ponga un huevo...). Como yo decía, a Dios le parece divertidísimo nuestros cantos y cacareos, y a veces inclusive pide bis.

No estoy siendo irreverente con las cosas sagradas. Sagrado es Dios, mar profundo e infinito, floresta exhuberante y desconocida, montaña con sus abismos cubiertos de neblina... Mi cuerpo y mi alma se quedaron allá, delante del misterio que me envuelve, en silencio.

Pero cuando escucho los cantos de gallo y los cacareos de gallinas, comienzo a reírme. Y no es risa de burla. Es un alborozo de felicidad. Felicidad que, delante del misterio oscuro, nos pueda conceder la gracia de la liviandad: podemos pensar y hablar sin tener miedo. Cualquiera que sea nuestro canto, el Sol brillará de la misma manera... Cuando se dé cuenta de eso, el pensamiento se mezcla con la risa, y sólo en ese momento comenzamos a volar.



SOLI DEO GLORIA

REV.- RUBEN DARIO DAZA
 
 





2 comentarios:

  1. Si es verdad, creo que en las iglesias de su Pais y aqui en el Perú hay gallos que se creen muy necesarios y que dominan una comunidad o iglesia como gallos en su gallineros. Espero que esta reflexion sea propicia para nuestros tiempos y que algunos líderes no seamos dominantes como gallos finos que perturban el buen progreso de la Iglesia. Lo Felicito. Dios te guarde.

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  2. Bom, o meu nome é João Dos Santos Torres, sou brasileiro da cidade São José de Rio Preto estado de São Paulo e membro das Igrejas de Deus do Brasil, assim que eu sou pentecostal e bem dogmático... mas acho que aquilo que o senhor escreveo do gallo a pesar com muito bom sentido académico posso dizer que gostei demais... Acho que as pessoas devem ter sentido crítico e analisar quem é o seu pastor, quem é a pessoa que está dirigindo a Igreja. Deus te abençoe, só quería dizer mais uma coisa... pode escrever algumas coisas em português... Gostei muito de seus escritos em português. Um abraço

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