lunes, 31 de octubre de 2011

DIA DE LA REFORMA PROTESTANTE: 31 DE OCTUBRE DE 1517

El próximo 31 de octubre los cristianos evangélicos alrededor del mundo conmemoran el Día de la Reforma Evangélica o Protestante, establecido por la lucha del teólogo y reformador alemán Martín Lutero.

A los 24 años de edad Lutero fue ordenado como sacerdote continuando así un largo camino que lo llevaría a descubrir en 1517 la predicación de indulgencias por parte de un monje dominico, Tetzel. Según la enseñanza tradicional, por medio de la compra de indulgencias, se libraba a las almas recluidas en el purgatorio de los tormentos del mismo, causa que introdujo a Lutero en una batalla por la verdad causando la apertura de un tribunal de inquisición que culminó en la excomulgación de Lutero de la Iglesia Católica Romana.



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Lutero clavando las 95 tesis en la puerta
de la iglesia de Wittenberg en Alemania.

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Este gran religioso precipitó la Reforma Evangélica o Protestante al publicar en las puertas de la iglesia del Palacio de Wittenberg el 31 de octubre de 1517 sus 95 Tesis denunciando las indulgencias y los excesos de la Iglesia Católica.
El 15 de junio de 1520, León X publicó la bula de excomunión de Lutero intitulada Exsurge Domine. Cuando Lutero la recibió se dirigió al pudridero de la ciudad y juntamente con el Derecho Canónico, la quemó públicamente.


EL LEGADO DE MARTÍN LUTERO

Lutero fue el principal artífice de la Reforma Evangélica, en la que tuvo un papel mucho más destacado que otros reformadores. Gracias a la imprenta, sus escritos se leyeron en toda Alemania y ejercieron influencia sobre otros muchos reformadores y pensadores, dando origen a diversas tradiciones evangélicas o protestantes en Europa y en el resto del mundo.

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Lutero fue el hombre que por su amor a la verdad bíblica, provocó la
separación de la verdadera Iglesia de las falsas doctrinas del Catolicismo.
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Tanto la Reforma Evangélica o Protestante como la consecuente reacción católica, la Contrarreforma, supusieron un importante desarrollo intelectual en Europa, por ejemplo, mediante el pensamiento escolástico de los jesuitas en el caso del Catolicismo. Por su traducción de la Biblia, Lutero es considerado además uno de los fundadores de la literatura en alemán.

En los territorios luteranos aumentó considerablemente el poder absoluto de los príncipes. Católicos y evangélicos sostuvieron entre sí terribles guerras religiosas. Un siglo después de las protestas de Lutero, una revuelta en Bohemia provocó la Guerra de los Treinta Años, un conflicto entre católicos y evangélicos que arrasó gran parte de Alemania y acabó con la vida de cerca de un tercio de la población.

Sus contribuciones a la civilización occidental fueron más allá del ámbito religioso, ya que sus traducciones de la Biblia ayudaron a desarrollar una versión estándar de la lengua alemana y se convirtieron en un modelo en el arte de la traducción.

Las 95 tesis de Martín Lutero


Con sus 95 tesis, Martín Lutero quiso impulsar una reforma de la Iglesia Católica Romana,
pero sin proponérselo se convirtió en fundador de una segunda confesión cristiana.



El Nuevo Testamento, traducido por Martin Lutero al idioma alemán.

Martín Lutero (1483-1546) oficiaba desde 1514 como sacerdote en la Iglesia de la ciudad de Wittenberg. Su comunidad apreciaba al popular predicador que se había hecho notar por su talento retórico. A menudo se quedaba en su cuarto absorto leyendo la Biblia. Lutero quería descifrar a través de las Sagradas Escrituras la relación entre Dios y los hombres. Una relación que hacía mucho había quedado aclarada, según la Iglesia Católica: Dios se dirigía a los hombres a través del Papa en Roma y a través de los representantes del Santo Padre, los sacerdotes y obispos. Con ello la Iglesia de Roma podía reclamar para sí la interpretación universal de la Biblia y establecer sanciones a quienes contravinieran sus reglas.

95 tesis contra los abusos de la Iglesia

Martín Lutero, en cambio, hizo una nueva interpretación de los Evangelios del Nuevo Testamento, que derivó en otro paradigma cristiano. Para él no había una “mediación apostólica” en la relación entre Dios y los hombres. Lo único que valía eran las Sagradas Escrituras (primacía de las Escrituras), Jesucristo (primacía de Cristo) y la gracia de Dios (primacía de la gracia y de la fe). El detonante de la Reforma fue el comercio de indulgencias, cuyos beneficios iban a ser destinados a la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma, pero también a mantener el lujoso estilo de vida del Papa Leo X (1475-1521), que se encontraba siempre notoriamente al borde de la bancarrota.


Iglesia de Wittenberg, en donde Predicaba Martin Lutero


Cuando Martín Lutero escribió sus 95 tesis en la habitación de su vivienda de párroco de la Iglesia de Wittenberg, buscaba únicamente poner un alto a lo que él consideraba anomalías en la Iglesia Católica Romana (la secularización, la evasión del celibato). No era su intención entrar en conflicto con el Papa ni tampoco fundar su propia Iglesia. Por ello no clavó tampoco las tesis ese memorable 31 de octubre de 1517 en la puerta de la Iglesia de Wittenberg, sino que las envió para su discusión a colegas y amigos. Ese día no fue un revolucionario, sino un monje preocupado por la salvación de las almas de los miembros de su comunidad. La reacción a las tesis, que se propagaron rápidamente, convirtió a ese angustiado monje en un revolucionario que trastornó de manera perdurable el mundo medieval y cuyos efectos en la historia no tienen parangón.



Casa donde nació Martin Lutero, en la ahora llamada Lutherstraße 16,
en la localidad de Eisleben, Sajonia Anhalt.

El reformador fuera de la ley – Lutero no se desdice

El Papa Leo X intentó llamar al orden al monje de Wittenberg amenazándolo con la excomunión, anatemas y en abril de 1521 con un proceso ante la Dieta Imperial de Worms, sin éxito. Martín Lutero no se desdijo de sus tesis en Worms, lo que fue documentado con una “proscripción imperial” (Reichsacht) y acto seguido fue declarado fuera de la ley. En su posterior huída de los alguaciles de la Inquisición, Lutero no sólo pudo contar con un amplio apoyo entre la población, sino sobre todo con la ayuda del príncipe elector de Sajonia, Federico III “el Sabio” (1463-1525). El príncipe elector ocultó a Lutero en el Castillo de Wartburg, donde bajo el seudónimo de Caballero Jorge (Junker Jörg) se dedicó a traducir el Nuevo Testamento al alemán.

Por una parte sus enseñanzas se propagaron rápidamente en el continente europeo. Pero por la otra, el conflicto con la Iglesia Católica, como se pasó a autodenominar la Iglesia romana del Papa, fue adquiriendo dimensiones cada vez más violentas. Ambos bandos comenzaron a armarse. Ese conflicto religioso desembocó finalmente en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), tras la cual la libertad religiosa en Alemania y Europa quedó sellada a través de tratados.

Por lo tanto, el 31 de Octubre del año 1517, el monje agustino y profesor de teología, Martín Lutero, clavó 95 tesis en la puerta del templo de Wittenberg. Se conoce esta fecha como el Día de la Reforma Protestante. Los noventa y cinco principios de Lutero movieron a los académicos a debatir la necesidad de la reforma de la Iglesia. Finalmente, las tesis del revolucionario Lutero causaron un revuelo en la Iglesia y como resultado la Reforma cristiana.

Dios puede cambiar a una persona, a la Iglesia y al mundo cuando se cree en su Palabra; en la buena noticia del amor de Cristo, manifestado en la cruz, para con la humanidad. Así anotó Lutero: "El verdadero tesoro de la Iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios" (Tesis 62).

Por medio de su Santa Palabra (sola Escritura, es palabra de Dios), el Señor nos da la única y verdadera fe (sola fe, es don de Dios) y, por ella, confiamos en su gracia inmerecida (sola gracia, es amor de Dios) para la salvación eterna.

SOLI DEO GLORIA
REV. RUBEN DARIO DAZA


viernes, 28 de octubre de 2011

TEOLOGIA SISTEMÁTICA: A CURA FISICA COMO AÇÃO SALVÍFICA DE DEUS

TEOLOGIA SISTEMÁTICA


A CURA FÍSICA COMO PARTE INTEGRANTE
DA AÇÃO SALVÍFICA DE DEUS

  
Introdução:

                      Na teologia Bíblica demonstramos que no Antigo Testamento, entendemos ser a cura uma dimensão importante do Plano Salvífico de Deus para os homens de todos os tempos. Nela encontramos apoio para crer que Deus deseja curar os enfermos e, que a cura é sempre atribuída à intervenção direta ou indireta de Deus, Senhor absoluto da vida e da morte.

                      No Novo Testamento os evangelhos apresentam Jesus como o enviado de Deus que realiza as esperanças messiânicas declaradas nas profecias veterotestamentárias; tornou-se claro que os milagres de cura realizados por Jesus só podem ser compreendidos em conjunto com o anúncio e sinais do Reino de Deus. Portanto o milagre de cura é um sinal, o que quer dizer que ele é promessa de salvação definitiva, vitória sobre o mal que atingirá nosso ser por inteiro e para sempre.

                       A seguir, passaremos a abordar a cura na perspectiva da teologia sistemática, enfocando as considerações que acabamos de fazer do ponto de vista da Igreja primitiva e dos pais da Igreja onde desenvolve um tema básico sobre a preocupação pelos doentes e as curas dos doentes.

                      Encerro essa segunda parte com o pensamento de dois teólogos importantes, Paul Tillich e Jürgen Moltmann. Exporei suas opiniões sobre a cura como ação salvífica de Deus, porque eles são atuais e seus pensamentos contribuirão positivamente na perspectiva de um trabalho pastoral. Opinarei em todas essa partes, pois creio que isso é importante no trabalho monográfico.


1. A CURA-SALVAÇÃO NOS PRIMORDIOS DA HISTÓRIA DA IGREJA.


A busca da cura é tão antiga quanto a aspiração à vida e à saúde. A cura dos doentes era parte da missão de Jesus e devia ser parte da missão da Igreja. Jesus enviou seus discípulos a pregar o evangelho e curar os doentes (Mt 9:35 – 10:8; Cf. Lc 10:9). Mas sua missão não deve ser reduzida a sua missão de só pregar. Em Lucas 10:9, Jesus envia um suplemento de colaboradores, com autoridades e tarefas específicas, a todos os povos. Como testemunhas autorizadas, devem levar dois a dois o anúncio importante de Jesus: a “pregar o reino de Deus e a curar”, a missão exata do próprio Jesus e a missão que há de caracterizar eventualmente a comunidade de Atos. Eles (os setenta ou setenta e dois), os quais são enviados em missão, tem que combater o poder do mal exatamente como Jesus faz (cf. Lc 10:1-20). 


Os discípulos participam do poder de Jesus, poder que é dado ao messias para esmagar o antigo adversário, que mantém escravo o homem com toda forma de prepotência. Então os poderes carismáticos dados aos discípulos não devem tornar-se  um  privilégio, um título de prestígio pessoal, mas uma ocasião de reconhecimento e gratidão pela liberalidade divina, que os associa à sua plenitude de vida e liberdade. [1]


                      Portanto, não é por acaso que os milagres de Jesus têm continuação na Igreja Primitiva pelos milagres dos mensageiros e carismáticos. E muito menos ainda, é por acaso que eles são descritos como milagres na força do Espírito (Cf. Atos 2:13,9; 1Cor 12:9 símbolo; Gl 3:5). Milagres e sinais fazem parte da essência das comunidades do Novo Testamento, do mesmo modo que eram essenciais para a proclamação de Jesus. Onde a salvação de Deus se torna presente, doença e obsessão têm de acabar.[2]

                      Quanto a Igreja Primitiva tenha levado para frente este mandato de curar os doentes,a história mostra o esforço da Igreja em socorrer os pobres e doentes desde os tempos da primeira manifestação pública em Jerusalém (At 3:1-10) até nossos dias.

                       As igrejas, apesar das perseguições do Império Romano, criaram as primeiras instituições beneficentes em prol dos pobres e doentes. Destas atitudes para com os doentes surgiram as diaconias “xenodochi” e os primeiros hospitais. O sacramento dos enfermos, insinuado por Mc 6:13 e recomendado e promulgado por Tg 5:14, atesta uma prática comum para com os doentes. [3]


“Os Padres da Capadócia, são Basílio, são Gregório Nisseno e são Gregório Nazianzeno não somente se preocuparam com os doentes em sua atividade pastoral, mas também elaboraram uma teologia da doença e da assistência. Embora as suas argumentações fossem influenciadas pelas categorias próprias da filosofia grega contemporânea, que postulava uma ordem natural imutável porque estabelecida por Deus, afirmavam que a Igreja tem o dever inevitável de testemunhar a presença de Jesus na história cuidando dos doentes como se cuidasse do próprio Cristo. Eram herdeiros de são Cipriano (séc III) que havia qualificado o comportamento dos cristãos para com os necessitados, reportando-se a Mt 25 como obras da nossa justiça misericórdia”. [4]


                     O autor da primeira carta de Clemente mostra como a Igreja primitiva assumiu as linhas básicas da práxis do Reino de Deus realizada por Jesus e a levou adiante correta e adequadamente, mesmo onde as circunstancias externas se tinham mudado.

                       Neste sentido, argumenta LOHFINK, G.:


Na oração comum de Clemente de Roma reza-se pela cura dos doentes do povo de Deus (1Clem 59,4).…, tendo seu início na práxis do Reino de Deus em Jesus e, passando pelas comunidades do Novo Testamento, continua até o tempo da Igreja Antiga. A consciência da presença do Espírito que era tão viva na Igreja primitiva, aos poucos começa retroceder. Mas permanecem a preocupação pelos doentes, as curas dos doentes e as expulsões dos demônios. Todas estas atividades estão envolvidas numa rica terminologia que descreve Cristo como médico, os sacramentos como meios da cura, a fé cristã como religião da cura. [5]


                      Muito mais raramente é mencionado o papel extraordinário que as curas milagrosas desempenhavam na Igreja Antiga. Irineu pressupõe milagres da cura como algo evidente nas comunidades e diz expressamente que viu, com os próprios olhos, muitos dos que foram curados.

Nesta perspectiva, argumenta Orbe, A.:


 Para Irineu, o Cristo era o “médico” ou o “Salvador - médico” dos corpos e médico das almas. E se os corpos que milagrosamente eram curados e ainda ressuscitados terminavam em morte e corrupção definitivas, tais como pensam os hereges, então, as curas em sua dimensão obvia, eram insubsistentes. Porque curar hoje para morrer amanhã, é totalmente incoerente com a missão de Jesus. Assim sendo, as curas tinham o seu valor. Jesus  era médico visível dos corpos e, revelava-se também como médico das almas, aos que convidava à Fé, e com a fé a eternidade psíquica” [6]


                    Na sua obra: “A cidade de Deus[7], Agostinho dedica um extenso parágrafo aos milagres (De civitate dei XXII, 7-10). Ele está interessado, sobretudo, na descrição protocolar dos milagres de cura nas comunidades de seu tempo. E ele quer mostrar: milagres não foram realizados apenas por Jesus e pelos apóstolos, mas ainda acontecem em Milão, Cartago, em Hipona e em todas as partes; milagres estes que acontecem em nome de Cristo, sejam por seus sacramentos, seja pelas orações e relíquias dos seus santos. Eles devem ser anotados, lidos às comunidades e assim, arrancados ao esquecimento dos homens.

                     Para os Padres da Igreja, no entanto, sabem muito bem que todos os milagres exteriores só adquirem sua última clareza na conversão do povo de Deus; e que o maior milagre era considerado o fato de pessoas receberem de Deus a força de morrer, como mártires, pela sua fé.

                     Portanto, para os Padres da Igreja não consiste no fato de os homens serem curados das suas doenças, mas no fato de romperem com sua vida pagã, contrariando qualquer esperança humana, e de poderem começar uma vida nova em Cristo. [8]


2.- CURA-SALVAÇÃO E A DOENÇA:  Uma definição teológica.


As enfermidades e o sofrimento, e a tentativa de aliviá-los, tem feito parte da vida humana desde os primórdios da história. A Bíblia apresenta um quadro completo sobre o homem, em todas as suas experiências, pelo que também há menções freqüentes às enfermidades dos indivíduos, e às epidemias das comunidades, bem como as tentativas de prevenir ou remediar as mesmas.

                       Assim sendo, doença e cura jamais são encaradas na Bíblia sob o ponto de vista médico ou científico, mas sempre sob o ponto de vista religioso, isto é, da relação particular que criam ou fazem ao parecer entre o doente e Deus [9]. Não é a natureza da doença, sua evolução ou tratamento, que recebe atenção, mas o próprio fato, como evento que expressa o destino e a condição humana na perspectiva geral da História da Salvação.    

                       Nessa perspectiva, Tillich na sua Teologia Sistemática, abordando o tema do Espírito Divino e as Ambigüidades da Vida, diz que:

O processo da vida sob todas as dimensões une auto-identidade com auto-alteração. A desintegração ocorre se um dos dois pólos é tão predominante que perturba o equilíbrio da vida. O nome dessa perturbação é doença, e seu resultado final é a morte. Forças curadoras dentro dos processos orgânicos sejam que residam dentro ou se originem fora do organismo, tentam romper o predomínio de um dos pólos e revivem a influencia do outro. Atuam para a auto-integração de uma vida centrada, isso é, no sentido da saúde. [10]


Para Tillich, essa desintegração que a doença causa, atinge todas as dimensões da vida na pessoa toda; assim sendo, a cura deve também atingir em todas as dimensões. Ele acredita, que existem muitos processos de desintegração que conduzem a doença, e existem muitas formas de cura, ou seja, de tentar reintegrar, como também muitos tipos de curadores, dependendo dos diferentes processos de desintegração e das diferentes formas de cura.

                              Moltmann, em seu livro “Deus na Criação”, diz que as doenças afetam a pessoa toda, ou seja, em sua integralidade.  As doenças se referem à pessoa pelo menos em quatro dimensões, segundo tal autor:
                      

1.Em sua auto-relação: A pessoa doente faz uma nova experiência consigo mesma. Ela não está mais de acordo consigo mesma. Ela precisa se re-encontrar.

2.Em sua relação social: Estar doente significa, na maioria dos  casos, também um prejuízo nas relações sociais, a perda da atenção das pessoas, a experiência de isolamento, etc. A pessoa doente primeiro precisa aprender essa sua nova função, da mesma forma como os próximos precisam se re-orientar em relação a ela.

3.Na história da vida: Doença e fraqueza suscitam um conflito entre o projeto de vida e a experiência de vida. Ficar doente muitas vezes significa enterrar esperanças. A pessoa faz, então, experiências de despedida e uma pré-experiência de morte.

4.Na relação com o campo da transcendência: O sofrimento questiona o sentido que foi vivido e também a falta de sentido que foi vivenciada. Sofrimentos graves, no entanto, também, muitas vezes, revelam o absurdo da vida normal. Nesta relação, doenças e sofrimento grave podem conduzir a crises da confiança fundamental [11].


                      Doença, então é uma disfunção orgânica e causa sofrimento; é uma instabilização do sentimento próprio que segue com crise existencial, perda de sentido, perda de contatos sociais. A Doença e o sofrimento atinge a todos pois que:
                      
 É uma das marcas da finitude humana e um significante da nossa mortalidade. Todos estamos sujeitos a esta condição de num tempo ou noutro da vida ser atingidos por inúmeras condições que o sofrimento assume [12].


                       Portanto, as curas de Jesus são compreendidas como exteriorizações do poder de Deus, que provoca salvação na história e que a conduz rumo à salvação. Não se procura explicar até que ponto eles são inexplicáveis frente ao desenvolvimento da história. A isso corresponde o duplo contexto no qual Jesus introduz, interpretativamente, os seus milagres de cura.





2.1 Cura - Salvação como purificação ou como busca de harmonia


                      Na história da religião e da medicina, encontramos dois modelos para entender a doença/pecado e a saúde/salvação. O primeiro vincula-se às categorias de puro/impuro, presentes em todas as religiões. É a idéia que elementos estranhos podem trazer sujeira ou contaminação em todas as dimensões da vida: corporal, psíquica, ritual, pessoal, moral, sacramental, social...No contexto desse simbolismo, cura e salvação assumem o caráter de purificação, por exemplo nas técnicas de assepsia e desinfeção ou nos rituais de exorcismo ou aspersão com água. É importante não separar os diversos níveis nem privilegiar algum unilateralmente, o que pode provocar perigosos desvios, como a exclusividade da pureza moral no protestantismo moderno, da antisepsia na medicina ou da pureza ritual na igreja católica, sem falar da caça às bruxas e aos hereges para preservar a pureza doutrinal ( Ver: "The Relation of Religion and Health", pp. 37-39. ).

                       Encontramos o segundo modelo já na medicina antiga, que considerava a doença como uma perturbação da constituição harmoniosa do corpo, baseada no equilíbrio de forças ou "humores". A arte de curar devia procurar restabelecer a harmonia do todo identificado com saúde e beleza, conforme o ditado Mens sana in corpore sano. A idéia foi retomada no renascimento por Paracelso, que enxergava a harmonia do corpo no quadro da harmonia maior do cosmo. A harmonização dinâmica encontra-se também na medicina e na teologia da época romântica. Assim, Schelling tentava descrever as forças em conflito com a ajuda de conceitos a um tempo ontológicos, biológicos e psicológicos, restabelecendo assim a unidade do natural, do psíquico e do religioso. A atual psicologia dinâmica do inconsciente pertence claramente a essa linha de pensamento, com a concepção da doença como perturbação do equilíbrio dinâmico por pulsões conflitivas. Freud teria descoberta a força dinâmica do inconsciente e insistido na importância do Ich na manutenção do equilíbrio. É a integração das pulsões e não o seu recalque que assegura a saúde. O sistema de Jung dá dimensões cósmicas à perda do equilíbrio entre inconsciente (Es) e consciente (Ich).

                      Na esfera religiosa, a totalidade é representada pela "paz de Deus" (Paulo), que é mais alta que toda razão e é capaz de preservar o coração (o centro pessoal) e a inteligência (os atos de compreensão racional). A paz de Deus caracteriza o "homem reconciliado" que reencontrou a sua harmonia criada essencial. Inclui a harmonia, o amor, a tranquilidade interior. Aliás, já para Platão, o amor harmonioso entre os elementos era considerado fonte da saúde. Afinal, cada vez que a idéia de harmonia fica no primeiro plano, cura religiosa e terapia médica andam juntas ( Ver: "The Relation of Religion and Health", pp. 39-42. ). 


2.2 Doença/pecado, redenção/cura e saúde/salvação

                       Na polaridade de identidade e mudança-de-si, a desintegração aparece quando um dos pólos domina o outro até o ponto de destruir o equilíbrio vital. É o que chamamos de doenças, cujo estágio final é a morte. O sadio é o inteiro, não destruído, não desintegrado, logo sadio corporal e espiritualmente. O não-sadio é o que está quebrado ou esfacelado. Todo terapeuta - e também o salvador divino - tem como função reunir as partes do que está esfacelado. Por isso, o salvador é também chamado de médico: Jesus disse explicitamente que não veio para os sadios mas para os doentes. As forças de cura - internas ou externas ao organismo - trabalham em vista da integridade e centração do si mesmo, isto é: da saúde. A mesma pode ser considerada a partir de diversas perspectivas. Por exemplo, na dimensão física, a saúde consiste em que todas as partes do corpo humano cumprem a sua função; na dimensão biológica, a saúde é a relação harmoniosa do organismo com o seu ambiente; na dimensão psíquica, é a mudança de si equilibrada pela centração sobre si mesmo; na dimensão espiritual, é a realização do sentido na moral, na cultura e na religião e a superação das alienações pela força salvífica e curativa do Espírito divino; na dimensão histórica, é o equilíbrio de uma sociedade ou de uma cultura entre tradição e novidade. É preciso observar que a saúde e a doença relacionam-se dialeticamente: a saúde não é real sem a possibilidade e a realidade da doença. A saúde é a doença superada. Em resumo, à unidade multidimensional da vida corresponde a unidade multidimensional da cura. Em todas as suas formas, a cura é fragmentária e a doença numa dimensão pode criar saúde numa outra e vice-versa. Afinal, nenhum tipo de cura ou terapia pode salvar o ser humano da necessidade da morte, o que coloca a questão da cura definitiva no Reino de Deus e na Vida Eterna.

                        Assim como há muitos processos de desintegração, há muitos caminhos de cura ou de restauração da saúde. Tillich distingue três tipos ou métodos de cura, igualmente presentes nas culturas antigas e modernas: cura religiosa, mágica ou natural. A primeira usa o poder da palavra divina, a segunda utiliza forças psíquicas e a terceira trabalha com intervenções físicas como cirurgia ou remédios. A religião é relação com algo definitivo, incondicionado, transcendente, que diz respeito ao homem inteiro, ao seu centro pessoal. A atitude religiosa é a consciência de dependência, é entrega, é aceitação. Por sua vez, a magia é uma visão do mundo, uma arte e uma técnica, não uma religião. Acredita na interação simpática entre todas as partes do universo. Sympathein é participar psiquicamente - não fisicamente - de um outro ser pelo conhecimento e pela ação[12a].

                      Na antigüidade e até o renascimento (Paracelso), os três métodos sempre apareciam vinculados, por exemplo nos templos dos "deuses curandeiros" como Esculápio, onde se praticava a "incubação" dos doentes dormindo e sonhando à noite no templo. Os sacerdotes eram médicos, como Cosme e Damião, receitando medicamentos, dietas e até pequenas cirurgias. Saúde e doença são situações da pessoa inteira, em todas as suas dimensões vitais; por isso, deve também haver cura da pessoa toda. Apesar da sua unidade, os domínios vitais mantém uma relativa independência entre si, o que vai determinar o tipo de tratamento utilizado: um ferimento benigno no dedo não será tratado da mesma maneira que uma grave perturbação psíquica. Diversos métodos deverão ser usados para alcançar ao mesmo tempo diversas dimensões da vida. Quem poderia negar que até hoje a arte médica combina numa sábia dosagem o corpo e a psiqué, fatores científicos e religiosos, a vis mediatrix naturae e a vis mediatrix Dei, o poder de cura da natureza e o poder de Deus?

                     A questão que se coloca aqui é de saber se existe uma cura no Espírito e, no caso de resposta afirmativa, como se relaciona com as outras espécies de cura e com o tipo que, em linguagem religiosa, é chamado salvatio. Como se relacionam os diferentes métodos com o poder de cura do Espírito divino? O conceito ambíguo de "cura pela fé" não constitui uma boa resposta à pergunta quando se entende por "fé" um ato psíquico de concentração ou auto-sugestão - a expressão "cura pela fé" designando então um procedimento mágico - e não criação do Espírito divino ou estado de estar possuído por aquilo que nos concerne incondicionalmente, pela presença do Espírito divino. Para Tillich,

A cura pela fé no sentido não pervertido da palavra é a recepção da salvação/saúde no ato da fé, isto é: na entrega a algo que nos diz respeito incondicionalmente, ao sagrado que não pode ser forçado a se colocar a nosso serviço. De tal entrega deriva a cura no centro da personalidade, integração das forças contraditórias que se subtraem ao centro e querem então se apossar dele ( TILLICH, P. Teologia Sistemática. 1984, pp. 596 ).

A consideração fundamental  a respeito dos caminhos de cura e de sua relação com o Espírito divino é a seguinte:

A integração do si mesmo pessoal só é possível mediante a sua elevação até aquilo que chamamos simbolicamente de si mesmo (ou personalidade) divino. E isso só é possível graças à irrupção do Espírito divino no espírito humano, isto é, pela presença do Espírito divino ( TILLICH, P. Teologia Sistemática. 1984, pp. 298 ).


2.3 Além da separação moderna entre ciência e fé

                      Quando a função médica e a função sacerdotal ficaram totalmente  separadas, na época moderna, a cura no sentido de salvação (que era salvação do inferno numa vida futura) não tinha mais nada a ver com a cura no sentido médico. Havia oposição entre a imagem materialista do ser humano e do mundo da maioria dos médicos e a imagem idealista dos religiosos. Nenhuma das duas imagens subsiste hoje. Do lado da medicina, dois fatores, sobretudo, provocaram a mudança: a descoberta do caráter unificado, de totalidade centrada ( Gestalt), de todos os processos vitais - o que conduz a entender a doença como separação de elementos que pertencem à totalidade - e a redescoberta do inconsciente na psicologia profunda - o que permitiu superar o dualismo do Ego consciente e do corpo-máquina, por exemplo, na medicina psicossomática. A psicoterapia também deixou de atribuir enfermidades neuróticas ou psíquicas a causas puramente físicas.

                      Do lado da religião, o idealismo teológico foi abandonado e o existencialismo na filosofia e nas artes ressaltou a precariedade e a falta de saúde/salvação do ser humano. A angústia frente ao nada misturou-se com a coragem de dizer sim à existência. É o ser humano inteiro que precisa de cura, pois é na totalidade do seu ser que está alienado de si mesmo, em contradição consigo mesmo, unido e dividido, criador e destruidor, na graça e na culpa, salvo e despedaçado - tanto no seu corpo quanto no seu espírito. A cura não é efetiva enquanto não é total. Para chegar à cura total, o psicanalista - por exemplo - deveria poder colaborar com o religioso, distinguindo a angústia existencial - superada pela coragem criada pelo Espírito divino - e a angústia neurótica, que pode ser curada pela psicanálise. O psicanalista deve reconhecer assim tanto a alienação existencial do ser humano em relação consigo mesmo, quanto a possibilidade de re-união na auto-transcendência.

                     Quando se entende salvação como cura, não sobra lugar para um conflito entre a medicina e a teologia, mas há uma íntima relação entre elas. A oposição só viria de uma teologia esquecendo-se dessa relação e entendendo a salvação como elevação do ser humano a um lugar celeste, ou de uma medicina negando a importância da dimensão não fisiológica para a saúde.


3. CURA-SALVAÇÃO E O EVANGELHO DO REINO DE DEUS
            

                      Vimos acima (cf. Teologia Bíblica): as curas de doentes não podem ser separadas da vida de Jesus. Elas estão em conexão bem firme com seu anúncio do Reino de Deus não vem apenas na palavra, mas também nas obras. Ele envolve o homem todo. O homem todo, porém, nunca é indivíduo isolado. A ele pertence a sociedade que o envolve. Por isso os milagres de cura operados por Jesus não podem ser vistos como obras feitas em indivíduos. Elas sempre têm a ver com o povo de Deus em sua totalidade. Por isso, o Reino de Deus é determinado pela libertação dos homens de seu auto-isolamento mortal, pelo amor sofredor. Isso restitui a liberdade às criaturas e livra-as da sua autodestruição [13].


Nesta perspectiva, argumenta LOHFINK:


A doença do indivíduo é sempre uma ferida aberta de uma sociedade doente.  Quando o Reino de Deus se tornar presente, deve, portanto curar não apenas até o fundo da realidade corporal; mas também até o fundo das dimensões do social; deve tornar livre para a nova comunidade. Não precisamos excluir a compaixão de Jesus para com as pessoas doentes, quando realiza os milagres de cura (cf. Mc 1,41). Quando o Reino de Deus se tornar presente, deve, portanto, curar não apenas até o fundo da realidade corporal; mas também até o fundo das dimensões do social.[14]

                      
                      Lendo cuidadosamente os Evangelhos, descobrimos que as curas de enfermidades ocupam o primeiro lugar entre os milagres operados por Jesus, sem contudo representem os prodígios mais impressionantes. Parece, no entanto, que as numerosas curas espalharam a fama de Jesus como taumaturgo por toda a Palestina.

                      Os milagres de Cristo, em geral, mostram que com a vinda do Messias ao mundo algo de novo aconteceu, algo jamais visto até então. Os milagres das curas, em particular, mostram que onde se instaura o reino de Deus já não haverá cegos, paralíticos nem leprosos. As curas dos doentes relatados nos sinóticos e no livro dos Atos, mostram a força irresistível do Evangelho do Reino de Deus que ninguém consegue parar. Mostram também que este Evangelho é uma força libertadora e salvadora.


                       Nesta perspectiva, argumenta VENDRAME, C. :

Porém, mais do que como provas da messianidade de Cristo, as curas dos doentes são apresentadas nos evangelhos como eventos de salvação, que tornam visível o Reino de Deus, presente e operante no meio do povo na pessoa do Messias; são expressões vivas deste reino que se instaura com a potência (dynamis ) de Deus e a irradiação do amor misericordioso e da humanidade de nosso Deus que nos vem a visitar. Mais que provar, elas manifestam o mistério da pessoa do Salvador e por isso fazem parte integrante da evangelização. Sem elas, faltaria uma parte essencial da revelação de Cristo e do anúncio da boa notícia. É curando os doentes e levando a boa notícia aos pobres que Jesus instaura o Reino de Deus, e se faz conhecer como “Aquele que devia vir”, conforme o perfil do Messias descrito nas profecias do Antigo Testamento ( Lc 7:18-23 = Mt 11:2-6 ). As curas são o Reino de Deus em ação, com as características da misericórdia, como o próprio Jesus havia destacado em seu discurso inaugurado em Nazaré (Lc 4:16-21). [15]


                          Além disso são sinais da onipotência de Deus que habita em seu Cristo e é capaz de mudar radicalmente as pessoas e de transformar o mundo: “Se eu expulso os demônios por virtude do Espírito de Deus, certamente chegou para vós o reino de Deus” (Mt 12:28; Cf. Lc 11:20). À medida que o reino de Deus avança no coração dos homens, o mal e as doenças retrocedem como as trevas à chegada da luz.

                        Apesar dos limites que assinalemos e de sua dependência da Palavra que as interpreta, as curas holísticas operadas por Jesus são verdadeiras antecipações da plena vitória da vida sobre a morte na ressurreição.

                         Neste sentido, Moltmann argumenta que, o evangelho do Reino de Deus é o Evangelho da libertação do povo: quem anuncia o futuro de Deus, esse traz a liberdade ao povo. O Evangelho é o prenúncio da salvação e o domínio de Deus que expulsa da criação os poderes de destruição, os demônios e ídolos, e sara as criaturas por eles machucadas, daí que ele enfatiza o seguinte:


Se vem o reino de Deus como Jesus o anuncia, então também vem a salvação. Se vem a salvação de toda a criação, então também vem a saúde das criaturas em corpo e alma, no indivíduo e na comunhão, nos homens e na natureza. Por isso as pessoas na proximidade de Jesus não são reveladas tanto como “pecadores”, mas como enfermos. Os homens sofredores procuram Jesus porque buscam cura. Segundo a descrição dos evangelhos, a expulsão dos “espíritos imundos” e a cura dos enfermos não são fenômenos historicamente condicionados do mundo antigo nem ainda fenômenos concomitante da mensagem de Jesus, mas elas próprias são a mensagem. [16]
  

                      Percebe-se então, que essa salvação “possui poder salvífico”. O conceito de “soteria” do ponto de vista dos acontecimentos concretos, é designado também por “curar“, “purificar”, “salvar”, “desligar”, “dar a saúde”. Acontece de igual maneira quando o mesmo se dá com a experiência da salvação de perigo e com a libertação dos oprimidos. Somente a descrição sumária diz que “Jesus curava” e que com o domínio de Deus veio a salvação”.  A salvação é então o resumo de todas as curas. Se ela está contida no domínio de Deus, então ela é tão abrangente como o próprio Deus e não pode ser reduzida a áreas parciais da criação. [17] 

                       Neste sentido, para Tillich há uma função que une a universalidade do Reino de Deus com o impacto limitado da Presença Espiritual – a função de cura. Todas as dimensões da vida estão envolvidas nela. Ela é produzida por ações em todos os reinos, inclusive o reino que é determinado pela antecipação da realização eterna. Portanto, requer uma consideração especial. Salvação significa cura, e cura é um elemento na obra da salvação.[18]

                       Não é a “salvação da alma”, embora também a alma das pessoas enfermas deva ser sarada. Também não se pode delimitar a salvação a uma área terrena, que então passa a ser denominada “bem-estar” e que é subtraída à influência do domínio de Jesus e da fé. Salvação é uma grandeza que inclui integridade e bem-estar dos homens, salvação integral  para o homem, não simples salvação da alma para o indivíduo. E como se refere J. MOLTMANN, a “salvação” não significa apenas “bens espirituais”, mas abrange, da mesma forma, a saúde do corpo. Jesus cura “a pessoa toda”. A cura supera a enfermidade e cria saúde. No entanto, ela não vence o poder da morte. [19]

                        Estes dois termos, curas e o evangelho do reino de Deus ( que é o prenúncio da salvação), nos leva a concluir, então, que entre elas se relacionam de tal modo, que as “curas” são sinais do poder da ressurreição de Deus, e que a salvação é a consumação dessas promessas reais preestabelecidas na ressurreição dos mortos para a vida eterna. Assim como a cura supera a doença, assim a salvação supera a morte. Sendo qualquer doença um prenúncio vivo da ressurreição. O sentido terapêutico da redenção reside na cura do ser humano, isto é na recuperação da integridade do homem separado pela morte, na expulsão universal dos germes da destruição e da mortalidade.

 
Conclusão


                     Na Teologia Sistemática demonstramos que o Evangelho do Reino de Deus é um evangelho universal exige uma Igreja Universal, na qual todos os cristão possam participar efetivamente na missão mundial como membros iguais do corpo de Cristo. A colaboração na missão não é meramente uma questão de conveniência prática, mas a conseqüência  necessária do propósito de Deus para a igreja e para toda a humanidade, revelado em Cristo Jesus. A missão é inseparável da unidade, e esta é muito mais  que uma questão de estruturas. Ela tem a ver com a vontade de se alegrar com os que se alegram e chorar com os que choram; tem a ver com “escutar, dar e perdoar”, curar e levar a salvação de Deus à humanidade. 

                        O reino de Deus enunciado por Jesus significa: liberdade para os prisioneiros, alegria para os aflitos, esperança para os enfermos em busca de cura, para aqueles que estão sós e vivem angustiados.

                        Jesus não se restringia unicamente a anunciar a palavra. Ao lado de suas pregações, de seu perdão e acolhimento, de sua comunhão libertadora com as pessoas, encontramos também a sua ajuda e as suas curas. Falamos de milagres. Esta parte de sua atividade pública não pode ficar no esquecimento. Já pela extensão do material pertinente ao assunto não nos seria lícito omitir a atividade de Jesus de curar enfermos.

                         A ambigüidade existencial da vida em todas as suas funções – que se manifesta como cisão ou separação – é a fonte do que chamamos doença ou enfermidade e é também a origem da nossa situação de "pecado" ou não-salvação. A unidade da vida humana justifica a compreensão da saúde como totalidade englobando as dimensões orgânica, mental e espiritual, tanto na pessoa individual quanto nas relações intersubjetivas, sociais ou políticas, antecipando assim a salvação definitiva na reunião com o divino. Encontramos nos mitos religiosos o testemunho mais antigo da unidade cura/salvação na experiência humana e na promessa divina da re-integração e re-unificação escatológica do cosmos em Deus. Na concepção cristã, a partir da morte e ressurreição de Cristo, participamos desde já da unidade divina transcendente através da superação das enfermidades e da restauração da saúde em todos os processos vitais.

                        Entre os dois modelos de cura/salvação: purificação ou busca de harmonia, Tillich privilegia o segundo, mais conforme à visão da saúde/salvação como totalidade integrada na medicina, na psicologia e na teologia contemporâneas. A mesma unidade se manifesta à análise fenomenológica do processo da doença e da cura na multidimensionalidade da vida. Aparece ainda na necessidade de usar de modo integrado os métodos terapêuticos religioso, mágico e natural, reconciliados na autêntica cura do Espírito. Para isso, precisamos ficar abertos à irrupção da presença do Espírito divino em nosso espírito, fonte de toda nova criação na fé e no amor. Enfim, a visão da unidade saúde/salvação no pensamento atual permite superar o conflito moderno entre a ciência e a fé, entre a razão e a revelação.
Terminaremos com duas citações de Tillich:
Chegamos assim à conclusão que cura e salvação se pertencem mutuamente de modo indissociável, que os múltiplos aspectos do curar/salvar devem ser claramente diferenciados, que eles são produzidos por uma força suprema de cura e que seus portadores devem lutar juntos a favor da humanidade. Nenhuma separação, nenhuma confusão mas um objetivo comum de todo "curar": o ser humano salvo, em totalidade ( Teologia Sistemática. 1984, pp. 596. (Grifo nosso) ).
E, enfim, voltando-me para os teólogos:
Uma religião que não possui um poder de curar e salvar é desprovida de sentido.




SOLI DEO GLORIA



RUBEN DARIO DAZA BERDUGO
ANO - MONOGRAFIA - ANO DE 2001.



[1] SENIOR, Donal & STUHLMUELLER, Carroll. Os Fundamentos Bíblicos da Missão. São Paulo. Paulinas, 1987. Pp. 365.
[2] LOHFINK, Gerhard. Como Jesus Queria as Comunidades? A dimensão social da fé cristã.  1987. p. 121.
[3] CALIXTO, Vendrame. Verbete: Doente - Introdução Bíblico-Teológico-Pastoral. In: Dicionário Interdisciplinar da Pastoral da Saúde / Dirigido por: Giuseppe Cinà, et. Alli., 1999, p. 343.  
[4] ALVAREZ GOMEZ Jesús. Verbete: Institutos: Vida Consagrada e História da Assistência. In: Dicionário Interdisciplinar da Pastoral da Saúde, idem, ibidem, p.650.  
[5] LOHFINK, Gerhard. Como Jesus Queria as Comunidades? A dimensão social da fé cristã.  1987. p. 207.
[6] ORBE, Antonio, S.J. Introducción a La Teologia de los Siglos II y III. 1988, p.711 s.
[7] Santo Agostinho. A Cidade de Deus. ...[Favor buscar a fonte desta citação].
[8] LOHFINK, Gerhard. Como Jesus Queria as Comunidades?, op. Cit. P. 208 s.
[9] ROUX, H. Verbete: Enfermidade. In: Von ALLMEN, J.J. Vocabulário Bíblico. 1972, pp.119
[10] TILLICH, P. Teologia Sistemática.  1984, pp. 596
[11] MOLTMANN, Jürgen, Deus na criação, p.389.

[12a] Uma forma de magia baseia-se em "sugestão", deixando maior ou menor liberdade psíquica à pessoa influenciada, sendo a hipnose o caso extremo da sugestão. A sugestão está sempre presente em maior ou menor grau em todo tratamento médico. Há também uma sugestão religiosa, através de sonhos, visões e fé religiosa, elementos que alcançam o inconsciente. A sugestão está sempre presente de algum modo na cura pela fé autêntica. Precisamos sempre verificar se os elementos que apreendem o inconsciente são portadores do Incondicionado e se são recebidos pela pessoa como um todo ou se permanecem nela como corpos estranhos. The Relation of Religion and Health, pp. 32-33.

[12] CALVACANTI, Eleny Vassão de Paula. Aconselhamento a pacientes terminais, p. 6.
[13] MOLTMANN, J. Trindade e Reino de Deus: Uma contribuição para a teologia. 2000. pp.216
[14]LOHFINK, Gerhard. Como Jesus Queria as Comunidades? A dimensão social da fé cristã.  1987. pp. 116.
[15] VENDRAME, Calisto. Verbete: Curas. In: GIUSEPPE, Cinà. Et al. Dicionário Interdisciplinar da Pastoral da Saúde. 1999. 278 s.
[16] MOLTMANN, J. o Caminho de Jesus Cristo: 1993, pp.149.
[17] Id. Ibid., p.153.
[18] TILLICH, P. Teologia Sistemática.  1984, pp. 596. (Grifo nosso).
[19] MOLTMANN, J. o Caminho de Jesus Cristo: 1993, pp.154.



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